Capítulo 7

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El príncipe una vez abrió los ojos en la mañana, se levantó de golpe para vestirse y ver cómo iba el señor Bellamy, había estado casi toda la noche despierto vigilando que estuviera bien y si necesitaba algo, esto lo había hecho desde su segundo día en el barco cuando lo dejó dormir afuera del camarote, nunca lo admitiría pero sabía que era verdad.

—¿Señor Bellamy?—le llamó viéndolo allí parado justo como cuando se despidió de él anoche.
—Oh, buenos días principito, te tengo buenas noticias, casi llegamos.
—¿Enserio?—buscó un lugar más elevado para ver al horizonte, donde al principio solo seguía habiendo mar, pero luego de usar el catalejo divisó la entrada.
—Te lo dije, soy el mejor capitán que ha tenido todo el océano—se halagó de manera egocéntrica.
—Por favor, ni que fuera John Rackham.
—Oh, realmente me hirieron tus palabras dulzura—se apretó el pecho simulando que su corazón se había roto.
—...Debe usted de estar cansado, tal vez paremos un rato para que pueda descansar.
—Oh, no te preocupes, puedo aguantar hasta esta noche, aún estoy fresco como lechuga—Aún les faltaba un largo camino para la isla Faraona, y ya estaban cerca, más cerca de lo que realmente esperaban—¿Y tu padre te contó algo más de este cofre?
—No, solo lo mismo que le dijo a usted.
—Entonces esto será un problema, ¿cómo espera que lo encontremos si ni siquiera nos dijo cómo luce o qué tiene? ¿Y si traemos por accidente la caja de Pandora?
—Tinaja, y no sea pesimista, tal vez mi padre sabía que sería fácil encontrarla... creo.
—... ¿Enserio no dijo por qué la quiere? No lo sé, es ridículo que mande a hombres durante días solo por una caja que ni siquiera sabe que tiene dentro.
—Tal vez sea un secreto de la realiza.
—¿Entonces por qué no lo sabes tú?

El príncipe lo pensó un poco y el pirata tenía razón, ¿qué cosa tan importante tenía aquel cofre para que su padre negociara con un pirata para buscarlo?

—Recuerde que el cofre tiene algún tipo de maldicion gitana, tal vez la tiene porque sí hay algo valioso.
—Pero no es tan valioso como la recompensa que él dará, tu padre me lo dijo, no tendría sentido entonces querer el cofre.
—¿Entonces que cree que pueda ser?
—No lo sé, tampoco le veo sentido que tu padre quiera cosas de gitanos, ellos son discriminados al igual que los piratas, fue pura suerte que cuando me atraparon aún tenía mi cabeza pegada a mi cuerpo.
—Entonces tendremos que esperar a saberlo, mi padre siempre es así, a las cosas importantes le quita valor porque cree que nada iguala su riqueza.
—Que hombre tan humilde—su tono era grave y burlón.
—No me lo recuerde—el joven apretó el tabique de su nariz con dos dedos tratando de olvidar cómo su padre podía ser a veces tan insoportable.
—Oye... sé que soy el menos indicado para decir esto, y créeme que aborrezco admitirlo pero... —él mitad ingles y escocés se trabo con las palabras, mientras Jorge solo le miraba expectante y ansioso por saber que quería decirle, notaba como su ritmo cardiaco aumentaba—pero... solo olvídalo.
—No, quiero escucharlo.
—Nada, solo que... no eres tan malo como yo pensaba... pero no deja de lado que seas un inútil.
—¿Disculpe?—los latidos pararon en seco y empezó a apretar la mandíbula decepcionado de las palabras y frialdad del pirata quien solo reía por haber hecho enojar al príncipe. Lo siento por juzgarte, era lo que deseaba haberle dicho pero su orgullo aún era demasiado grande, este sería sin duda un viaje demasiado largo.

A media tarde el pirata sentía sus ojos pesados y tristes, tenía sueño pero ya casi sería de noche, solo necesitaba aguantar unas horas para descansar, pero tampoco era como si se estuviera durmiendo de pie, tenía los ojos cansados y aún así resistía. A la hora de cenar los tripulantes y el pirata echaron unas cuantas risas cómo si fueron viejos amigos, o incluso una tripulación pirata pasando el rato, al príncipe no le molestaba en lo absoluto los ofensivos chistes que contaban, tan solo se reía en voz baja con ellos sin dejar de perder su derecha y estricta compostura. Por órdenes del joven toda la tripulación se acostó temprano y este decidió invitar al marinero a dormir en el camarote del capitán ya que se lo merecía por haber estado despierto toda una noche solo para adelantar el viaje.

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