Capítulo 1

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Su visita a Inglaterra fue más corta de lo que hubiera pensado, la misma noche que llegó, entró a una taberna a embriagarse de pies a cabeza, no esperaba que nadie lo reconociera ya que dejó muy clara su supuesta muerte,  "William Bellamy se había topado con una tormenta que acabó con él y su barco sin dejar rastro" era lo que habían divulgado, por lo que el joven hombre le tomaron desprevenido, no recuerda cuando ni como, pero ahora estaba en una pequeña habitación atado con cadenas en sus muñecas y tobillos, estaban oxidadas, con suerte si tuviera algo a la mano encontraría la manera de salir, pero ese era el problema, ahora no tenía nada.

Inhaló y exhaló con fuerza dejando caer sus cansados brazos por estar forcejeando horas en busca de liberarse sin éxito. El lugar a pesar de que parecía un calabozo era muy aseado.

—Solo a mi se me ocurre beber hasta olvidarme de mi nombre... aunque no me arrepiento—se encogió de hombros con la voz cargada de sorna.

La puerta de la habitación totalmente cerrada se abrí dejando ver a un hombre bien vestido con un arma blanca en manos, ahora que estaba algo sobrio ¿Dónde estaba?

—Al fin despierta, el rey Frederick lll de Dinamarca quiere hablar con usted—le habló firme y automáticamente el hombre de cabellos blanquecinos.
—¿El rey? No pensé que yo era alguien tan solicitado.
—¿Es usted William Bellamy?
—Me temo que me confunde con otra persona, solo soy un pobre hombre que busca dinero para alimentar a su esposa e hijos—lloriqueo falsamente el bucanero.
—En ese caso no tendría que temer si habla con el rey.
—¿Entonces sería tan amable de liberar a este campesino?
—No tengo autorización para hacer eso, tendrá que esperar si quiere ser libre. No se preocupe, a su esposa e hijos no les pasará nada ahora, si tampoco les pasó nada anoche cuando usted se estaba embriagando hasta intoxicarse—Bellamy tragó con dificultad saliva y empezó a jugar con sus dedos.
—Creo que esta no es la mejor situación para defenderme... ¡quiero un abogado!
—Iré a traer al rey.

Cerró tras él la puerta con fuerza y dejó solo nuevamente al joven hombre hundido el sus pensamientos, no pensando en qué pudiera pasarle, si no en que era lo que quería ese señor con un hombre que habían atrapado anoche bebiendo y que la probabilidad de que sea William Bellamy era muy baja, aún fuera él realmente. Ni siquiera conocía al rey y tampoco le había robado nada... nada que él recordara.

Salió de su mente justo cuando la puerta una vez más se abrió dejando ver guardias junto a las mismas vestimentas ridículas y por último a un hombre de cabellos castaños peinado en rulos muy definidos y ropa muy elegante de calicó. ¿Este era el tan conocido rey?

—Vaya, el poderoso y rico rey en persona—hizo una reverencia poniendo su mano en el corazón y su sarcástica sonrisa le acompañó.
—¿Usted es el marinero William Bellamy?—le recalcó el hombre mayor como si fuera una amenaza llamándolo "marinero" en vez de "pirata" ya que al parecer era una palabra tabú entre los de alta clase.
—Como le dije a uno de sus hombres, solo soy un pobre y triste señor que necesita dinero—puso una cara de pena y dolor.
—¿Cuál es su nombre entonces?—el rey aún mantenía su semblante serio y muy firme.
—¿Yo? Yo soy... ¡Edward!—sonó muy tranquilo.
—¿Edward qué?—el rey entrecerró los ojos no muy convencido.
—Edward Bachman, por supuesto—el rey lo miró aún dudoso y luego volteó a ver a uno de sus hombres.
—Busca si alguien conoce a un tal Edward Bachman... y también busca a su "esposa e hijos"—el hombre asintió y salió de la habitación mientras que William aún tenía la mirada del rey encima suyo.
—¿Tienes conocimiento de quién fue William Bellamy?
—No mucho realmente... solo sé que fue un hombre muy apuesto—le sonrió al monarca haciendo que este arrugara su cara, sin diferenciar si era una de asco o confusión.
—Bueno, tenía la esperanza de que aún estuviera vivo, quería... hacer un trato con él.
—¿Qué clase de trato... si puedo saber mi amado rey?—la curiosidad se notaba en su hablar.
—A pesar de que ese bastardo merece la horca... tenía pensado intercambiarle una gran y numerosa cantidad de oro a cambio de un largo pero valioso viaje.
—¿Cómo... de cuánto oro estaría hablando?
—Bastante... traído directamente de nuevo mundo...—el bandolero estaba cada vez más interesado en ese supuesto viaje.
—¿Y... para qué es el viaje?
—Quiero que vaya en busca de algo especial para mí, en la isla Faraona, la cual desde aquí tomará poco más de una semana llegar, tiene oculta un tipo de cofre.
—¿Cómo un tesoro?
—Si quiere puede llamarlo así, aunque no es tan valioso como la recompensa misma, este cofre está protegido por una maldición gitana...
—Ya veo por qué una gran recompensa.
—Exactamente. Quiero que me traigan este cofre como sea posible.
—¿Qué tiene dentro que es tan importante para usted?
—Eso es lo descubriré una vez que esté en mis manos... pero tendré que seguir buscando a un digno marinero—el rey ahora sonaba apenado y manipulador mientras el pirata quería maldecir los siete mares.
—¡Está bien! Sí, soy William Bellamy, y estoy muy seguro de que usted ya lo sabia.
—Eres un muchacho inteligente—río el obeso rey—¿cuando partirás?
—Ya mismo—sonrió victorioso el marinero.
—Bien, te daré una nave, una tripulación y un acompañante de mi parte.
—...¿Disculpe?—su sonrisa se borró de inmediato al ver como en la habitación entraba otro grupo de marineros seguramente fieles seguidores del rey y un muchacho al igual que el monarca vestía de manera sofisticada, estaba parado muy firmemente y su mirada estaba neutra—¿qué es esto?—William tenía una mueca de disgusto.
—Mi tripulación, y...—el rey colocó su mano en el hombro del menor—este es mi hijo, el príncipe Jorge Frederick IV de Dinamarca—habló orgulloso el hombre, el joven se veía muy disciplinado y obediente ya que no movió ni un solo músculo cuando sintió el tacto de su padre.

El joven tenía una estatura media, sus ojos y cabello eran de un castaño amarillento sacados de la misma miel que las abejas habían hecho con tanto cuidado y perfección, esto hizo enojar al andrajoso pirata.

—¡Wow! Aguarde un momento—río levemente para no explotar en ira—yo soy un pirata que trabaja solo, no quiero ni necesito de una tripulación... y mucho menos un niño mimado—miró amenazante al joven a lo que este le dio al mismo mirada de odio.
—Lamentablemente no puedo hacer que vaya solo, si no es con la tripulación y la responsabilidad de mi hijo, no hay recompensa William Bellamy—ahora era el rey que reía con victoria, el hombre quería mandar al mismísimo demonio todo el trato, pero, tenía que aprovechar la situación, suspiró y tomó la compostura regalando una de sus mejores sonrisas.

—Claro, lo que usted quiera señor... partiremos pronto así que... espero estar fuera de estas cadenas para medio día.

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