Capítulo 9

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Dos días, dos días navegando desde el amanecer hasta el anochecer, dos días sin gritos o peleas, dos días de eterno silencio e incomodidad, dos días durmiendo en un barril, dos días atormentado por sus pensamientos, dos días desganado, dos días sin hablar con Jorge.

Ya se estaba acostumbrando a la idea de que solo fue un mero capricho de ambos, y estaba bien, era solo eso, pero no podía aferrarse a la idea de que el príncipe le tuviera algún rencor o estuviera depresivo por su culpa, si esto continuaba así el día en que ya no necesiten de su ayuda dejará todo atrás, se le haría fácil olvidar lo qué pasó, es igual que cuando el pirata iba a las cantinas a emborracharse y acostarse con la primera mujer que le pareciera bella, cada quién iría por su camino como si nada hubiera pasado y lo olvidarían en menos de un día, ¡y todo estaría completamente bien! nada de lo que tuviera qué preocuparse.

Pero su mente no quería cooperar.

O al menos quería creer que era su mente la que no cooperaba al saber que era un príncipe y se metería en muchos problemas si alguien lo llega a saber. Apretó fuertemente sus ojos y movió un par de veces su cabeza para despabilar su mente y seguir su camino, la isla Faraona está muy cerca, demasiado.

—¡La isla!

Era lo que había gritado uno de los tripulantes al ver por el catalejo, al fin habían llegado. Ursula se acercó cada vez más hasta que calcularon una distancia prudente para soltar el ancla y desembarcar, en un principio tenían pensado dormir en la isla y hacer algún tipo de "fogata", pero recalcando que era una isla maldita, y quién sabe qué animales podrían atacar decidieron pasar la noche en Ursula, así tampoco tendrían miedo de que alguien viniera y quisiera quitarles la nave.

—Señor Bellamy, ¿cree que tardará mucho la búsqueda del cofre del rey?—preguntó uno de los tripulantes algo preocupado por el tiempo en que estarían en esa isla maldita.
—No lo sé con certeza, pero puedo asegurar que haré lo posible para salir rápido de aquí, esto es un infierno.
—Ya lo creo... ¿señor Bellamy, ya ha ido en busca de tesoros así? Quiero decir, que le tome días encontrarlo.
—Sí, pero ya no lo hago tan seguido, ahora busco otras cosas—se quedó viendo a sus pies dándole otro trago a la botella de vino que tenía en manos.
—¿Y si no lo encontramos?
—No seas pesimista.
—Es una probabilidad de cincuenta cincuenta señor Bellamy, debo de preocuparme.
—Bueno, en todo caso soy yo el que debe de estarlo.
—...Señor Bellamy, en caso de que no sea así... quiero que sepa que a pesar de que somos la corte del rey... tiene nuestra ayuda en lo que sea porque ha demostrado ser... una persona buena dentro de lo que cabe—todos los tripulantes parecían de acuerdo con esa decisión, con el tiempo llegaron a ver quién podía llegar a ser el pirata William Bellamy.
—Ya dejen de parlotear bola de inútiles, y a dormir—les hablo de forma divertida el joven hombre a lo que ellos rieron y fueron a sus respectivos camarotes. Al menos William sentía que tenía una buena tripulación, sentía que podía desahogarse con ellos.

—¿Señor Bellamy?—escuchó que le llamaban, pero una voz diferente a la de los tripulantes. No, era el príncipe asomando la cabeza por la puerta del camarote del capitán.
—¿Sí? ¿necesitas algo?—en su voz no había ni una gota de orgullo, le hablaba con toda la amabilidad e incluso con preocupación.
—Quiero que entre a mi camarote, necesito hablar con usted—volvió a entrar la cabeza en el cuarto, el pirata tragó saliva y a pasos lentos le siguió.

Su corazón estaba latiendo violentamente, estas eran las primeras palabras que le dirigía en dos días, y estaba nervioso por ese "necesito hablar con usted". Lo mucho que se esperaba era que le dijera "será exiliado cuando lleguemos a Inglaterra". Al entrar el príncipe estaba parado de manera muy recta en medio de la habitación, William cerró la puerta detrás de él y se acercó de a poco al príncipe manteniendo una prudente distancia.

—¿Qué sucede?
—Antes de decirle que es lo que realmente quiero, debo explicarle porque mi tan grosero comportamiento—su cara de pena era digna de atesorar.
—Bien, suéltalo ya—William prestó atención a cada palabra.
—Puedo entender que esté enojado conmigo y tiene todo el derecho, pero necesitaba pensar—el príncipe miraba hacia el suelo jugando con sus manos detrás de la espalda.
—¿Pensar?
—Pensar en estar seguro de mi decisión. Esa noche cuando estuvimos juntos me sentía muy mal conmigo mismo, y enserio quería olvidar todo eso y convencerme de que había sido solo un capricho... pero sabía que tarde o temprano volvería a caer por usted—en su voz se notaba que le era difícil expresarse, William aún seguía sin comprender nada y sentía que a medida el príncipe hablaba se le estrujaba el corazón—no podía dejar de pensar en lo de esa noche y tampoco en usted, hasta que me di cuenta de qué era lo que en verdad me estaba pasando.
—Ve al grano...—el pirata estaba perdiendo la paciencia, le estaba provocando ansiedad y molestos revoloteos en su estómago.
—El fin es que... quiero quedarme con usted...

El pirata estaba sin aliento, levantó ambas cejas ladeando un poco su cabeza.

—No te comprendo.
—Cuando todo esto termine quiero quedarme contigo, ya sea como príncipe, convertirme en pirata, lo que sea, solo quiero estar a su lado el resto de mi existencia.

El pirata exhalo con fuerza soltando una contagiosa risa, si no fuera porque estuviera hablando con un disciplinado príncipe creería que le estaban tomando el pelo.

—¿Estas hablando enserio?—parecía más un regaño que una pregunta.
—Muy enserio.
—¿Me estas diciendo que estás dispuesto a abandonar toda una nación, las riquezas y un gran título solo por mi?
—Eso es lo que he dicho.
—...Es que... tú.... ¡tú no puedes hacer eso!

No le entraba en la cabeza que este chico abandonaría todo lo que un pirata, y cualquier persona anhelaría tener, solo por una persona tan asquerosa cómo él, que ni siquiera lo conocía lo suficiente para saber si no le indignaría su convivir.

—Creo que tengo la suficiente edad para tomar mis propias desiciones.
—¿Y cómo estás tan seguro?
—Porque en esos días tuve el suficiente tiempo para pensarlo...
—... Eres un muchacho tan... tonto...

El pirata le haló del brazo para apresarlo en su pecho y rodearlo con sus brazos, posó su barbilla en el hombro del príncipe apretando cada vez más el abrazo sintiendo como los dedos del príncipe se clavaban en sus omoplatos.

Se había equivocado, su mente no tenía nada que ver en esto, su corazón era el que había estado preocupado.

—Enserio quiero seguir estando con usted.
—Está bien, está bien... pero no voy a dejar que hagas eso...—cuanto había extrañado sentir ese cuerpo junto al suyo.
—Pero de que otra forma estaríamos juntos si no—Jorge saco su rostro del cuello de Bellamy para verle a los ojos levantando un poco el mentón. Se dio cuanta del apestoso olor a alcohol que tenía el pirata y por alguna razón le encantaba ya que sentía que era muy masculino.
—Habrá una manera, siempre la hay.
—Pero si no la hay será a mi manera—William llevó una de sus manos al cabello del príncipe llevándolo hacia atrás despeinandolo un poco, era fino y sedoso, muy hermoso.
—... Quiero que sepas que en ningún momento había estado enojado... más bien preocupado.
—Lo lamento... no sabía qué hacer, y tampoco sabía qué decirle, tenía pensado reprocharle que todo esto no era nada y que tampoco se volvería a repetir, pero sabía que eso no era verdad.
—Aún me lo hubieras dicho, seguiría intentando convencerte de lo contrario, sé que hubieras vuelto a caer—le sonrió aún restregando su pelo bajando hasta acariciar su frente.
—No sea tan engreído—río el príncipe provocando una cálida sensación al pirata.
—Miren quien lo dice—mantuvieron la mirada un buen rato, observando con atención las facciones del contrario, el príncipe se atrevió a iniciar aquel sutil beso que ambos estaban deseoso de disfrutar.

El pirata sin admitirlo, había extrañado tocar los suaves y saludables labios del príncipe, no fue salvaje y húmedo cómo la vez anterior, era delicado y tierno.
Al separarse volvieron a fijar la vista en sus ojos, Jorge tenía las cejas curvadas hacia abajo como si un enorme problema hubiera salido de él, estaba emocionado, así que volvió a clavar sus dedos en la espalda de William y ocultar su rostro en su cuello perfumado de vino tratando de esconder sus ojos empapados de lagrimas que amenazaban con caer.

Mi Tesoro Más GrandeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora