Capítulo 22

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—No puedes pasar todo el día aquí.

¿Y qué tiene de malo que haya pasado toda la mañana, y parte de la tarde, sentado tras el mostrador de la cafetería? Da igual, Darrell no me vino a buscar ni una sola vez, prefiero esto a tener que hacerles de traductor en su tercer día en el paraíso. Me siento tan vacío sin él, y lo peor de todo, es que no puedo cambiarlo, no puedo obligarle a estar conmigo, entre los dos no hay nada, y no habría razón para que lo hubiera. Es solo que... no entiendo cómo una chica cualquiera. que sí, tal vez tenga como hipnotizado a mi amigo, porque es muy hermosa, se haya impuesto de manera tan natural en la relación que tenemos. Pero eso no es lo que más me duele, creo que es el hecho de que Darrell dejase que sucediera. Simplemente me quiero morir.

Walton vuelve a empujarme por el hombro, por lo que gruño, levantando mi cabeza. Se ve preocupada, de todas las facetas que le he presentado, esta debe ser la más extraña para ella. Como sea, no quiero estar solo en mi departamento, seguramente lo único que haría sería quedarme todo el día acostado, mirando sin ningún interés el reloj, esperando a que los minutos pasen. La casa de mis padres no es una opción, no dudo que mi madre me preguntará todo el día la razón por la que no he ido a trabajar, y el por qué me veo tan desanimado. No quiero ver a Oliver, me siento muy mal despreciando lo lindo que se comporta conmigo, y que yo no sea capaz de corresponderle de la forma en que debería. Isaac estaba ocupado, debía estudiar porque tenía un examen, así que preferí no molestarle. Walton parecía ser la única persona que, además de estar obligada a trabajar en la cafetería, no podía dejarme en soledad.

—¿Cómo te llamas? — deja de lado la revista que lee, para levantarme una ceja—

—¿Eh...? — tal vez se impresiona porque ya me lo había dicho en la fiesta, pero realmente no lo recuerdo —. Sophie.

—Me gusta tu nombre... — y sonríe. Comienzo a detallarla, porque siempre estuve más preocupado en cuidar de Darrell cada vez que venimos —. Y tus ojos...

—Si no supiera que eres gay, diría que estás ligando conmigo.

Me ha causado gracia, lo admito. Creo que es la primera vez que me he fijado en ella. No es muy alta, su cabello es largo, por encima de su cintura, es de color negro, no tan oscuro como el de Lyon, sus ojos, por otro lado, son más azules que el cielo, y su sonrisa me ha reconfortado como unas treinta veces, cada vez que gira a verme, lo hace. Me alegra tanto que a Darrell no le guste, no me quiero ni imaginar el tener que odiarla a ella también, es maravillosa.

—¿Ya no estás enamorada de Graham? — ni siquiera duda en reír sarcásticamente.

—No, ya lo superé — le resta importancia. La primera cosa buena que me dicen en los últimos días —. No es como lo imaginé.

—Sí, te entiendo... — se parece mucho a la primera vez que conocí a Oliver —. ¿Aun quieres la falda de ayer?

—Pero soy pésima jugando cartas, y perdí — levanto ambos hombros, no es como que me importe.

—¿Y qué? Es desperdiciar mi dinero, o volver a leer diez libros por día.

—Bien, vamos por la falda — rueda los ojos, tomándome de un brazo —. Pero no me parece buena tu forma de lidiar con la traición.

No me llevo bien con las chicas, pero si hay algo que he aprendido de mi madre, es que a todas las mujeres les gusta comprar, sin importar si es ropa, zapatos, maquillaje, o cualquier otra cosa. Y no, no me siento traicionado, Darrell puede hacer lo que le entre en gana, solo porque sea su amigo no significa que me tiene que decir todo lo que hace, a dónde va, qué come, lo que sea, pese a que ya esté acostumbrado, pues, de todos modos, lo hace.

El Chico de las 6:30pmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora