Capítulo 28

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Llevo toda la mañana pensando en una buena excusa para poder ir al encuentro de todos en la casa de Isaac. No tengo idea de cómo saldré de la oficina sin que Darrell me haga, como mínimo, diez preguntas, y aunque sé tengo todo el derecho de irme sin siquiera respondérselas, no es una posibilidad que pase por mi cabeza. El segundo problema es que... no sé qué hacer con el anillo que me dio. Es obvio que no le podemos utilizar al mismo tiempo, a pesar de que el idiota tenga buen gusto, creo que es claro que sucedería si lo hacemos. Esto es estúpido, no necesito un anillo, mucho menos uno que no tiene significado.

Pero me gusta...

—¡Está pasando! — me sobresalto, ocultando de manera pésima el anillo con mi mano.

Giro a ver a Darrell, quien tiene, al menos, unas cinco carpetas en sus manos, y una clara expresión de terror en su mirada. Tengo que debatirme si en verdad está sucediendo algo, o es otra de las tantas cosas estúpidas que hace todos los días. Lo peor de todo es que me interesa muy poco, si le doy importancia termino más involucrado de lo necesario. Ladeo un poco mi cabeza, porque al parecer espera que le dé una respuesta levemente buena.

—¿El simulacro de incendio?

—¿Qué? — niega, aunque después alza una de sus cejas —. ¿Tendríamos un simulacro hoy?

—Lo que sea — suspiro, poniéndome nervioso. Bueno, debería hacerlo ya —. Tengo que decirte algo...

Lanza un insignificante sonido, mientras se acerca a su escritorio, colocando su notebook sobre las carpetas que lleva, su celular, y un vaso de café. Oh, Dios, no debería dejar que Graham vuelva solo a la cafetería, en especial después de lo que pasó ayer. Y ahora que lo pienso, además de que es imposible no notar el anillo, que sin vergüenza alguna ha comenzado a llevar, no le he preguntado por el momento incomodo que tuvimos en la joyería. ¿Cómo voy a sacar el tema del ya habías escogido uno antes? ¡Esas cosas no se preguntan sin sentido!

—¿Sucede algo? — le observo desconcertado, pues me saca de mi intento de no sobrepasarme con mis pensamientos.

—Quítate eso, ya van seis personas que te preguntan si te vas a casar.

—Ocho, en realidad, te perdiste a las chicas del ascensor — ríe, pero solo frunzo el ceño. Yo sabía que sucedería, aunque no de esta manera —. ¿Y qué? A todos les digo que no.

—¿Qué debería hacer con el mío...? — él me mira, pero solo levanta ambos de sus hombros.

—Lo que quieras, es tuyo — esa respuesta no me aclara mucho —. ¿Por qué no lo usas?

—Mejor no me des ningún consejo, Graham — le resta importancia, así que me levanto del asiento, para abrirle la puerta de la oficina, pues no puede hacerlo por la cantidad de cosas que lleva —. ¿A dónde vas?

—Te dije, está pasando — para mi puede ser el fin del mundo, y claramente no me daré cuenta —. La reunión de la que intentaba escapar, y me encontraron jugando jenga en la oficina de Henry.

—¿Tienes una reunión? — sonrío, porque no puede ser más perfecto, era justo lo que necesitaba —. ¡Qué conveniente!

Oh, no, soy tan idiota. Agacho mi cabeza, porque de inmediato Darrell se detiene, en medio del pasillo. La mejor excusa para irme sin que lo notara, y la arruiné por lo impulsivo que fui. Trago un poco de saliva cuando le escucho volver hacia mí, y de inmediato inclina su cabeza, sonriéndome.

—¿Me pierdo de algo? — quizás lo hace, pero no es algo que me interesa él conozca.

—No... — río, tan nervioso, que incluso intento pasar una de mis manos por mi cabello. Supongo que el obvio temblor que recorre mi brazo, no ayuda —. Yo solo...

El Chico de las 6:30pmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora