Capítulo 41

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—Si me lo preguntas — no lo hice, pero sé que igual me va a responder —. Tu intento de novio no es idiota, hizo que sintieras lastima por él, para que no terminaran.

Y sin embargo eso no es lo que me molesta, es porque la decisión de estar juntos no la tomé yo, ni ambos, lo hizo él.

Suspiro, y ni siquiera entiendo en qué momento me acerqué a Henry para hablarle de la segunda cita. Quizás porque no me siento bien, para nada, pero al menos no tengo que seguir fingiendo que el chico me gusta, no más falsas sonrisas, y mi buen humor puede desaparecer cada que me entre en gana. Lanza un sonido, que identifico como algo de indiferencia, y me dice idiota por lo bajo. Ruedo los ojos, pues no quiero creer que Oliver logró que estuviéramos un poco más de tiempo juntos solo por lastima, prefiero pensar que en verdad llegará a gustarme.

Mi espalda da unos cuantos golpes a la pared, con algo de ansiedad, sin poder evitarlo le observo de reojo, aunque nos separan solo pocos centímetros, y le encuentro tarareando una canción, mientras hace una gran marca en el calendario.

—¿Por qué es importante este día? — parece pensarlo un poco, y gira a verme.

—¿Por qué no terminaste con el chico? — bien, lo entiendo, no debí preguntar. Sonríe, y me empuja por el hombro, restándole importancia.

—Henry — un chico aparece por la puerta, y de inmediato ambos cruzamos miradas —. Llegó el paquete que esperabas.

Ni siquiera pasan dos segundos, pero el hombre lanza el calendario a mi rostro, lo que me desorienta un poco, y justo cuando salta sobre escritorio empujo la silla hacia él, por lo que cae al suelo. Perfecto, no pensé que eso funcionaría, pero sí que me ha dado una ventaja. Paso sobre él, esbozando una muy triunfal sonrisa, quitándole la caja al repartidor, no sin antes agradecerle, cerrando la puerta. Escucho un quejido de Henry, y me dejo caer sobre él, aprisionando sus brazos con mis piernas.

—Pero... ¿Qué? — se mueve, y nunca me había sentido tan superior en mi vida —. ¡Joder, Max!

Creo que es el tono más enojado que he escuchado provenir de él, y poco me importa, por lo que solo sonrío. Observo varias partes de la caja, leyendo exactamente qué contiene, y en seguida mi mirada se ilumina, porque por fin, después de casi dos meses, una de mis grandes preguntas por fin tendrá respuesta.

—Ah, mira — mi voz no puede parecer más una burla, y alzo una ceja —. Tu apellido es Andrade.

Su cabeza cae contra el suelo, y deja de ejercer fuerza, para liberarse. Casi de inmediato desvía la mirada, y lo que parece un puchero recorre su rostro.

—¿Dejarás de llamarme por mi nombre?

Ladeo una sonrisa. Henry realmente es agradable, por eso siempre vienen varias personas a su oficina, así sea solo para saludarle, tiene la capacidad de ganarse rápidamente tu confianza, nunca te juzga, y te da consejos confiables. Si algún día llegase a suceder, me gustaría poder decir que esta persona es mi amigo.

Lo pienso un poco más, solo para impacientarle, pero es la primera vez que me tomo la molestia de reparar en su físico, su cabello es negro, corto, y ondulado. Su piel es blanca, pero el puente de su nariz y sus pómulos están adornados por claras pecas color café, sus ojos son de una tonalidad ámbar, sus pestañas son largas, su nariz es pequeña, sus labios son muy finos, y su barbilla está claramente marcada por su mandíbula. Sus hombros son anchos, y por lo que he notado, trabaja sus brazos y abdomen. Mide lo mismo que yo, alrededor del metro ochenta, pero, aunque también es delgado, se ve mucho, mucho mejor que yo, quizás porque tiene un increíble gusto por la ropa.

—¿Dejo de llamarte por el nombre? — alza ambas cejas, y nunca le había escuchado reír tan alto.

—¿Preferirías hacerlo? — de inmediato enrojezco, y sé que su comentario se debe a que he tardado un poco en responder, pues le observo en silencio algunos segundos.

El Chico de las 6:30pmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora