Capítulo 93

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Su cabello por completo revuelto, seguro acaba de levantarse, las marcas de la almohada en su mejilla, y su mirada, algo entre la confusión total, además del tratar de procesarlo, junto al intentar no volver a caer dormido en el umbral de la puerta.

—¡Vamos a correr!

Lanza un gruñido, ni siquiera parece reaccionar al que Nico acaba de saltar en su espalda, y aferra sus garras en el pijama de Oliver. Al menos parece que en serio pasó el tiempo en control, y no lloró después de la experiencia traumática de todos ayer. Niega, y ahora me observa, de los pies a la cabeza.

—¿Estás ebrio tan temprano en la mañana? — son más de las diez.

Ladeo un poco mi cabeza, impresionado por lo extraño que suena el que no está tan feliz de verme, hasta parece que se pregunta la razón de que me encuentro aquí. No, Oliver, no he tomado alcohol en un buen tiempo, estoy aquí porque te estás poniendo gordo, y no quiero perder los abdominales que tanto me gustan en la cama.

—Unas cuantas vueltas al parque no te matarán — suspira, y con un esfuerzo sobrehumano, se decide a entrar a la casa.

—Cuando dije que tenías una excusa para verme, pensé que sería una cita en la tarde — uh... no, esos no son mis planes en este momento —. Te ves lindo con ropa deportiva.

¡Gracias! Darrell me ayudó a escoger el... básicamente, todo. Cierro la puerta tras de mí, parece caminar en automático hacia su habitación, por lo que solo le sigo, me pregunto cómo hacerlo cuando claramente está por completo dormido. Nico salta en la parada de su casa de madera, y al entrar en la habitación del chico comienza a buscar algo para cambiarse, por mi parte le extiendo la botella con agua, junto a una pastilla, para poder dejar el envase en donde le vi escondido ayer.

Sonrío, sentándome en su cama, esperando a que termine de cambiarse. Me alegra estar aquí, y que, además, pueda ayudarle con algo para que retome el camino de su vida saludable, su terapeuta dijo que debía intentar hacer lo que mejor pudiera para manejar los efectos que le produzcan las pastillas hasta que su doctor decida terminar con las dosis. Abre sus ojos de golpe, y me mira, con terror.

—¿Qué haces aquí?

Yo... creo que acaba de revivir de un muy profundo sueño. Levanto ambas cejas, porque hay un momento en que se queda callado, y luego solo maldice por lo bajo acerca de lo distraído que es, la vergüenza al notar que está medio desnudo en la habitación. Bueno... debo decir que eso hace que me cuestione el que esté tan desubicado. Dejo salir una exhalación, tomándole de ambas manos, una sonrisa se forma en sus labios, un segundo antes de que se junten con los míos, y siento sus manos aferrándose a mis hombros. Cierro los ojos, con un poco más de fuerza, halándole aún más hacia mí, escapa un jadeo sorprendido al separar sus labios con mi lengua.

Joder... esto está mal. Abro mis ojos de golpe, ahogándome con la sensación de respirar, aunque solo fueron unos cuantos segundos, y me mira, algo confundido por haberle separado con un empujón en su pecho. Es que... Dios. Niego, esperando que no se note en mi semblante lo aterrado que me encuentro, fue extraño el no volver a sentir algo cuando lo hice, nunca un beso había pasado tan simple. Maldición, maldición, no otra vez este estúpido vacío.

—¡Cámbiate, vamos a correr!

Rayos. Alza una ceja, parece pasar por alto lo raro que he de haberme visto, y solo comienza a reír, para buscar una camisa y sus zapatillas. ¿Qué...? Agh, Max, contrólate, es un beso, no pienses mucho en ello.

—Tú quieres hacer actividad física — levanto la mirada, señala la linda camiseta que escogió Darrell —. ¿Te quieres morir, o algo?

—¡Puedo darle unas cuantas vueltas al parque! — es imposible que sea tan difícil.

El Chico de las 6:30pmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora