Capítulo 60

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Pensé que estaría bien ver a Darrell el domingo, pero después de que no contestó mis llamadas, mensajes, y fui a su departamento, pero no le encontré, entendí que ese era el día del mes en que suele desaparecer.

Está bien, algunas veces me doy cuenta, otras no tanto, y creo que... no tiene sentido preguntar la razón, siempre me ignora, o se hace el desentendido. Como sea, hay cosas que yo no sé, y no pregunto, lo único que sé es que, cuando desperté, tenía un mensaje del castaño, diciendo que lo esperara en la terraza, en el pequeño espacio escondido entre las plantas, donde está la manta de picnic. Parece ser que nadie más la encontró, pues no le quitaron, he pasado los últimos quince minutos esperándole, mirando las nubes, pero no se han movido mucho, quizás porque están muy lejos de mí, y sí lo han hecho, pero no lo noto, o porque estoy ansioso de escuchar lo que sea tenga Darrell para decir de mi casi novio. Tengo altas esperanzas, a Oliver realmente le agrada.

Me sobresalto cuando la planta que me cubre se mueve, y veo a mi mejor amigo, tratando de recuperar el aliento, mientras vuelve a cubrir la entrada de nuestro pedazo del cielo con la planta.

—¿Qué sucede? — niega, lanzando su saco a un lado, acostándose en la manta. En seguida me inclino hacia él, y sonríe, alzando ambos hombros.

—Por alguna extraña razón, las mujeres han vuelto a perseguirme — eso es mi culpa. Desvío la mirada, suspirando —. Tardé un poco más porque no quería que alguien conozca este lugar, es nuestro secreto.

—Yo le digo pedazo de cielo — siento un leve toque en la punta de mi nariz, y noto como su mirada cae en la mía.

—Le faltan estrellas para serlo.

Siento un tenue sonrojo subiendo por mis mejillas, así que sonrío, apartando la mano de Darrell. Ladeo un poco mi cabeza, buscando algo en el bolsillo de mi saco, y el semblante de mi amigo cambia, a uno mucho más sorprendido, cuando ve una pequeña estrella, amarilla y brillante, en mi mano. Extiendo mis brazos hasta la enredadera que tenemos sobre nosotros, entrelazando la cuerda del adorno junto con algunas ramas de la planta, y miro de reojo a Darrell cuando termino. Al instante se levanta.

—Sabía que dirías algo así, entonces busqué una que nos gustara a ambos — la pequeña estrella cuelga sobre nosotros, y es hermosa.

—¿Gustarme? — rueda los ojos, y mi sonrojo se vuelve más intenso cuando besa una de mis mejillas —. La amo.

—La caja tenía seis, así que podemos colgarlas juntos, si quieres... — apenas soy capaz de susurrar, avergonzado, no esperaba que algo tan sencillo le hubiese gustado tanto.

—No habría alguien más con quien quisiera hacer esto — sonrío, tomando una de sus manos. Me alegra que algo que hice, pensando en él, le agradara —. ¿Qué te gustaría tener a ti?

—No quiero nada, tú ya organizaste este lugar para poder pasar tiempo juntos — niega, insistiendo en que elija para decorar. Bueno... —. Quizás a este lugar le falta algo de color, pero dejaré que tú lo escojas.

Río, intentando apartar a Darrell, pues comienza a besar con más insistencia mi mejilla. Mi mano va a su hombro, y por fin se detiene cuando soy yo quien le besa, por completo avergonzado. Sonríe, dejándose caer esta vez contra la pared, y me hala hacia él tomándome del saco, mi frente cae en la suya.

—Es fin de mes, y por primera vez en mi vida quiero hacer mi trabajo — Dios, eso es una novedad. Asiento, pues yo también debo hacer el mío —. Pero contigo aquí...

—¡No te voy a distraer! — no fui yo quien acordó que nos viéramos aquí. Ruedo los ojos —. Entonces, ve y haz tu trabajo.

—Solo cinco minutos más.

El Chico de las 6:30pmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora