Capítulo 39

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Es mentira, es mentira, es mentira.

No puedo creer que por un segundo haya pasado la posibilidad de que... Oliver no me guste. He sentido todo lo contrario en los últimos días, tengo muchos viajes en tren, demasiados besos que dirían lo contrario, y yo quiero creerle a la pequeña chispa cálida que aparece en mi pecho cada vez que hace algo que me gusta, él es un chico agradable.

¿En dónde quedaría todo lo que he hecho por poco más de dos meses? ¿Pasé todos esos problemas existenciales solo para decir que el chico no me gusta? No tiene sentido, Oliver debe de gustarme, el solo saber que nunca había hecho algo así por alguien más debe ser la explicación perfecta para las idioteces que estoy pensando.

Pero entre más lo pienso, entre más trato de convencerme, me encuentro a mí mismo gruñendo cada vez que quiero contradecirme, porque la verdad, siento que todo lo que dije en mi departamento, mientras Sophie trataba de sacarme unas cuantas verdades, parece que es algo reprimido en mi pecho el aceptar que no sé cómo me siento por Oliver.

Digo, sí, el chico es guapo, amable, y ciertamente, se nota que siente algo por mí, que me valora, pero... no sé, estoy tan confundido. ¿Por qué no me gusta? Es un chico que me ha tratado lindo, y al que le importo mucho, además... se nota que yo realmente le gusto a él.

—¡Agh!

La pierna de Henry me golpea en uno de mis brazos, y de inmediato veo su cabeza asomar por el borde del escritorio, y claramente se ve impresionado al encontrarme escondido, de nuevo, bajo este. No quiero trabajar, me duele la cabeza de tanto llorar, pero... por nada del mundo quería ver a Darrell cuando entrara a saludarnos, porque es la primera vez en toda mi vida que me veo tan mal. Pareciera que alguien paso toda la noche golpeándome el rostro.

—¿Qué haces ahí abajo?

—Solo haz de cuenta que no estoy aquí.

Suspira, y hace a un lado su asiento, para arrastrarse bajo el escritorio, que no está diseñado para dos personas, por lo que después de muchos quejidos, y algunos vanos intentos de acomodarse a mi lado, es que no me puedo encoger más en una esquina, el chico golpea su cabeza antes de poner uno de sus brazos a mi costado, y me mira con preocupación.

—¿Sigues enfermo? ¿Te duele algo? ¿Quieres ir a la enfermería?

Creo que me pone algo ansioso de repente. ¿Un doctor puede curar todas mis heridas psicológicas? Porque si no es así, que me deje seguir muriendo bajo este escritorio.

—Estoy bien — alza una de sus cejas, por lo que solo desvío la mirada —. No tienes que seguir bajo el escritorio para hablarme.

—Ayer dijiste que faltarías, y hoy no te veo del todo bien. ¿Seguro que no sucede algo?

Oh... no. Cálmate, respira con tranquilidad, no quieres volver a llorar, ya te arden demasiado los ojos. Solo... acabo de entrar en el dilema existencial más grande que he tenido los últimos meses, nada que no se pueda solucionar llorando todos los días, sufriendo una parte de estos, y preguntándote en qué momento mi vida se volvió miserable.

—Ya te dije, no me pasa nada — no se cree ni por un segundo lo que digo, y suspira.

—¿Entonces, te gusta esconderte bajo escritorios por diversión?

Henry es estúpido, ya me hizo sollozar. ¿A quién le gusta hacer eso? Por favor, acabo de darme cuenta que no entiendo mis sentimientos, y que no hay razón para todas las cosas que hice por Oliver en los últimos días, y la mejor manera que tiene de hacerme sentir mejor es diciendo algo tan idiota.

—Cállate, eres horrible intentando hacer sentir mejor a los demás — de nuevo, lo que pienso sale ahogado en mis palabras.

—Gracias, ese comentario realmente me hirió — dejo salir una larga exhalación, intentando disculparme, pero lo único que puedo hacer es sonrojarme, porque se ha acercado aún más a mí, para pasar su mano por mi mejilla —. Max, no empieces a llorar y mejor dime qué te pasó.

El Chico de las 6:30pmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora