Me quedé de pie allí recargada en el marco de la puerta de las alcobas de los alquimistas. Agnes trabajaba con una serie de instrumentos e ingredientes dándome la espalda; ya hacía más de seis meses desde que vivía a mi lado y aún me robaba el aliento verla como en ese momentos, tan concentrada que no se daba cuenta de mi presencia.
Sabía que habían logrado varios avances y poco a poco ella se sentía más cómoda entre las filas de la Unión. Algunas veces todavía se entristecía pensando en su familia y en esas ocasiones mi corazón también ser dolía, intentaba estar junto a ella siempre que eso pasaba y poder consolarla hasta que volvía a ser mi tierna y alegre Agnes.
Me acerqué en silencio y dejé la pequeña bolsa marrón en la mesa pero aún ella me ignoró. No fue hasta que la rodeé por la cintura y pegué mis labios a su cuello despejado que reaccionó, sobresaltándose.
—Estás demasiado concentrada mi amor, —susurré a su oído—. Sospecho que ni siquiera has comido aún.
Agnes se enderezó para recargar su cuerpo en el mío, estremeciéndose cuando jugué un poco con su oreja. Se volteó para decirme algo pero antes de que lo hiciera, sus ojos brillaron con preocupación.
—Scar, estás herida, —exclamó en voz baja.
La miré confundida, entonces pasó una de sus manos por mi mejilla y en efecto sentí un ligero escozor. Acababa de regresar de una misión así que lo más probable era que alguno de los disparos me hubiera rosado.
—Uno de esos malditos debió alcanzarme, pero no es nada no te preocupes. —Intenté besarla pero se escabulló de entre mis brazos
—Permíteme curarte antes. —Se movió entre los anaqueles con distintas sustancias.
—Ya te dije que no es nada, ni siquiera me había dado cuenta. Así que déjalo y ven a besarme. —Hice un puchero, al verme echó a reír.
—No hagas drama, solo será un instante y te besaré todo lo que desees. —Regresó frente a mí con varios instrumentos en las mano—. Anda siéntate aquí y no alegues más.
Me subí a la mesa para sentarme y aun riendo dejé que limpiara el pequeño rasguño antes de untarle el ungüento y cubrirlo con una bandita. En el momento que terminó la tomé de la cintura para por fin darle aquel beso que tanto había querido desde que llegué.
Ella respondió el beso pero luego de aquel movimiento su estómago rugió. Agnes se separó algo alborozada.
—Ja, lo sabía, —dije mientras me bajaba de la mesa y me estiraba para tomar la bolsa—. Ten, pasé por una de aquellas hamburguesas que tanto te gustan.
Saqué la hamburguesa que aún estaba tibia así como una cajita con papas fritas
—¡Scar! Se ve delicioso pero... ya engordé como dos kilos nada más viéndola. —dijo divertida.
—No vas a engordar por una simple hamburguesa Agnes. Además, se que has estado entrenando con Drágon así que no corres peligro.
—En realidad es más un ejercicio de energía que de fuerza física.
—Como sea, tienes una figura hermosa Agnes, no tienes de qué preocuparte.
—Solo lo dices porque tú te mantendrás siempre con la misma figura.
—Eso es cierto, por no quiere decir que tú no tengas una figura "exquisita". —Me incliné sobre ella para dejar que mi aliento cayera sobre su cuello, pude ver como su piel se enchinaba. –Y si lo dudas yo puedo demostrarte lo contrario.-
Iba a morder su cuello pero ella me detuvo empujándome un poco.
—Espera, ten cuidado. Recuerda que debemos mezclar primero un poco de tu sangre con la mía antes de que puedas probarla.
Después de varios meses de investigación Agnes y los demás alquimistas habían llegado a la conclusión de que en gran parte su poder estaba envuelto en su sangre. Luego de pensarlo mucho nos dimos cuenta que siempre probaba algunas gotas de mi sangre antes de que yo la mordiera.
Se dieron cuenta que la sangre vampírica funcionaba como un catalizador que "dormía" ese poder para volverla humana y tardaba un tiempo en volver a funcionar. Además claro que en todas esas veces que habíamos intercambiado sangre su mente estaba muy alejada de la intención de hacerme humana.
Agnes se sonrojó y quitó las manos de mis hombros, dándome a entender que había captados esos últimos pensamientos gracias a nuestro vínculo. Enternecida la estreché en mi brazos.
—¿Aún te ruborizas por mí?
En lugar de contestarme ocultó el rostro entre mi cuello y mi hombro. Siempre me divertía mucho esa contraposición en ella misma, mientras minutos antes me había casi obligado a sentarme y dejarla sanarme, ahora se cohibía y se ocultaba de mí.
—Eres tan tierna.
—No te burles... —susurró, arrancándome una carcajada.
—No me burlo, es verdad lo que digo. Lo que pasa es que a veces tu ternura me da risa, pero eso no quiere decir que me burle.
—Eres malvada... me vengaré.
Antes de que pudiera preguntarle a qué se refería sentí sus dientes jugando en mi cuello y tuve que contenerme para no soltar un gemido.
******
Un capítulo un poco largo para inaugurar esta obra, y con algunas escenas disfrutables.
Les prometo que esta obra estará llena de mucha acción y sorpresas. Si no pudieron leer el final de Blue Velvet, aquí les platico que Red Velvet ya está terminada, solo tengo que irla editando mientras la subo.
¡Sean felices!
ESTÁS LEYENDO
Red velvet (2° parte de Blue Velvet)
VampireEn un mundo donde vampiros y humanos han llegado a una convivencia pacífica en igualdad de condiciones, se creó una droga llamada "Desmodontinae" conocida simplemente como "Píldoras" se trata de una droga que otorga momentáneamente a los humanos las...