23.- La cura

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El dolor en mi pecho era ya una constante a la que no podía escapar, pero sabiendo que ahora estaba a salvo en la Unión, rodeada por aquellos que quería, y que ellos mismos estaban a salvo ahora, lo volvía más llevadero

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El dolor en mi pecho era ya una constante a la que no podía escapar, pero sabiendo que ahora estaba a salvo en la Unión, rodeada por aquellos que quería, y que ellos mismos estaban a salvo ahora, lo volvía más llevadero.

Además, me alegraba mucho saber que Agnes había vuelto a reunirse con su familia y confiaba que entre los tres y los alquimistas de la Unión podrían descubrir qué era aquello que me atormentaba y poder eliminarlo.

Podía escucharlos trajinar a mi alrededor y en la parte más profunda del cuarto; a cada rato Agnes venía a mi lado a preguntarme cómo seguía y a darme mimos aunque su madre la reprendió un par de veces y le dijo que se concentrara. También me sacaron sangre varias veces, para poder revisarla supongo.

Yo tenía que concentrarme para no gritar o moverme demasiado cuando el dolor me atacaba: no quería perturbar a Agnes o distraerlos demasiado de sus pruebas. A pesar de que me habían dado algunos tranquilizantes y tanto Dragon como Dust me habían proporcionado sangre (No me animaba a alimentarme de un humano pues, aunque su sangre sería más nutritiva, podría dañarlo si me acometía el dolor durante la mordida), ni el hambre ni el dolor parecían remitir.

Durante el último ataque pude sentir la mano de Agnes limpiando el sudor de mi frente y acariciando mi cabello, lo cual era bastante tranquilizador en realidad pero no quería que su madre volviera a regañarla. Sin embargo para cuando pude abrir los ojos me di cuenta que todos me rodeaban: su familia, mis compañeros e incluso mi maestro estaba presente.

—¿Ocurre algo malo? —Instintivamente tomé la mano de Agnes

—Al contrario, me parece que hemos logrado dar con el antídoto —me dijo Marie—, pero no será tan fácil, pues te inyectaron un veneno creado para afianzarse en el anfitrión hasta su muerte.

Tragué saliva antes de asentir.

—Una vez que el antídoto debilite el veneno, deberemos arrancarlo de tu sistema mediante energía alquímica —dijo entonces Elías— Hemos pensado que los que mejor podemos hacerlo somos mi madre y yo pues tenemos las capacidades y la fuerza para hacerlo, además de que mi hermanita podría dudar al momento de causarte dolor y eso solo alargaría tu sufrimiento.

Suspiré, vaya que nada de ésta epopeya iba a resultar sencilla. Apreté un poco la mano de Agnes para terminar de darme valor

—Adelante, hagan lo que sea necesario —susurré.

—Hay otro detalle, dos en realidad. El primero es que es una intervención difícil, necesitarás energía para poder resistirlo, además de un vehículo para que el anti veneno llegue al corazón. Creemos que el vehículo perfecto es la sangre y eso también te dará algo de la fuerza que necesitas para resistir.

—Usen mi sangre —intervino entonces mi maestro con su usual voz pausada— La sangre de un maestro vampiro es poderosa, es la mejor opción.

Marie asintió.

—Eso nos deja con el segundo detalle de la intervención y es que, si de por sí el veneno se resistirá a que lo retiren si a eso le sumas tu resistencia a nuestro poder el trabajo será más difícil.

—Entonces no tengo que resistirme —aseguré más que pregunté

—Tendrás que confiar en nosotros y permitir que nuestra energía fluya sin objeciones en tu cuerpo —habló Elías entonces—. Y creo que, luego de todo lo que ha pasado, tu confianza en nosotros no sea tanta o tan fácil.

Elías tenía razón, no me sería tan fácil confiar en ellos luego de lo que le habían hecho a Agnes, pero había alguien que sí tenía mi entera confianza. Clavé la mirada en ella, quien además los conocía de toda si vida. Agnes asintió una vez, aunque sus ojos se veían llorosos y cansados.

—Lo haré, no me resistiré —asegure.

—De acuerdo, lo prepararemos todo y actuaremos inmediatamente después del siguiente ataque —dijo Marie con firmeza, ahora entendía también de dónde había heredado Agnes esa estricta faceta alquimista.

No pude ocultar la sonrisa ante ese pensamiento, Agnes se inclinó para besar mi frente.

—Todo estará, bien mi amor —me susurró.

—Sé que lo estará.

Mi cuerpo se tensó entonces ante la nueva descargar, volví la cabeza para que ella no viera el dolor reflejado en mis ojos y la escuché moverse de regreso junto a los suyos. Ahora debía confiar en que esta fuera la última ronda de dolor.

—Es el momento, dale tu sangre inmediatamente, Einnar, debe entrar la mayor cantidad posible en ella —escuché levemente a Marie hablando.

Justo cuando el dolor comenzaba a remitir y me permitía volver a respirar, pude ver que le inyectaban a mi maestro una sustancia ambarina en el brazo. Con su movimiento sobrenatural en cuanto le sacaron la jeringuilla él ya estaba a mi lado con la muñeca abierta y su rica sangre entrando en mi sistema; en efecto había un sabor curioso entremezclado con su sangre.

Bebí ávidamente, deseando por fin la culminación de todo aquel suplicio. Bebí hasta que, por ese vínculo sanguíneo, me di cuenta que mi maestro comenzaba a debilitarse (muy ligeramente en comparación a su tremenda fuerza usual) entonces cerré la herida con mi lengua.

En cuanto mi maestro se retiró, Elías y Marie aparecieron un a cada lado. Podía sentir ya el cosquilleo del anti veneno fluyendo en mi cuerpo.

—¿Estás lista? —me preguntó Elías. Lo miré un momento, luego a Marie antes de cerrar los ojos.

—Lo estoy.

Sentí que Elías ponías sus dos manos sobre las costillas de mi lado izquierdo, a su vez Marie las colocó arriba y casi en medio de mi pecho. Sus manos se sentían cálidas y casi pude sentir la energía tibia que emanaba de ellas. Un suspiro después llegó la enorme presión que salía de sus palmas hacia mi interior.

Solté un jadeo mientras le energía entraba y salía como si estuviera exprimiendo mi corazón, aunque intenté mantenerme lo más quieta y relajada posible de manera que no perturbara el trabajo de los alquimistas, era bastante difícil.

Me fui dando cuenta de que las compresiones tenían un ritmo marcado, por lo que pensé que lo mejor que podía hacer era seguir el mismo así que concentré mi mente solo en que mi respiración siguiera ese ritmo. Había un ardor molesto que iba apareciendo y creciendo desde mi pecho y por mi garganta pero no era nada en comparación con el dolor que había estado sintiendo anteriormente así que no luche contra él, forzando a mi mente a considerarlo en realidad un alivio al intenso dolor anterior.

Cuando acoplé mi respiración a aquella presión pude sentir como la energía alquímica comenzaba a recorrer todo mi cuerpo, aunque seguía centrándose en mi corazón. El ardor comenzó a subir entonces de la zona de mi pecho, para cuando llegó a mi garganta aquella horrible sensación como de náuseas volvió a mí, aunque sin el mareo.

—No aguanto, voy a, vomitar... —gemí, pues aunque intentaba resistir lo más que podía me era imposible hacerlo más.

Los dos alquimistas entonces se retiraron, yo me volví intempestivamente a un lado de la mesa donde Agnes ya me esperaba con una gran palangana entre sus brazos. Antes de que pudiera evitarlo comenzó a salir de mi interior una fea sustancia negruzca acompañada de algo de sangre.

Intenté inclinarme lo más posible hacia la palangana para no ensuciar a Agnes ni a nadie más a pesar de las arcadas que dominaban mi cuerpo.

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Hola lectores bonitos, ahora solo quería decirles que este es el penúltimo capítulo, solo falta uno, el extra y el epílogo. ¡Muchas gracias por todo su apoyo!

Red velvet (2° parte de Blue Velvet)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora