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Entro a mi cuarto en mi hotel. Me doy una ducha, han pasado demasiadas cosas en cuestión de horas y lo único que quiero es despejar mi mente.

Pienso que lo mejor será pedir servicio a la habitación, pero mi mente se empieza a inundar de pensamientos nostálgicos: la gira comenzará en Guadalajara y seguirá por algunos lugares de la República, para después ir por Estados Unidos, Sudamérica y uno que otro país de Europa. Sin duda, esta es la más grande gira de mi carrera, hasta ahora. Pero me abruma. No sé que pasará, cómo me recibirán, y si tendré enfrentamientos como el de hoy. 60 conciertos en total. La incertidumbre...

Me doy cuenta de que pensar esto no me hace ningún bien y llego a la conclusión de que estar encerrado solo en un cuarto de hotel no es la opción.

Para rematar, tomo mi celular y tengo miles de notificaciones. Mis redes sociales están explotando, lo que me hace pensar que lo de Alejandra ya se supo. Además, Jaime me está buscando con insistencia; mi mamá está preocupada y tengo una llamada perdida de un número desconocido. ¡Basta! Haré lo que me aconsejo Arturo, me daré un respiro. Es por eso que decido que a la única persona que contestaré es a mi mamá para tranquilizarla, después de eso, saldré sin celular.

Salgo del hotel y comienzo a caminar. La Ciudad de México tiene el poder de impresionarme siempre. Es tan impredecible, siempre hay algo nuevo que ver y que hacer. ¿Qué sorpresas me puede traer hoy? Hace mucho que no hago esto, pues salir a cualquier lado con Jaime implica cero privacidad. No podemos darnos escapadas así, pues ya tenemos paparazzis encima queriendo tener la premisa de cualquier movimiento que hagamos. Así que estar solo y sólo dar un paseo por ahí, sin tener un compromiso agendado, ni personas a mi alrededor, es todo un lujo para mí.

Camino calle abajo y me dejo llevar por mis pies. Llego a la calle Venustiano Carranza, y sigo en dirección contraria de los coches. De repente me doy cuenta de que me conduzco a un lugar icónico en la ciudad: la churrería el Moro. No tengo mucha hambre, pero sé que puedo comer algo como botana; unos churros no estarían mal.

Llego al lugar, hay poca gente formada, lo cual es algo inusual, pues este lugar siempre está a reventar. Voy a pedir para llevar, así que pido unos moritos que básicamente son churros cortados en pequeñas porciones. Me los dan y sigo con mi camino. Los voy disfrutando, son una delicia. Me distraigo tanto con ellos que no me doy cuenta ni en dónde estoy. La ciudad siempre será uno de mis lugares favoritos, pues uno se puede perder fácilmente por sus calles y no sentirse abrumado por encontrar una salida o una manera de regresar al camino que estabas tomando. Hay tanta diversidad que es asombroso.

Cuando me doy cuenta, llevo 20 minutos caminando, la verdad me ha parecido nada.

Sin embargo todo cambia cuando llego a la plaza de la Ciudadela. Mi mundo da todo un giro cuando volteo la mirada hacia un puesto de periódicos y lo veo...

Lo veo y no lo creo, a pesar del paso de los años, sigue teniendo esa carita de niño, tan dulce con ojos tan indulgentes que hacen que te pierdas en ellos, que te hipnotizan y te hacen no querer ver otra cosa. Su estilo siempre pulcro: camisa blanca y jeans negros, logra verse casual con todo y su pose... nadie podría resistirsele...

Recuerdo hace unos 3 años atrás, cuando mi padre decidió sacarlo como tema de conversación por primera vez desde que en la familia hicimos un pacto no hablado ni escrito de no mencionarlo más, pues todo había terminado entre nosotros y no quería retomar ese tema. Fue algo sutíl... Llegué a la casa de Oaxaca después de haber estado fuera dos meses. Mi mamá me recibió y después de comer su comida que ya extrañaba, me dijo que en el estudio de Eduardo había correspondencia acumulada para mí. Normalmente, no hago mucho caso a eso, pues prefiero dejarlo en manos de Arturo, pero como me dijo que había cartas de Unidos y de mi papá, no pude no ir a checar.

Me quedé un rato leyendo entretenido y divertido lo que la tropa contaba. Sus aventuras eran algo extrañaba. Después siguió la correspondencia de Audifaz. Me llamó la atención pues eran dos cosas: una revista con una nota y un sobre. Me decidí ir primero por la carta, pues la revista no llamaba mi atención a primera vista. Luego de reir y llorar (un poco) con ella, agarré la revista. Mi corazón se detuvo al instante de leer el recado. Audifaz me mandaba la revista Quién porque en esa edición hicieron su ya popular artículo Personajes que transforman a México, y, aunque en la portada salían dos actores, un influencer, una diseñadora y un chef, lo importante es que Temo, el mismísimo Cuauhtémoc López Torres tenía una página entera dedicada a él y a su gran trabajo como joven escritor muy aplaudido por el país, que de igual manera, estaba cautivando diferentes partes del mundo.

No pude evitar derramar lágrimas acompañadas de grandes sonrisas... Temo lo había logrado ¡Claro que lo había logrado! Uno de sus más grandes sueños y metas se cumplió... estaba llegando lejos... mi corazón, mi alma, mi ser no podía estar más orgulloso en ese momento... Aunque no podía decirle nada. Ni una palabra de felicitación.

Y ahora, mucho tiempo después, en Ciudad de México, me encuentro de frente a un cartel anunciando la presentación de su segundo libro... con la suerte que me cargo, la presentación es hoy mismo, de hecho, empieza en quince minutos, y la casualidad no acaba ahí, pues el lugar del evento está a unos pasos de mí: la Biblioteca CNCA.

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¡Hola, de nuevo! La deliciosa foto pertenece al Instagram oficial de la churrería: churreriaelmoro.
¿Alguna vez han tenido la oportunidad de comer churros de ahí? Son muy buenos 😋. Espero esta historia les esté gustando tanto como a mí escribirla.

El corazón a veces se equivoca [Aristemo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora