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Nos llenamos de miradas morbosas y mentes cerradas,

Dejámos que nos miraran mal cada que nos besábamos

Sentíamos lástima de que no podían saber lo que era amar de verdad, como tú y yo

No dejemos que todo sea en vano, no me dejes de querer, te lo ruego

"No me dejes de querer", El corazón a veces se quivoca, track 11

Temo se ha ido de nuevo y vuelvo a estar solo. Pero me siento bien, ya saqué todo lo malo de mi ser. Sus palabras se quedan conmigo y comienzo a recordar algunas cosas. Yo había prometido cuidar a Temo, velar por sus sueños y por los míos; es por eso que cuando se fue a la ciudad, di todo de mí para hacer que todo funcionara.

Por alguna razón, no me extraña que se sintiera ahogado. Ahora estoy cansado de estar furioso porque él haya continuado sin mí. Me quedo donde estoy un poco más, dejando que él se aleje de mi genuinamente. Después, me preparo para buscar un taxi y, por fin, irme al hotel, tal vez dormir un poco antes de regresar a la locura que es mi vida.

Es la una de la mañana, casi no hay personas; me dispongo a caminar. Me meto a una calle y sin querer llego a la Sala Corona. Hay un concierto y es una fortuna que desde la puerta se escuche la música tan nítidamente como si yo estuviera adentro. Me llama la atención que empieza a sonar la intro de una canción que conozco bien: 

Dame de tu vida y de tu tiempo, suficientes para ver, dentro de tus ojos el momento que me obligue a renacer, dame vida y dame aliento que yo ya perdí el conocimiento...

De pronto recuerdo exactamente el motivo por el que elegí la música; es sentir cómo la piel se te eriza al escuchar los primeros acordes de tu canción favorita, cómo tu mente recuerda un momento exacto y te lleva a un viaje por el tiempo con la música correcta, cómo una canción te puede recordar a la persona que amas como si el tiempo no pasara... de la nada me doy cuenta de que hay una sonrisa en mi cara, me siento bien, feliz, de hecho.

Estoy muy concentrado en la canción, Jósean Log es uno de mis favoritos y su voz me hipnotiza; cuando detrás de mí escucho la voz de Temo y esta vez es de verdad, no lo estoy imaginando; no entiendo bien lo que está pasando, yo lo había dejado ir y ahora está aquí, llamándome.

Parece que corrió porque está jadeando. 

-¡Ari! Pensé... pensé que te había perdido. Regresé al lugar donde te dejé y ya no estabas.- toma aire.- Creí que tendría que tomar un taxi para alcanzarte. Sé que sonará egoísta y más después de todo lo que dijimos pero... no podía, no podemos dejar todo así. No me creo capaz de volver a pasar por mismo. Tenemos que despedirnos de otra manera... Quiero que lo resolvamos... pero necesito dos cosas: mucha paciencia... y un café.

En cuanto Temo dice eso me saco un buen de onda, es decir a esta hora ¿qué café estará abierto? Obvio, él ve mi cara y sabe lo que estoy pensando, así que sólo se limita a reír un poco y negar con la cabeza para agarrar mi mano y de nuevo, como en toda la noche, conducirme hacía un nuevo lugar.

Regresamos por la Glorieta de Insurgentes para salir a la calle Marsella y doblar en la esquina con Havre, no sé donde estoy así que me dejo llevar. Llegamos a un edificio gris, casi sin chiste por fuera. No sabía lo que hacíamos ahí, obvio estaba cerrado y por dentro se veía que las luces están apagadas, pero esta noche es de sorpresas por parte de Temo y así es porque no tarda en tocar la ventana con sus nudillos. Lo hace dos veces seguidas, pausa y lo vuelve a hacer, como si de una clave se tratara y alguien acude a la puerta.

Un señor nos abre, saluda a Temo y nos deja pasar. El interior es bonito, muy hipster, como toda la zona, me quedo embobado viendo todo cuando me doy cuenta de que en la barra del local, Temo ya está sentado, hablando con el señor. Voy a su lado, me siento y Temo nos presenta. Se llama Rodrigo y a veces se queda unas horas después del cierre. Nos cuenta un par de anécdotas mientras nos prepara el café y calienta un pan para cada uno. Nos sirve y se va hacia la cocina, para danos privacidad, dice.

-Temo, estoy muy sorprendido, conoces a media ciudad. Te adoran, siempre hablan maravillas de ti, lo cual no me sorprende, siendo tú...- digo mientras se enfría un poco el café para darle un sorbo.

-¡Aay ajá, Aristóteles!- ríe- es una historia muy... bueno, algo triste, que luego te contaré.

Y de pronto los dos nos sumergimos en un silencio un tanto incómodo, cada quien con sus pensamientos. Después, Temo comienza a comer un poco de su pan y yo hago lo mismo. Está tan rico que necesito compartirlo con él, con señas le hago la invitación y él me ofrece del suyo para hacer un pequeño intercambio. Parece que él no tiene prisa por hablar y yo sólo me quedo disfrutando del silencio y su compañía, quisiera detener el tiempo justo aquí y ahora, estamos siendo felices sin interrupciones, no necesitamos nada más... pero sé que es imposible.

Terminamos de comer y nos queda un poco menos de la mitad de nuestras tazas y es cuando Temo decide que ya es hora de hablar.

-Al principio, a mí también me sacó de onda el cómo me sentía contigo. Es decir, éramos Aristemo, estábamos acostumbrados a pasar casi todo el día juntos ¿por qué en la distancia me sentiría así, asfixiado por ti? Pensando, encontré algunas razones obvias: el estrés escolar, el estar distraído por pensar en ti, el que la distancia si estaba cambiando nuestra relación por más de que lo quisiéramos negar... no sé... ¿tiene sentido para ti?

-Nada tiene sentido para mí.

-Lo sé. El punto es que, al no encontrar una solución, me estaba enojado con todos, con el mundo. Hasta que Karla se dio cuenta y me canalizó a psicología. Ahí, conocí a Brenda que me ayudó muchísimo a liberarme de tantas inseguridades y miedos y cosas que, sin saberlo, llevaba mucho tiempo cargando. Ella también había ayudado a Martín con su confianza en si mismo.- Claro, el señor perfecto tiene que salir en la conversación.- Poco a poco fui cambiando, aprediendo y sanando y mis relaciones mejoraron un 100%. Pero ya era algo tarde, tú ya no estabas ahí... y yo ya no tenía ningún derecho de buscarte; nuestras vidas no podían ser más diferentes que cuando teníamos 18 años. Nos habíamos perdido, era doloroso, pero también, un hecho.

No sé cuando, cómo ni por qué pero de pronto estoy llorando. Las palabras de Temo llegan hasta lo más profundo de mí. El pensar en que todas esas veces que me la pasé pensando en él, él también las ocupaba pensando en mí....

No me da pena llorar como un niño delante de Temo.

Delante del puto mundo entero.

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¡Hola! Pues ¿qué les puedo decir? Estos dos ya se debían un café para platicar real y calmadamente. De nuevo, la foto de la Panadería Rosetta es del usuario de Instagram fragmata, si pueden/quieren, vayan a darle amor. 

El corazón a veces se equivoca [Aristemo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora