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Arturo y yo tenemos muchas reglas, pero hay una que es la de oro: los sentimientos van primero, los negocios después.

Es por esta razón que él no me presiona cuando se trata de mis paros creativos, o cuando se arman revuelos de amoríos o Jaime. Él se encarga de mi imagen pública, pero me deja resolver mis propios líos amorosos. No opina, no juzga, no prohibe. Es lo que más le agradezco, es un amigo para mí.

Tal vez es por eso que nunca me percaté de lo difícil que es para él ir sacando a flote mi carrera, vaya que se la he puesto algo complicado.

Cuando llegué a su oficina con los demos de El corazón a veces se equivoca, lo primero que pensó es que le llevaba más problemas. Fue una gran sorpresa para él cuando saqué el material y lo fuimos escuchando, canción por canción.

-¡Vaya, Ari! Ahora sí que de verdad me sorprendiste. Yo pensé que te habías rendido, ya estaba pensando en qué más hacer para sacar esto adelante o si de plano quedarnos con las últimas ganancias y despedirnos.

-No, Arturo, la esperanza no se acabó conmigo.- dije con una sonrisa.

-Pues que bueno, y felicidades, ahora estoy seguro de que Aristóteles ha encontrado su estilo, su sonido, algo real... ¡wow, Ari! Lo que sea que haya pasado en este tiempo de total silencio para ti, funcionó. Me cae que este disco será todo un éxito.

-¿No crees que la disquera tenga algún problema? Quiero decir, estoy consciente que tardé bastante en sacar estas letras nuevas.

-No, no, para nada. Ya he hablado con ellos, les encantará, ya verás. Es algo muy... no sé cómo decirlo... ¿catártico? Hasta yo lo siento así. Además, sólo han sido dos meses de silencio, nada grave. Tu primer disco se sigue vendiendo y tus admiradores siguen aquí, muy al pendiente, por cierto ¡No se cansan de ti!

Me sentía algo apenado con Arturo, sé que es parte de su trabajo, pero siempre salía en mi defensa, incluso cuando yo sabía que no lo merecía.

Él me descubrió, siempre ha sido la primera persona en ver mi talento. Fue en uno de esos típicos eventos pequeños en los que solía presentarme.

Me abordó con tarjeta en mano y se presentó. De inmediato comenzó a prometer discos, éxitos, cosas; fue el momento en que mi mamá y yo nos sentamos a pensarlo.

Después de una semana, firmamos contrato con él. Y después de unos días, consiguió que firmaramos con la disquera.

Desde entonces, trabajamos con Luisa, una mujer que lidera en el estudio de grabación; es muy buena, sabe lo que hace y me ayuda a sacar todo lo que traigo dentro.

En ese momento, mi corazón se vació y se llenó de música. Fue un proceso súper intenso.

Cuando menos lo esperé, ya me encontraba en mi primera pequeña gira: fui telonero en 10 conciertos en México. Fue algo agotador, pues no estaba para nada acostumbrado a ese ritmo tan agitado de trabajo. Me sentía constantemente cansado... y extrañamente solo.

Pronto comencé a aislarme un poco del mundo. No convivía demasiado con mis músicos, me refugiaba en mi mismo. Mi mamá fue la primera persona que se preocupó. Intentó acercarse a mí, preguntó mis razones, pero cada vez que lo hacía yo ponía una extraña barrera entre los dos.

Ella con todo su amor, decidió darme espacio y tiempo. Nunca me cansaré de agradecérselo, pues en mi peor momento, sólo recibí comprensión de su parte.

Yo estaba muy vulnerable, y la prensa me atacó de nuevo.

Una noche, después de un concierto, Arturo mandó cerrar el bar del hotel para mí y los músicos. Ellos no son precisamente mis amigos, pero nos llevamos bien, nos une la música y de igual manera, nos entendemos a través de ella.

Pero un reportero de VICE México se quedó con nosotros.

La peda estaba buena, la música, las botanas, hasta yo me empezaba sentir feliz. Pero este reportero, al verme un poco "happy", comenzó a hacer preguntas comprometedoras.

No me molesta hablar de mi orientación sexual, pero soy consciente de que no es algo que me define; es decir, yo soy mucho más que "el artista gay". Y me molesta que los reporteros hagan preguntas morbosas como si fueran a exponerme o exhibirme ¿Güey, exhibirme qué? Ya lo dijo Juan Gabriel, lo que se ve no se pregunta.

Intento quitármelo de encima diplomáticamente, pero él insiste.

Arturo se da cuenta de todo y antes de que pase alguna tragedia que pueda salir en primera plana, saca a todos del bar.

La presión que siento en ese momento es tanta, estaba cansado, aturdido por los conciertos, y me sentía señalado, así que después de esto me dan ganas de llorar. Pero decido que no quiero que los músicos me vean así, entonces salgo del bar con las lágrimas amenazando con salir.

Camino sin saber a donde, pero no es hacía mi habitación.

En la recepción me encuentro con Ángel, un chavo interesante, el actor del momento. Me ve y me saluda. Se acerca y me da un cumplido por mis discos. El alcohol en mí hace efecto y actúa por mí mismo, lo beso.

Él me aparta casi de inmediato, pero yo vuelvo a intentarlo. No tardó mucho en corresponderme. Damos la vuelta y cuando menos reacciono, estamos en el elevador subiendo hacía su habitación.

Obviamente, el reportero que fue corrido del bar vio todo. A la mañana siguiente, se hizo realidad el miedo de Arturo: ya me encontraba en primera plana envuelto en el primer escándalo de mi carrera.

La disquera nos llamó casi de inmediato, estaban algo asustados por lo grande de este escándalo. Yo me sentía enojado y avergonzado, realmente había cagado mi carrera y ni siquiera sabía cómo.

Me gané el título de "rompecorazones" y más. Me enfadaba el hecho de que la prensa hacía suposiciones de mi vida sentimental y peor aún, sexual.

Así que en un ataque de rebeldía, les dí lo que querían...

Si querían material para hablar, se los daría. Fue cuando comencé mi periodo real de "perro"; poco me importaba ir a una fiesta y ligarme al más guapo, que nos tomaran fotos y salir en pequeños artículos, ser el tema de conversación del momento y no precisamente por mi música.

Después de tres años llegó Jaime a mi vida. Él es el único al que le he contado cómo han sucedido realmente las cosas. El que sabe de mis pequeños pero significativos ataques de ansiedad al hablar de la gira y del disco que aún no tengo. Sabe de mis ganas de dejarlo todo y renunciar. Sabe de mis miedos... sabe muchas cosas, pero no las entiende, él insiste en que es cuestión de tiempo.

-Mira, guapo. No pasa nada, mañana mismo vas con mi doctor de confianza, que te recete algo para los nervios, yo que sé, unas pastillas y después te relajas en el spa. Yo te hago las citas. Pero tienes que cumplir con la gira, tienes una reputación que cuidar.

Le dije que sí, que iría, pero lo que en realidad quería decirle es que me vale madre mi "reputación", después de todo lo que ya se ha dicho de mí ¿qué más me da?

El corazón a veces se equivoca [Aristemo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora