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Después de dos meses, mi mente pedía respuestas a preguntas que nunca hice en voz alta. Me volvía loco. Necesitaba saber de él.

Un día me armé de valor y decidí aparecer en casa de Susana.

Todo parecía normal, jugué un rato con Sebas, Lupita y Julio; crucé un par de palabras con Axel y platiqué con Pancho. Sin embargo, nadie me mencionó a Temo... por un momento, cruzó por mi cabeza que Temo no había hablado con ninguno de ellos. Pero eso era imposible. Nadie estaría tan tranquilo sin saber de él, además, el problema era yo, no ellos; él rompió conmigo, no con su propia familia.

Volví a ir tres o cuatro veces más. En casa de los López-Córcega siempre había un lugar para mí. Siempre me hicieron sentir parte de ellos, me hacían sentir en casa; no teníamos una relación forzada, ni me sentía fuera de lugar ahora que Temo no estaba... pero dejé de ir a visitarlos... no me hacía ningún bien, además, las respuestas nunca llegaron.

Tenía que dejarlo ir, aprender a soltarlo y si seguía buscando respuestas o culpables o nuevas preguntas, no podría.

De alguna manera, siempre estaría relacionado con esta familia, pues un lazo de sangre nos unía, y había lazos amistosos que también unían a las familias.

Pero yo estaba renunciando a mi sitio en la mesa de la familia López-Córcega... o tal vez, alguien ya me ha sustituido.

El corazón a veces se equivoca [Aristemo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora