Capítulo 27 | El Espía

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8:25 am ~ JUE 26/11/2037 ~ Hospital de Ferndale. Seattle, Washington.

Sarah era una persona bastante introvertida al principio, pero luego mostró sus verdaderos colores, siendo todo lo contrario una vez se sintió en confianza. A veces solía ser algo seria, sí, pero nunca la llegué a ver triste. Ella siempre estaba dispuesta a ayudar y a hacerte reír en caso de ser necesario. Antes de que todo esto ocurriese, Sarah estaba estudiando Ingeniería Electrónica, en la U.C.L.A., en sus tiempos libres, según nos contó Clemence, ella solía jugar fútbol con su hermano menor y algunos de sus amigos, cosa que consideraba un hobbie. Clemence dijo que ella era muy buena jugadora, los amigos de su hermano siempre discutían para tener a Sarah en su equipo... Y entonces, sucedió lo inesperado, y ella se fue. La muerte de Sarah era algo que nos había tomado desprevenidos a todos, era frustrante que, luego de haber sobrevivido a todos esas aberraciones mutantes en el experimento, una simple bala acabase con su vida. Era injusto, pero no estábamos jugando ningún juego, estábamos viviendo la realidad. Hoy, aprendimos por las malas que, el más mínimo error, podía llegar a tener consecuencias inimaginables.

—Fue mi culpa... —dijo Christina, quien estaba llorando mientras desconectaba la máquina de signos vitales para no escuchar ese estruendoso pitido.

—No, no, no... —dije— No fue tu culpa, ni de ninguno de nosotros... Hicimos lo mejor que pudimos —dije, para luego abrazar a Christina, quien no paraba de llorar. Podía entender por qué se sentía culpable, en el fondo también sentía que pude haber hecho más, pude haber estado alerta porque extrañamente sabía lo que podría llegar a suceder.

—En todo caso fue mi culpa —dijo Clemence con la voz un poco quebrada, ella estaba llorando silenciosamente. Me separé de Christina y comencé a hablar.

—No fue culpa de nadie... —hice una pausa— Bueno, del maldito que disparó.

—Fue una mujer quien disparó, llegué a ver su rostro... —dijo Clemence— Debí haberme fijado de su rifle antes.

Comenzamos a salir de la sala, con nuestras miradas perdidas y el ánimo por los suelos. Apenas abrimos la puerta, Alessia, Mia, Mackenzie, Jessica y Barbara comenzaron a preguntarnos qué había sucedido. Yo simplemente negaba con la cabeza, ellas entendieron al instante que había sucedido lo peor. Algunas de las chicas comenzaron a llorar, otras simplemente tenían una expresión de shock en el rostro, mientras lágrimas se deslizaban por sus mejillas.

Juntos, comenzamos a salir del hospital. Pero antes de llegar a la puerta, escuchamos un ruido.

Algo se había caído.

Y había sido aquí, adentro del hospital.

Lo curioso es que todos estábamos aquí, Maxim y los chicos seguían afuera. Clemence y yo corrimos hacia el pasillo del cual veníamos y observamos una puerta cerrándose apresuradamente. Había alguien allí.

Clemence y yo sacamos nuestras armas y comenzamos a caminar sigilosamente hacia la puerta. Luego de unos segundos apuntándole a la puerta, Clemence la pateó y reveló lo que estaba adentro.

Había un soldado de los psicópatas allí. En uno de sus hombros podía observarse una característica insignia con tres letras de color blanco: G.E.O.

—¡No me maten! ¡Por favor! —dijo el asustado soldado. Parecía tener no más de dieciséis años, me daba algo de lástima.

—Tus compañeros mataron a mi mejor amiga, así que... —dijo Clemence fríamente. Ella estaba totalmente furiosa, nunca la había visto así— Dame una razón por la cual no debería devolverles el favor matándote ahora mismo.

Experiment 407bDonde viven las historias. Descúbrelo ahora