Capítulo 7 | Días Grises

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Mackenzie Hilliker

Martes 17 de Noviembre de 2037. 10:48am. Casa de Mackenzie.

Han pasado varios días desde que nos encerramos en el sótano, así que finalmente decidimos salir para ver si ya había terminado el caos; además, necesitábamos recargar nuestras provisiones. Subí por las escaleras de mano y abrí la escotilla de metal que daba al sótano. Atravesé la puerta y las escaleras me llevaron hacia la sala. Se sentía extraño el ambiente, casi podía sentirse la soledad, el vacío. No sé si era idea mía, pero el aire se sentía algo denso, incluso costaba un poco más respirar. Me senté en el mueble, observando como ligeras capas de polvo cubrían la mesa de madera que había en el centro. Moví las cortinas y observé a través de la ventana, sin abrirla. El gas verde ya se había disipado, el cielo estaba nublado, cubierto de nubes grises. Abrí la puerta y a mitad de la manzana, en todo el medio de la calle, había una persona que parecía estar paralizada, o algo así. Logré reconocerlo, era el hijo mayor de los vecinos del frente, aparentemente él estaba huyendo del gas, pero evidentemente no tuvo suerte, no tuvo salida, el gas la alcanzó estando tan cerca de llegar a su casa.

—Pudimos haber sido nosotros... —dijo Jessica, parecía algo asustada.

—Pero no lo fuimos... —dijo Chris— Estamos bien —él puso sus manos sobre sus hombros, ella pareció tranquilizarse.

—¿Y ahora qué haremos? —preguntó Barbara.

—No sé, deberíamos quedarnos aquí... —hice una pausa— No debemos llamar mucho la atención, esos soldados podrían estar por allí.

—De todas formas, tendremos que ir cada cierto tiempo a comprar comida en el supermercado del Walmart —dijo Nick.

—Ahora que lo pienso, dudo que haya alguien a quien pagarle así que... —dijo Jessica— Creo que no tenemos otra opción que robar.

—Cierto, es muy probable... —dijo Barbara— Pero, no podemos hacer otra cosa.

—De todas formas, aún nos queda comida como para una semana en toda la casa, del agua no creo que debamos preocuparnos —dije.

—Bueno, si me necesitan estaré escuchando música, al fin probaré los audífonos nuevos —dijo Nick.

—Ya me extrañaba que no lo hubieses hecho —dijo Chris.

Busqué mi teléfono para ver si aún había señal, afortunadamente si había, parece que el mundo no se había ido a la mierda todavía. Comencé a revisar mis redes sociales para ver quién estaba en línea, luego recordé que probablemente somos las únicas personas que no estaban paralizadas. Por alguna razón, cuando intentaba acceder a contenido internacional, no me dejaba acceder. Trataba de actualizar el muro en Facebook, pero tampoco me dejaba.

Que extraño.

Observo a Chris, está jugando con una pelota de goma, lanzándola con su mano derecha repetidas veces contra la pared, veo que a su lado estaba un iPad cargándose, debe ser el suyo. Al mismo tiempo que jugaba con la pelota, estaba comiéndose un pedazo de pan dulce.

Nick seguía escuchando música, me dijo que estaba escuchando Champains de Marina Diamandis, era una canción bastante vieja. Jessica por su parte, estaba muriendo del aburrimiento y sin más nada que hacer además de estar sentada en una silla, su teléfono se estaba cargando así que ella estaba literalmente observando el techo, mientras se comía uno de los panes dulces que habían en la cocina. Barbara creo que había ido a la cocina, probablemente esté buscando uno de esos panes dulces. Yo estaba acostada en el mueble, con mi teléfono a mi lado, con la esperanza de que alguien me escribiese, con la esperanza de saber que no somos los únicos que no están congelados, con la esperanza de que no estábamos solos en el mundo. Y claro, lo más importante: También estaba comiéndome un pan dulce.

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