Capítulo 2.

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Si había alguien que Tae Min creía odiar, ese era su a Yun Ho, su padrastro, y no porque el hombre no lo quisiera, o fuera la versión masculina de la madrastra de Cenicienta, sino por todo lo contrario, porque éste solía preocuparse demasiado por lo que él hacía, aunque el adolescente nunca lo creyó real, porque en lo único que podía pensar era que si hacía eso se debía a su madre, para darle una buena imagen a ella.

Algo que tampoco amaba Tae Min, era cuidar de sus hermanos, ya que Min Ki, su hermano de siete años y Jung Woo de cinco, para él sólo representaban un límite, porque no podía salir de casa por cuidarlos, o invitar a sus amigos porque a su mamá no le gustaba, decía que eran una mala influencia para los niños, y no era que se pasara llevando a cuanto conocía, sino sólo a Min Seok, su mejor y único amigo, sin embargo, su madre no era feliz con eso.

Podía escuchar los gritos de su mamá desde la planta inferior, los cuales lo obligaron a despertar, porque ésta no dejaba de insistir en que bajara a desayunar si no quería que la comida se enfriara, por lo que refunfuñando apartó las mantas de su cuerpo, sintiendo la diferencia de temperatura, y se obligó a levantarse, caminando hasta el baño para cepillar sus dientes y lavar su rostro.

Ni siquiera el agua le ayudó a estar completamente despierto, porque cuando se sentó en el comedor, a pena y podía prestarle atención a su alrededor, y tampoco quería hacerlo, ya que sus hermanos estaban jugando entre ellos y con la comida, Na Ra y Yun Ho conversaban de un tema que no entendía, por lo que sólo se dedicó a comer, odiando cuando su madre se empeñaba en aquellos desayunos familiares, ya que lo obligaba a despertar temprano y no podía decir que realmente había interacción entre todos.

—Tae Min —la voz de Yun Ho llegó desde al frente —¿cómo han estado las clases?

Bufó dejando de picar los huevos revueltos con jamón que su madre había preparado en esa mañana y vio al hombre, demostrando que prefería cuando era ignorado.

No es de tu interés.

—Bien.

—Me alegra es...

—Terminé de desayunar.

Luego de eso se levantó de la mesa y no le importó si su madre le ordenó que permaneciera sentado ya que no había terminado de comer. Subió a su habitación, tomó una toalla y se metió a bañarse, ya que él prefería no pasar en casa, quizás salir con Min Seok estaría bien, o reunirse con Jong In, aunque últimamente ya no le gustaba mucho estar con él, porque sentía que estaba volviéndose demasiado cursi a su parecer, y él no quería a un chico que le profesaba su amor las veinticuatro horas del día, le cansaba.

Cuando terminó de bañarse fue a su habitación, colocándose uno de aquellos pantalones cortos blancos que su mamá odiaba, junto con una camiseta del mismo color sin ningún estampado, y un chaleco de cuero negro que fue un regalo de Min Seok, y finalmente un par de botas negras; con respecto a su cabello, lo desenredó y luego despeinó un poco para tener una imagen un poco más rebelde, haciendo una mueca al ver el color de éste, creía que el tono miel le hacía verse más niño, tal vez necesitaba cambiarlo a negro, así su madre no estuviera de acuerdo.

Al estar listo, tomó su móvil y lo guardó en el bolsillo de su short junto al juego de llaves, listo para salir, no quería quedarse al día familiar, aunque sabía que todo empeoraba en la noche, ya que su madre lo más probable quedaría en casa, y cuando iba en la mañana a trabajar al igual que Yun Ho, dejando a sus hermanos a su cuidado, y cuando él no estaba estos se quedaban con una vecina.

Salió de su habitación, y cuando estuvo casi por bajar las gradas escuchó su nombre, haciendo que rodara los ojos y apretara sus dedos alrededor del pasamanos, ¿por qué no lo podía dejar en paz?

Encanto letalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora