34. Yo estaré aquí para atraparte.

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Mientras los dos caminábamos juntos hacia el parque para pasar el rato antes de ir a casa, pude notar la mirada atenta de Diego en mí. Parecía asegurarse de prestar especial atención a donde yo caminaba.

-No tienes porqué hacer eso-intervengo: sabía que soy propenso a los accidentes, pero no creo que sea necesario cuidarme todo el tiempo.

-¿Hacer qué?

-Vigilar cada uno de mis pasos-rio, encogiéndome de hombros para lograr hacer que dejé de importarle. Pero no parece funcionar como yo lo deseaba.

Con esto en mente, seguí andando por el camino rocoso del parque. Pensando en lo torpe que debía ser para tener tantos cuidados de mi novio, que aunque en realidad era un gesto lindo de su parte, parecía agotador tener que prestarme tanta atención. Con un paso en falso, Diego pudo atraparme justo a tiempo cuando casi choco cara a cara con el suelo por una insufrible griega en la vereda.

Quizás deba ser yo el que ponga especial atención a donde camino.

-Con que no tenía porqué hacer eso-se burla Diego, carcajeandose por tener razón. Sonrío perezosamente y lo empujo con suavidad-. ¿Todo en orden?

-Sí, sí. Estoy bien. No es como si casi muriera o algo así.

Diego sacudió su cabeza ligeramente con una pequeña sonrisa en el rostro, antes de retirar su agarre sobre mí.

Poco después llegamos al parque sin interrupciones de grietas en la acera o ramas caídas en el suelo. Cuando finalmente estábamos dentro, nos dirigimos silenciosamente hacia los columpios; fue un acuerdo tácito de que ahí es donde estaríamos gastando tiempo, porque es el único sitio en el que podemos jugar sin tener que soportar miradas raras por nuestra edad.

-No deberías cambiar tu estilo por caerle bien a mis padres- reprendí ligeramente-. Eres perfectamente capaz de gustarles sin tener que usar... eso.

-¿Qué tiene de malo lo que tengo puesto?- No cambié mi estilo, sólo intenté vestir... 'formal'. De verdad, de verdad quiero ser considerado bueno para tí.

-No es necesario-le recordé, deslizándose en mi propio asiento-Papá ya está cautivado con tus encantos-, bromeo, con una sonrisa divertida que me adornaba rostro-. De cualquier modo, eres muy lindo vestido de cualquier forma. Ni siquiera yo puedo lucir un traje como tú.

Diego se sonrojó ligeramente ante mi cumplido soso.

-Oh, calla- respondió-. ¿Y alguien puede lucir un traje como yo?

-Nadie que yo sepa-dijé bromeando. A pesar del tono en broma, lo decía en serio. Diego tenía ese don, el don de la belleza y a su vez, también era muy bueno no sabiéndolo. Eso definitivamente le sumaba puntos.

-Entonces, ¿de que debería hablar durante la cena?-Diego preguntó nervioso, pero no con dureza-, no quiero decir nada que no debería o... peor, que les moleste.

-Wow, wow, wow, wow. Detente-intervengo, agitando la cabeza varias veces para darle énfasis a lo que digo-Bonito, de verdad te digo que seas tú mismo.

-No puedo imaginarme cayéndoles bien siendo así-, bromeó, comenzando a balancearse más y más alto.

-¡Pero si eres genial!-defendí mi opinión. Diego se rió, con las mejillas rojas como comenzaba a se costumbre. No me cansaría jamás de mencionar lo adorable que éste era en dichas condiciones-. Te van a amar, lo prometo.

IMPOSSIBLE, emiliaco.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora