30. La fiesta de las gemelas Pérez.

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Escribo a toda velocidad sobre la libreta de Inglés, intentando con todas mis fuerzas acabar el vocabulario que debí hacer de tarea, cuando unas manos se acercan para retirarme varios mechones de la frente, pero estos pronto vuelven al mismo lugar. Sonrío agraciado, no necesito mirar hacia arriba para saber quien es.

-¿Tú... piensas ir a la fiesta de las gemelas?

Dejo de ver la libreta para prestarle un poco de atención, aunque mis ojos sólo le ven por un instante antes de volver a donde habían estado. Sin embargo, suelto el lapicero y muevo mis dedos intentando desentumecerlos.

-¿Tú irás?

-Sí, creo.

Frunzo el entrecejo-. ¿En serio?

-Bueno, si tu vas conmigo. Para ir juntos, ya sabes.

Mi cerebro intenta sintetizar la información recién recibida sin armar un escándalo por ello. No entiendo el sentido en el que lo dice.

-Es decir, no solo nosotros-agrega-. Estaba pensando en ir junto con Adrian, María y Azul. Elaine y Niko seguro irán juntos.

Ah. Claro, todos juntos. Justo eso pensé.

-¿Te importaría si no acepto?-cuestiono con algo de pena-No tendrás una noche aburrida con tal compañía.

Diego balancea su cabeza, riéndose, y se impulsa con las manos sobre la mesa de roble para sentarse a un lado de mí. Los chicos populares en un pasado me parecían tan molestos, que cuando conocí a los amigos de Emilio creí que serían todos iguales. Y ahora, teniendo a Diego enfrente, con su presencia tan despreocupada y noble, pienso que nunca me he sentido más equivocado. Diego es demasiado increíble para ser igual a cualquiera.

-Vamos, Joaco, ven esa noche conmigo. No quiero ir de lo contrario.

Ha vuelto a usar esa palabra, la misma con la que me cuesta problemas interpretar las intenciones que lo llevan a pronunciar cada cosa.

No tengo muy en claro si a Diego le gusta más mi cabello despeinado, pero suele desordenarlo cada que tiene oportunidad, tal y como en ese momento.

»Entonces, ¿qué dices?

-Ahm, sí. De acuerdo-respondí rápidamente, sólo porque sé que me le he quedado viendo mucho tiempo y sería raro que no pareciera que estaba pensándomelo. En realidad, sólo tenía pensado dormir en casa, ver unas cuantas películas y volver a dormir. Ahora mis planes clásicos de viernes por la tarde se han ido al caño.

Así que actualmente, ahí me encontraba. Tuve suerte de que al entrar me encontrara casi al instante con la mesa donde Diego y todos los demás se encontraban. A su lado estaba Azul conversando con un chico que apenas conozco, frente a él están María y Adrian, peleando como comenzaba a ser costumbre. Por su parte, está Diego con cara de aburrimiento viendo su teléfono celular sin prestar atención a nada. Es absurdo. Él luce espectacular aun cuando ni siquiera desea estar ahí, todo lo opuesto a mí. Viste una camisa rojo oscuro, pantalones negros y zapatos del mismo color. Me doy cuenta de que también ha intentado algo con su cabello pero no le ha resultado, porque desde que se lo cortó, no hace más que quejarse de haberlo hecho.

Es la imagen clara de un niño rico, pero sin las ridículas chaquetas Gucci o relojes caros en sus muñecas. Él no necesitaba nada de eso para resaltar.

IMPOSSIBLE, emiliaco.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora