Lo cierto es que consideré saltar por la ventana del miedo, correr y no volver jamás. Escapar a Cuba con un nombre falso, quizás como Alexis, José, Emilio, lo que fuera. Todo parecía mucho más atractivo que presentarme ante mi jefe y aceptar que estaba hasta los huesos por su hijo supuestamente heterosexual, ni mucho menos sabiendo que éste me correspondía. Tal vez podía vivir del doblaje en otro lugar lejos de aquí, Francia quizás. Se me facilita el idioma... Bien podría llamarme Aleksei. O ir a Rusia, nunca lo he visitado pero eso de las noches blancas suena increíble.
Pero no podía. Supe que debía bajar de las nubes y tomar todo el valor que me fuera necesario para enfrentarme al señor Osorio. Siempre he creído que las cosas suceden por una razón, y esta no podía ser la excepción.
Me vestí tan rápido como pude, lavándome los dientes y tratando de verme lo más presentable posible. Me coloqué mis converse azules favoritos, los clásicos pantalones deportivos y la primer playera que parecía adecuada para lo poco que llevaba, y salí de mi cuarto rumbo al primer piso.
Los nervios me carcomían de sólo pensar en ver el rostro del señor Osorio. Bien podía saber la mamá de Emilio sobre las cosas que ocurrían con nosotros, pero su padre era otra cosa. Él era firme, completamente inflexible. Además de que había estado para mí cuando nadie más lo había estado. Tenía miedo de haberle defraudado a él.
Con las piernas y las manos temblorosas llegué a la sala, pero no había nadie. Me permití ilusionarme pensando que había sido solo una broma de Renata, o que el señor Osorio había tenido que irse por asuntos profesionales. Pero ninguna de esas cosas sucedió así.
Alcanzo a distinguir voces distintas en la cocina, así que con cautela me adentré en ella. Mamá sonríe amable hacía el señor Osorio, a Emilio y su madre. Por el rostro alargado de Emilio, parece estar al tanto de la foto filtrada de ambos. Todos están sentados en el desayunador, tomando la hora del desayuno con los waffles con jarabe de fresa favoritos de Renata.
-Bu-Buenos días-saludo tanto extrañado como nervioso. No me esperaba ver a Emilio ni a la señora Marcos aquí, menos estando en semejante situación.
-Como verás, Joaquín-inicia diciendo el papá de Emilio en vez de saludar y deteniendo el propio de la señora Marcos. Aunque, no parece prestar atención a la mirada fulminante de su ex esposo y besa mi mejilla. Hasta que Osorio se aclara la garganta y continúa:-un beso se filtró en redes sociales.
El señor parece estar molesto, pero de igual forma mantiene la calma. Me mira fijamente, quizá decepcionado, quizá indiferente, pero siempre mirándome con una chispa que nunca he visto en los ojos de nadie más. Él debe odiarme.
Mi mamá se levanta a un lado mío y sirve más café a las visitas. A excepción de Emilio, quien sorbe de vez en cuando del vaso de jugo de naranja enfrente suyo y al cual no ha dejado de mirar cómo si fuera la cosa más interesante del mundo desde que me senté. Mamá me sirve una taza también de café, y vuelve a sentarse, apretando mi muslo con su mano en apoyo.
Aclaro mi garganta por el silencio repentinamente incómodo y decido acabar con él.
-Señor, yo-
-No-me detiene instantáneamente. Haciendo un ademán con su mano que hace incapié a su alto verbal-, no. Ni siquiera digas nada.
-Pero, señor...
-Iré al punto-vuelve a interrumpir, llevándose un trozo del waffle y tomando un corto trago a su café humeante. Poco después, se limpia cada dedo de sus manos pretensiosamente y las comisuras de su boca con una servilleta de manta que mi mamá suele ofrecerle a los invitados.
-No importa la razón por la que ese beso haya ocurrido: impulso, deseo, hormonas, tensión sexual. Me importa un comino-dice con una seriedad que no deja mucho que desear.
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IMPOSSIBLE, emiliaco.
Fiksi PenggemarJoaquín se ha enamorado de Aristóteles Córcega, ¿el problema?: es que él no existe. Y Emilio está ahí para recordárselo.