Prospect Park estaría desértico a estas horas de la mañana de no ser por los empleados que se encargaban de mantener el parque. Normalmente, solía coger por las rutas más separadas de los senderos principales para correr tranquila y pasar desapercibida. Pero hoy no quería hacer lo mismo que siempre.
Las calles y recintos de Nueva York se llenaban todas las mañanas de corredores y deportistas que aprovechaban las primeras luces vespertinas para practicar su hobbie. Los jardines estarían preciosos en esta época del año y podría relajarme viendo las hermosas flores que decoraban las zonas junto al gran lago central.
La tentación me podía. Desde muy temprana edad, empecé a mostrar mis poderes y Nain procuró enseñarme a ocultarlo todo. A no destacar. A ser invisible.
Me educó en casa hasta el instituto, y estuvo a punto de no dejarme estudiar una educación segundaria por temor a que mis poderes se descontrolasen con las hormonas de la adolescencia. Pero mi insistencia era superior a sus miedos. Estaba entusiasmada por conocer a más chicos de mi edad. De estudiar para labrarme un futuro académico. Ser alguien del que mi Nain se sintiese orgullosa.
Desde ese pequeño paso de libertad, mi Nain se dio cuenta que según fuese creciendo iba a necesitar más espacio y libertades. Empezó a mostrarme cada recoveco de la ciudad. No me enseñaba a seguir las calles principales por seguridad, sino que me hizo aprender todos los callejones, escaleras de incendios, edificios abandonados, . . . Lugares donde las grabaciones de las cámaras digitales no llegasen a alcanzarme en caso de emergencia. Me enseñó a como una simple capucha podía hacer de barrera contra los ojos indiscretos. En resumen, saber a desaparecer cuando no querías ser vista.
Solo me mostraba al mundo para dejar ver a la Katherine normal. Máscara que usaba día a día en el trabajo y en las clases de la universidad. Compañera reservada y tímida. Incluso de vez en cuanto hacía como que me tropezaba y caía para dar cierto aspecto de chica que no ha roto un plato. Nain había sido muy insistente en que estudiase comportamientos que no me hiciesen destacar o acciones que creasen momentos incómodos para que nadie se fijase en lo que de verdad hacía.
Y allí me encontraba yo.
Ya había pasado la entrada del parque y ahora me hallaba dubitativa. A unos 20 metros de mí empezaba el camino empedrado que recorría el parque, y bajo mis pies estaba el camino de tierra que mis propios pies habían moldeado después de usarlo cientos de veces. Este atravesaba la maleza y me cubría con los frondosos árboles de miradas curiosas. Era perfecto y estaba estudiado a fondo para que cuando corriese a una velocidad superior a lo normal nadie me viese.
Pero cuanto más pensaba en lo perfecto que era para el propósito para el que fue concebido, más pensaba en las veces que lo había recorrido. Solitaria y perdida. Salía a correr para despejar mi mente de las pesadillas que siempre me atormentaban. Noche tras noche me despertaba rodeada de las llamas silenciosas que me protegían de mi mayor miedo.
La oscuridad.
Y cuando esos sentimientos se arremolina en mi interior tenía que hacer algo para no explotar. Nain intentó una vez hacer de mi psicóloga personal, pero pronto me di cuenta de que no funcionaba. Cuando le hablaba de mis pesadillas, ella solo me decía que debía ignorarlas. Que era mi mente jugándome una mala pasada.
Pero yo estaba segura de que era algo más. Así que empecé a callarme cuando tenía una mala noche y salía temprano de casa para desahogarme sin que ella me viera. Corría a veces sin rumbo, y otras como esta, acudía a los parques conocidos donde entre su maleza se encontraban mis rutas secretas.
Rutas calculadas al milímetro para un único propósito: mi protección. También compartían este mismo propósito todas las decisiones y actitudes que había tenido que tomar y mostrar a lo largo de mi vida. Y la verdad, ya estaba un poco harta de no ser nada. Yo no había pedido ser quien era, ni podía hacer nada para remediarlo. Me había tocado esta vida y solo yo podía decidir que hacer con ella.
Con esos pensamientos en mente y infundiéndome valor para hacer lo que iba a hacer, acorté el espacio que me quedaba hasta el camino principal y emprendí la carrera por el camino de piedra sólida.
Que importaría una corredora más. Nadie repararía en ella.
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Ashlynn (Natasha Romanoff x Chica)
Hayran KurguKat no es una chica normal. El violeta de sus ojos la delatan. Sin ella saberlo, ha vivido toda su vida en una mentira. Tras un accidente poco corriente, Kate se empieza a meter sucesivamente en problemas hasta acabar en donde su mundo dará un vuelc...