Off Jumpol es un patán.

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El presente.

Asistir a un funeral exclusivamente para poder orinar en una lápida, es algo realmente jodido. Hay muchas cosas sobre mí que están muy jodidas, pero hoy, mi necesidad de orinar sobre la tumba recién removida de un hombre muerto, está a la cabeza de la lista. Solo he asistido a un funeral. Eso no es lo normal en un hombre de veintinueve años. He tenido suerte con las pérdidas. No significa que, conocidos, amigos o incluso compañeros de trabajo no hayan muerto. Pero ese primer funeral fue de tal manera, que juré que nunca más volvería a asistir a esos estúpidos eventos sentimentales. 

Uso mi trabajo como excusa: "National Geographic me llama para ir a Nepal a tomarle fotos a los leopardos de las nieves." "Estoy trabajando en una mierda de moda, que odio hacer, en París." "Aterrizo en un gran concierto comercial, en medio de la nada, para deambular como un imbécil en Idaho, tomando fotografías estructurales para un abogado/arquitecto de una firma farmacéutica."  Mis excusas son muy variadas. Simplemente no voy. Prefiero ahogarme en mi propio vómito. Sin embargo, esta vez... esta vez, hice una excepción.

—¿Irás a Bangkok? Pensé que lo odiabas.

Rae, la chica con la que me he estado acostando durante los pasados tres meses, rueda sobre su estómago y enciende el porro que acaba de liarse. Está desnuda, y la escasa luz de la lámpara de la mesita de noche proyecta sombras sutiles en el hueco entre sus omóplatos, deslizándose hasta la base de su columna en la pronunciada curva de sus nalgas.

Conocí a Rae en una de esas mierdas horribles de moda. Fue un trabajo para una jodida revista de alta costura. La mitad de su rostro estaba pintado de color turquesa. Llevaba un trozo de seda que apenas cubría las mismas curvas que estoy observando en este momento. El estilista del lugar había creado un falso nido de pájaros en su cabello, con un maldito jilguero falso, y eso me hizo sentir, en serio, jodidamente incómodo.

Las aves en general tenían ese efecto en mí. Rae se había sentado en una silla inclinada hacia adelante, y le habían dicho que abriera las piernas un poco más para que la tela del vestido cayera en medio.

Rae había hecho lo que le habían pedido y más. Había separado las piernas tanto como pudo, y, a propósito, se había subido completamente el vestido. No llevaba ropa interior. Tampoco pareció preocuparle que hubiera otras personas en el estudio cuando se pasó suavemente el dedo medio por su íntima parte.

Las modelos no tenían ningún sentido de la vergüenza. Estaban muy acostumbradas a caminar desnudas y ser arregladas, maquilladas y manipuladas de aquí para allá. He tenido bastante experiencia trabajando con ellas para saber que no son tímidas.

Rae estaba tratando de llamar mi atención, y funcionó. No le dejé saber eso, como es natural.

Seguí tomando fotografías, tratando de no sonreír mientras el director de la revista se ponía morado y casi perdía el conocimiento.

Rae sopló el humo de marihuana por la nariz y luego me ofreció el porro. Lo rechacé. —Eres como un bebé de mierda —me dice exasperada—. Solo hazlo. Cede. Déjate ir. Estarías un infierno menos tenso. ¿Quién se murió, de todos modos?

A Rae le disgustaba que no bebiera ni fumara o tomara drogas. No encajaba muy bien con su estilo de vida. Se metía más cosas por la nariz que la mayoría de las estrellas con las que trabajo.

Le di una nalgada, gruñendo en voz baja cuando su carne rebotó —Un hombre que vivía al lado. Ni siquiera me gustaba mucho.

Rae pone los ojos en blanco. —¿Ex vecino de hace un millón de años? Eres un hombre bastante desconcertante, Off. Sé quince posiciones sexuales que podríamos hacer este fin de semana, y prefieres comer sándwiches de pepino y beber café rancio con un grupo de personas viejas y extrañas. He de decir que estoy ofendida.

Calicó |OffGun|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora