Rendición

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Gun

El presente.

Trato de llamar a Ben, pero la línea está ocupada. ¿Con quién demonios está hablando a las diez y media de la noche en martes? Su madre algunas veces lo llama tarde, pero solo un miércoles o sábado de vez en cuando, y no puede hablar más de una hora porque se queda sin cosas que decir. Cuando lo intento de nuevo a media noche, la línea sigue ocupada.

Paseo sin descanso en mi habitación con la sangre hirviendo como una olla. Off no tenía derecho a hablarme así. Ya no somos nada. No hemos sido algo desde hace mucho tiempo. Incluso si hubiéramos permanecido en contacto y aún habláramos de vez en cuando, fue muy inapropiado decir que el único hombre con el que debería casarme es con él. ¿Qué carajo está pensando? ¿Y escupirlo delante de todos? Fue una locura. Pura, absoluta y jodida locura.

Llamo a la recepción y pido una botella de vino. La mujer de la recepción me dice que la enviará, pero que la licencia del hotel termina a las 12 en punto así que ya no podré ordenar más. Cambio la orden y pido dos botellas. No suena feliz, pero me dice que enseguida suben. Cuando las ansiadas botellas llegan, me siento en el suelo del baño con la ducha corriendo a mi lado y bebo. Bebo hasta que una de las botellas está vacía y estoy luchando para quitar la maldita tapa de la segunda. Elegante.

Mi celular suena a la una de la mañana. La voz de Ben suena alta y estresada. —Oye Gun, ¿qué está pasando?, he tratado de localizarte por dos días. He estado enfermo de preocupación.

—Lo siento. La he pasado horrible aquí. Hay muchas cosas que hacer, y he tenido que lidiar con... gente. —He perfeccionado el arte de parecer sobria cuando no lo estoy. Sueno perfectamente normal mientras hablo en el teléfono. Pero no puedo decir lo mismo de Ben.

—Genial. Yo... no puedo... ¿menecesitasparaalgo?... —Siempre junta las palabras cuando ha estado bebiendo. Es raro que esté despierto y tomado entre semana. Siempre me limito a dos copas de vino en la cena cuando ambos tenemos que trabajar al día siguiente.

—No, no hay nada que puedas hacer —le digo—. ¿Has estado bebiendo?

—Ajá, solo un par de cervezas... con los chicos, después del trabajo.

Él nunca bebe con los chicos del trabajo. Me ha dicho repetidamente que son unos borrachos idiotas, ¿por qué demonios querría pasar el tiempo con ellos? La sospecha pica en el fondo de mi mente, pero elijo ignorarla.

—Genial. Tal vez deberías irte a dormir. Sabes lo malas que son tus resacas si no duermes. —Mi propia resaca va a ser épica, pero no tengo nada que hacer mañana aparte de entregar esos papeles en la morgue.

—Sí, tienes razón. Buenas noches Gun. Te amo.

—Mmm. Yo también. —Cuelgo el teléfono, y por millonésima vez escucho la voz de Ben diciendo Hazlo de nuevo Gun, no me dijiste que me amas. ¿Qué pasa con eso? Le he dicho que lo amo la gran cantidad de tres veces, y cada una de ellas fue mentira.

Nunca he superado a Off. Ni de cerca. En la cena, cuando dijo que nunca me casaría, tenía razón. Podría engañarme y pensar que casarme es lo que necesito para seguir adelante, pero lo sabía mejor. Sabía que era un error, porque tanto como me esfuerzo, nunca dejaré de amar a Off. No ha habido espacio en mi corazón para nadie más porque ese bastardo me ha poseído desde el primer día. Sin esfuerzo y con un país entero de por medio, Off ha mantenido un poderoso y terrorífico control sobre mí que no me he podido sacudir. Peor aún, no he tratado de hacerlo. Lo he dejado regirme y arruinarme por demasiado tiempo. He sido autoindulgente al pensar que no hay nada que hacer al respecto, cuando de hecho, hay muchas cosas que podría haber hecho. Pude haber ido a verlo. Obtener un cierre. Pude hablar de mi relación con él en la terapia en lugar de rehusarme cada vez que salía el tema a colación. Pude haber tratado de amar a alguien más. O al menos tratar más duro. Hay otras razones por las que no he sido capaz de dejarlo ir, por supuesto. Oscuras y horriblemente agonizantes razones de las que no sabe
nada. Se las oculté, y mientras se ha asentado en la costa este durante estos años, carcomiéndose por esa estúpida fotografía, yo me he asentado en la costa oeste, carcomiéndome por algo mucho peor. Sin embargo, no pude decirle entonces, y seguro como el infierno que no se lo diré ahora. ¿Qué ganaría? Absolutamente nada.

Calicó |OffGun|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora