Cinta roja

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Gun

El presente.

Ben ha dejado tres mensajes en mi teléfono celular desde que llegué a Bangkok. Sigo mirando el icono parpadeante en la esquina superior derecha sintiéndome enfermo cada segundo que pasa.

Durante el último par de años, Ben ha estado ahí para mí. Me ha animado lo mejor que puede. Pero es un hombre muy tradicional, de los que no saben hablar de sus emociones o de cómo se sienten. Lo conocí justo cuando me recuperé de mi trastorno alimenticio y mi terapeuta me dijo que Ben tenía que saber qué tan delicado era el asunto. No había sido tan bueno escuchando cuando había tartamudeado las palabras, intentando explicar lo que me había sucedido en la casa de mi padre. No le había contado todo, ni de cerca, pero le conté lo suficiente. Estaba incómodo, enfadado y callado, y luego estaba como... nada. Fingió que nunca le había dicho nada en absoluto. En ese momento estuve de acuerdo. Si Ben fingía que nada había ocurrido, entonces yo también podría fingir. Ni siquiera había sacado el tema de cómo me sentía por tener que regresar, aunque cualquier persona normal hubiera preguntado.

Desde que llegué a los límites de Bangkok, no he sido capaz de pensar en él sin sentir un peso apremiante en el pecho. No me sentía así en Chiang Mai. Estoy consciente de este hecho, de la sensación, la incapacidad de respirar de forma adecuada, y me he devanado los sesos tratando de averiguar qué es esa sensación, qué es lo que sentía. Me tomó un tiempo darme cuenta de que no estaba sintiendo nada en absoluto. Eso hizo que mi pecho se oprimiera más. Así que no he escuchado los mensajes de Ben. Estoy seguro de que está preocupado. Le dije que hablaría cuando llegara al hotel, pero lo que hice fue beberme todo el mini bar y quedarme dormido en una bañera llena de agua fría. Me desperté temblando y casi azul a la una de la madrugada, y luego me pasé la siguiente hora tratando de calentarme.

Estoy bastante jodido. Siempre lo he sabido, por supuesto, pero no parecía estar jodido cuando estaba en casa con Ben. Se vería totalmente anormal que me pusiera a beber en exceso, ver porno y provocarme vómitos a intervalos regulares durante toda la semana. Así que me he comportado muy bien en los últimos años, y ni siquiera me costó demasiado esfuerzo. Ahora que estoy solo no me parece tan irracional ser un completo desastre. Parece mi estado natural, cada parte de mí quiere regresar a eso.

Espero al abogado Beem Vajiralong. Si hubiera dependido de mí, habría ido a ver primero a el director de la funeraria, que se está encargando del sepelio de mi padre, pero no tenía sentido. Tendría que hablar con el abogado de mi padre, si no, ¿cómo saber si tenía una póliza para el sepelio y el entierro cuando murió? Sería estúpido de mi parte pagar miles de dólares por un ataúd y por los honorarios del director de la funeraria si él ya lo tenía arreglado. Así que aquí estoy. Sudando. Con resaca. Sintiendo como si el sol estuviera a punto de estrellarse contra la tierra y no tuviera forma de escapar de mi destino.

Beem finalmente entra en la estrecha oficina en la que llevo quince minutos esperando con una taza de café en una mano y una copia del periódico del día en la otra. De vez en cuando Beem venía a casa a ver a mi padre, si era posible para cualquiera ser amigo de mi padre. Pero en aquel entonces lo era. Traía extraños productos horneados que su esposa había hecho. Mi padre los tiraba a la basura al segundo en que el hombre había salido de la casa. Ha envejecido mucho desde que lo vi por última vez, aunque todavía usa las mismas diminutas gafas con el marco de alambre, y todavía tiene el cabello demasiado tieso y salvaje, aunque la mayor parte se ha vuelto blanco en lugar del gris acero que recuerdo.

—Nong Gun. Que agradable verte. Obviamente hubiera sido mucho mejor en circunstancias menos lamentables, pero...

Alejo su sentimentalismo. —Está bien. No tenemos que hacer esto. —Él, junto con todos los demás en Bangkok debían saber exactamente lo que pensaba de mi padre. No había amor entre nosotros. No puede pensar ni por un segundo que estoy de luto por el anciano.

Calicó |OffGun|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora