Fantasmas

1.1K 160 3
                                    

Off

El presente.

La casa huele a naftalina. No he estado aquí en más de diez años, desde que murió mi madre. Y aunque contrato a una persona que viene una vez al mes para desempolvar y asegurarse de que no se está deteriorando demasiado, puedes adivinar, en cuanto atraviesas la puerta, que nadie vive aquí. Es una cáscara. Un mausoleo lleno de fantasmas. Quise venderla hace un tiempo, pero apenas la anuncié en el mercado durante tres semanas y ya me estaba volviendo loco, diciéndole al agente que la quitara de su lista de ventas. Se sentía como... como una traición.

Sabía que mientras el padre de Gun estuviera vivo, él nunca volvería a casa, pero no podía estar seguro. Mi mente representaba esa escena en la que regresaba un día y llamaba a mi puerta queriendo finalmente verme, y se encontraba con un extraño. No podía tolerarlo. Incluso sabía que estaba por ahí en algún lugar, y que podía necesitar su copia de mi llave de nuevo para huir y esconderse en mi vieja habitación, igual que hizo durante años cuando éramos adolescentes.

Ahora hay algo frío viviendo dentro de mí, y tiene forma de serpiente. Antes no estaba allí. En aquel entonces, cuando estaba con él. La cosa fría, glacial y vacía que vive en mi interior apareció el día después de que mi madre murió. Me dijo que no tenía sentido preocuparme por las personas. Me dijo que era inútil tener en cuenta lo que piensan, sienten o desean de la vida. Insistió en que los sentimientos de otras personas no eran más que un inconveniente que entorpecería mi propia felicidad. Me dijo que olvidara todo acerca de Gun. Arremetí contra eso durante mucho tiempo. Pero lentamente, gradualmente, me resigné al hecho de que tenía razón. Razón en todo. Dejé de preocuparme por los sentimientos de otras personas. Me aislé del resto del mundo y les di al personaje del gran Off Jumpol. Hice todo lo que me dijo. Todo, menos la última cosa. Nunca podría olvidarme de Gun, el chico de al lado, no importaba cuánto lo intentara. Por otra parte, no quería hacerlo. Sigue siendo la única parte de mi pasado que no he desechado. Es, o un fragmento de cristal debajo de mi piel, o lo único que impide que me hunda en la mierda completamente. Depende del día, la hora y el lugar. En este momento, es el cristal.

Entrando a mi antigua casa, el primer recuerdo que me golpea es el de mi madre en el pasillo sobre manos y rodillas sollozando incontrolablemente con unas tijeras en la mano derecha. Su mano izquierda estaba sangrando, dejando huellas por todas partes sobre el piso recién pulido, y el rímel corría por su rostro como dos ríos negros. No tuve necesidad de preguntarle qué había sucedido. Mi padre y ella habían estado discutiendo durante semanas. Incluso en dos momentos distintos escuché a mi padre gritar que ya no la amaba. Que ya no quería estar con ella. Que ya no me quería. Nunca le hizo daño. No con los puños. Pero sus palabras hicieron suficiente daño.
Cuando mi padre se fue, yo tenía catorce años.

Mientras camino por las otras habitaciones de la casa, más recuerdos vuelan hacia mí lanzándome atrás en el tiempo. Mi madre enseñándome a jugar ajedrez en la mesa de la cocina. Mi padre maldiciendo cuando se quemó tratando de encender el piloto del calentador de agua. Yo, arrancando las tablas del suelo junto a la chimenea para esconder dinero y carretes de fotos sin revelar. Mi padre, enfadado por algo o por nada, arrojando las primeras fotografías que yo había revelado en el cubo de basura. Empujándolas hasta el fondo y diciéndome que me daría con el cinturón en el trasero si pensaba en sacarlas de nuevo.

Los recuerdos de Gun no comienzan hasta que llego al segundo piso y me quedo de pie afuera de la habitación de mi madre.

Mi madre estaba postrada en la cama la última vez que vi a Gun. Ella estaba durmiendo y él estaba parado en el pasillo mirándome fijamente. Nunca había visto tanto dolor en los ojos de una persona.

Hubiera querido ir hasta él, tomarlo en brazos, decirle cuánto lo lamentaba, pero era demasiado tarde. Gun tenía una maleta en la mano y yo sabía que se iba. Movió la cabeza y eso fue todo. Sabía que "El Fin de la vida de Off Jumpol: Primera parte", estaba comenzando. Tomó dos años para que la Segunda parte se presentara y me aplastara de una vez por todas.

Todos los muebles de la casa están cubiertos con fundas guardapolvos, haciendo que extrañas figuras de duendes salieran de los sofás, mesas, estanterías y del reloj de pared del primer piso. No las quito. No voy a quedarme el tiempo suficiente para que valga la pena, después de todo.

La única habitación que me molesto en destapar es la mía. Carteles de mis tantas bandas y grupos favoritos todavía cuelgan por todas partes. Mi mamá me dejó pegar un corcho a una de las paredes, el cual todavía está cubierto con boletos de entrada de cines, conciertos, exposiciones de arte, museos... todo a lo que había ido o había visto.

Mi cama está perfectamente hecha, luciendo el mismo conjunto de sábanas que tenía cuando era un adolescente, azul oscuro, aunque un poco deterioradas ahora.

Mis viejos trofeos de fútbol todavía llenan desordenadamente la parte superior de mi cómoda. Apuesto a que toda mi ropa vieja todavía está allí, pero probablemente esté raída por los insectos. Sin embargo, no me interesan esos detalles. Realmente no. Estoy demasiado distraído por las fotografías. Están por todos lados. Fotografías que vinieron de la misma Leica que he traído de regreso. Fotografías de todo lo que alguna vez me hizo pensar algo, preguntarme algo o sentir algo. En su mayoría, las fotografías son de Gun, porque durante mucho tiempo él fue todo lo que vi, pensé, me pregunté o sentí. Se ve tan joven, tan malditamente joven. Hermoso. Inocente.

Me doy vuelta y salgo furioso de la habitación. El teléfono empieza a sonar en mi bolsillo. Lo saco mientras camino a la habitación que mamá siempre utilizaba como guardarropa al final del pasillo. Su ropa todavía está aquí, envuelta en fundas y colgando en fila de manera anónima desde el interior de las barandillas. Levanto unas de las muchas cajas de zapatos apiladas bajo las fundas y abro la tapa para sacar los zapatos de tacón negro del interior y dejarlos sobre el suelo. Luego regreso rápidamente a la habitación con la caja de zapatos en la mano, ignorando la llamada que todavía suena por el altavoz del teléfono móvil.

La llamada era de una de las editoras de una gran revista, probablemente quieran que acepte un trabajo y no estoy en el jodido estado de ánimo para hablar con ella en este momento.

Mi corazón está latiendo exageradamente rápido mientras arranco las fotos y las amontono una encima de la otra dentro de la caja de zapatos.

No puedo mirarlas....

No puedo mirarlo.

Volver aquí fue una jodida mala idea. Debería saberlo mejor. En este momento podría estar lamiendo a Rae por todas partes sin complicaciones, cubierto con su dulce humedad. Pero en vez de eso, regreso aquí, a este jodido agujero del infierno, y no sé qué hacer conmigo. Estaba equivocado. La casa no solo huele a naftalina.

También huele a muerte.

Calicó |OffGun|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora