Bluebird (parte II)

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Gun

El presente.

Me quedo en casa de P'Godji. Es extraño, pero de algún modo me consuela que Off esté al otro lado de la calle. He pasado todo el tiempo en Bangkok tratando de escapar de él, de estar alejado lo más posible, pero ahora que le he contado todo, eso ha cambiado. Quiero estar con él.

Necesito estar con él. Quiero que me perdone. Aunque en el fondo pienso que es demasiado tarde.

Está oscuro cuando P'Godji entra apresuradamente a la pequeña habitación de invitados en la parte trasera de su casa y me sacude hasta despertarme.

—Nong. Nong Gun. Despierta y sal de la cama ahora mismo.

Pestañeo tratando de enfocarla, tratando de averiguar dónde estoy.

—¿Qué? ¿Qué hora es? ¿Está todo bien?

P'Godji siempre ha parecido tener una salud de caballo, pero la verdad es que ahora tiene más de 40 años, ya no es tan joven como antes y realmente no le gusta tomar su medicina para los problemas crónicos que ha desarrollado. Por un momento entro en pánico, pensando que algo está terriblemente mal con ella.

Tiene los ojos abiertos de par en par, mostrando la parte blanca mientras me sacude frenéticamente en la cama.

—¿Qué te dije, nong? Despierta y sal de la cama inmediatamente. Está pasando algo al otro lado de la calle. Algo malo, yo diría.

Dejo mi preocupación y paso a estar salvajemente preocupado por Off, pensando que está herido de alguna forma. Hay una posibilidad de que se haya emborrachado, arrasara con todo hasta caerse por las escaleras y romperse el cuello. Me arrastro fuera de la cama, esquivando el considerable contorno de P'Godji mientras lucho por salir a la calle. Estoy vistiendo uno de sus enormes camisones. Tan pronto como abro de golpe la puerta de entrada, una dura ráfaga de aire caliente golpea el camisón haciéndolo ondear como un mar de algodón blanco. Detrás de mí, P'Godji jadea y farfulla mientras baja la escalera.

Al otro lado de la calle mi vieja casa está consumiéndose en llamas. Se elevan altas columnas de humo feroces y grises contra el azul oscuro del cielo. Llamas rojas, naranjas y blancas lamen las ventanas, cuyos cristales han estallado, permitiendo que el infierno se eleve como luz líquida desafiando la gravedad mientras salta hasta las estrellas.

—Santa mierda.

—Tienes razón —concuerda P'Godji, de pie a mi lado. Tiene rulos enroscados apretadamente en el cabello. El fuego forma un brillo naranja en su piel, reflejándose en las piscinas de sus ojos

—El infierno no se ha conformado con el cuerpo de tu padre — comenta—. Ha terminado viniendo y reclamando también su casa.

Doy un paso en el césped delantero, boquiabierto, tratando de averiguar qué pudo haber ocurrido en la casa de mi infancia para que esté en llamas. Y entonces veo la silueta oscura de alguien parado frente al lugar, una figura negra contra el caos y la luz; y sé exactamente lo que sucedió. Off. Off Jumpol sucedió.

Camino tambaleante por el asfalto agrietado con los pies descalzos, el camisón de P'Godji sigue ondeando a mi alrededor como una vela. La verja delantera hace ruido mientras se cierra tras de mí y doy un paso dentro del patio de mi casa por primera vez en doce años. Off me escucha, tensa ligeramente los hombros ante el eco metálico en la calle desierta.

Pero no se vuelve. Continúa mirando las llamas con los ojos fijos en la puerta de entrada y la locura que ha creado.

—Tenía que suceder —susurra—. No te enfades.

Lo dice como una declaración, solo en caso de que estuviera pensando en protestar. De todos modos, no tengo la intención. Estoy paralizado, de pie detrás de él, mirando la destrucción que se está llevando a cabo, y devora el lugar donde fui atormentado durante tantos años.

Es crudo y hermoso, salvaje y abrumador; todo a la vez.

No puedo retener las lágrimas. El rostro de Off está surcado de hollín y también de lágrimas. Parece un animal. Distante. Perdido. Me duele desde lo más profundo, un dolor que irradia y me quema desde lo profundo de mi vientre hasta el corazón, la garganta, las manos, las piernas, en todas partes. Me duele en el alma. Es doloroso y al mismo tiempo liberador. Dios, hasta este momento no tenía idea de lo liberador que podía ser.

La casa nunca fue el problema. Simplemente fue el telón de fondo para la violencia y el abuso. Pero ahora que está ardiendo, crujiendo y astillándose, derrumbándose, vigas y paredes desplomándose en su interior, siento que soy real y verdaderamente libre. No tengo idea de cómo puede ser posible, pero lo es.

Me sorprendo cuando Off toma mi mano.

Mientras estaba tropezando hasta aquí con la mente presa del asombro, pensé que Off pudo haber prendido fuego al lugar en un acto de furia hacia mí, como un malicioso acto de venganza, ya que las ganancias por la venta de la casa iban dirigidas a mí.

Pero no... Lo que veo cuando me doy vuelta y levanto la mirada no tiene nada que ver conmigo. Esto tiene que ver con la pena, con superar el dolor. Con volver a tomar el control.

—Debería haberlo hecho —susurro—, hace mucho tiempo.

—No podías hacerlo —argumenta Off. Aprieta mi mano ligeramente y me acerca a él para rodearme los hombros con el brazo—. Fuiste criado en la violencia, pero tu alma no lo ansía, Bluebird. A pesar de todo, aún eres dulce en tu interior. Aún eres tú.

¿Cómo puede verme de ese modo? ¿Cómo puede ver algo dulce en cualquier parte de mí? No tiene sentido. Lloro con fuerza, me vuelvo para hundir el rostro en su camiseta llena de humo. Puedo oler la gasolina y el picante olor del acelerante químico pegado tan ferozmente a su ropa como yo. Pasa la mano por mi cabello una y otra vez, mecánicamente, mientras observa la casa quemarse.

—Se supone que vuelo a Nueva York mañana —murmura.

—¿Vas a regresar?

Querido Dios, espero que no lo haga. No quiero que se marche ahora. No puede.

Afortunadamente, Off niega.

—No. No me voy a ningún lado, Gun. Me quedo justo aquí y vamos a arreglar las cosas. Y cuando nos marchemos, lo haremos juntos. No puede ser de otro modo. No lo permitiré.

Por una vez no discuto. Tiene razón, no puede ser de otro modo.

Ahora no hay otra forma. Ahora seremos él y yo. Él y yo siempre, de la forma en que se suponía que tenía que ser antes de que el mundo se acabara.

Off y yo permanecemos allí y observamos. Después de un tiempo empieza a amanecer y la estructura de la casa se derrumba. Nadie llama a emergencias.

Para cuando los camiones de bomberos aparecen, mi vieja casa ha sido arrasada hasta las cenizas y todo rastro de mi padre ha desaparecido.

Calicó |OffGun|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora