Llevaba desde el Lunes sin volver a Bryce Hamilton y estando a Jueves, no pensaba volver. Mantenía una taza de chocolate caliente mientras miraba al cielo nublado desde el marco de la ventana. Tenía mucho frío por lo que me había puesto un pijama enorme junto a el albornoz.
Suspiré y rogué para que por fin pudiera dormir en paz sin que Wade aparezca por la noche como tantas veces he soñado.
-Necesito ayuda -dije para mi. Necesitaba decirlo en voz alta aunque estuviera sola. Necesitaba desahogarme aunque fuera conmigo misma-. Maldito Wade. Odio mi vida, odio Bryce Hamilton, odio a Justin, odio Venus Cove, odio a Wade, odio a mis padres... ¡Lo odio todo! -grité dejando que mis palabras retumbaran en toda la casa.
Fui interrumpida por una llamada entrante en mi iPhone que estaba encima de la mesa de vidrio.
<Justin papasito Bieber>.
-¿Qué mierda...? -contesté-. ¿Cómo es que apareces como "Justin papasito Bieber"?
-Oh -rió-. Me alegro que te guste y oírla de ti... Es orgasmico.
-¿Qué quieres? -espeté.
-¿Me echas de menos? -casi podía ver su sonrisa.
Y mis ganas de darle un puñetazo en la cara para quitársela, aumentaron.
-¿Acaso debería hacerlo? -bufé.
-Claro -tosió-. Te diría que vinieras a verme pero tengo una fiebre horrible.
-Si tengo algo de suerte, será letal tanto como para matarte. Ojalá te mueras.
Silencio. Me mordí el labio... Vale, yo era una antisocial que se rebelaba a la burguesía a su manera, pero también soy humana y no le deseo la muerte a nadie y ahora me arrepiento de haberle dicho eso... Pero lo dicho ya está dicho y no puedo dar vuelta se tuerca.
-¿Sabes? Eres tan repulsiva y repelente... -dijo Justin. Se notaba su enfado.
-Pues si tanto asco te doy... Olvídame.
-Como te lo dije, te mereces todo lo malo del mundo.
-¿Vuelves a empezar?
-Ya verás que te joderá.
-¿Quién? -reí.
-El karma, mi querida _____, viene cuando menos te lo esperas para joderte la...
Le colgué mientras bufaba. No iba a dejar que un hijo de mami me controlara la vida... ¡Con lo que me ha costado construírla!
-El karma -espeté-. Toda mi vida he hecho el bien y siempre me han dado golpes mientras que a ellos les iba de maravilla -reflexioné-. El karma no existe.
Iría a correr esta tarde. Tendría que estar radiante y con energía para la fiesta de mañana ya que estos días no he hecho nada... He estado encerrada, comiendo como cerdo, mirando tele basura y llorando mis penas pasadas, lo que me dejó sin energías, sin vitalidad, hasta podría decir que me quitó la juventud el encierro. Necesitaba práctica y algo de sudor.
Me até el pelo en una coleta. Con una sudadera de deporte, unos leggins y mis zapatillas de correr favoritas, enfundé mis dos iPhones y salí a correr con un ritmo primero suave.
Empezaba a lloviznar por lo que las calles estaban desiertas. Me puse la capucha de la sudadera y eché a correr con un ritmo pausado, manteniendo la respiración, intentando que los latidos de mi corazón fueran al compás de mis pisadas.
Supe que algo iba mal cuando el coche que pasó al lado mío con música a todo volumen se detuvo de un frenazo detrás de mi.
-¡Hey, princesa! -gritó uno pero yo no me giré-. ¡Ven a por tu regalo!
Oh mierda.
Oí sus pisadas. Aumenté un poco el ritmo y por el rabillo del ojo distinguí que tres venían hacia mi. Aumente la velocidad. Tranquila _____, no te pasará nada, tu sigue y si ves a alguien, ve a pedir ayuda. Tranquila bonita, tú saldrás de esta.
Volví a mirar hacia atrás y ahora no eran tres... Eran cuatro los que venían trotando hacia mi. El coche estaba dando la vuelta. Abrí mucho los ojos. Estaba acabada.
-Atrapad a la zorra -dijo uno.
Y eché a correr. Quería gritar pero el miedo me había bloqueado la garganta. Sólo se me pudo ocurrir sacarme uno de los iPhones y marcar al primer número que aparecía. Agradecí a Dios que resultó ser en el que hablé con Justin.
3...
4...
5...
¡Contesta maldita sea! Las lágrimas empezaban a cegarme, estaba sola.
-¿Qué quieres, desearme la muerte? -soltó.
-Justin -dije con angustia y pude oír como se incorporaba de la cama-. Justin, me están siguiendo -dije jadeando e intentando que se me entendiera.
-¿Qué, quién?
-Unos tipos, no sé que hacer -sollocé mientras doblaba una calle y oía sus respiraciones prácticamente encima de mi.
-_____, tranquila. ¿Dónde estás?
-Estoy en la calle... ¡No! -grité cuando tiraron de mi hacia atrás haciendo que el teléfono se cayera de mis manos y se estrellara contra el suelo.
Desde aquí pude oír a Justin gritar por el teléfono.
-¿____? ¡______! Maldita sea.
Forcejeaba en contra de ellos mientras me intentaban meter al coche pero era imposible. Eran cuatro contra una. Lloraba y rogaba por mi vida pero sabía que era imposible. Grité por ayuda pero sabía que nadie iba a venir.
Perdí la esperanza.
Ahora sería la sombra de una chica que murió violada y descuartizada que quedará en el olvido para siempre.
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Me levanté como pude de la cama y cuando mis pies dieron con el frío suelo mi cabeza dio una fuerte sacudida de dolor agudo.
Me la froté y con torpeza nivel Dios... Conseguí ponerme las zapatillas. De un salto me puse los tejanos azules y con mi chaqueta de cuero eché a correr hacia abajo.
Pensando mientras bajaba... Pensé en cómo pude ponerme primero las zapatillas y luego los tejanos. Negué con la cabeza ante mi gran estupidez y corrí hasta mi coche.
-Vamos -murmuré metiendo la llave y localizando el iPhone de _____.
Gracias al cielo que no se quedó lento hoy así que me fue fácil de rastrear... Eso significaba que seguía encendido, y que no se había dañado, tenía que ser una señal.
-Mantén fría la cabeza Bieber, vamos a sacarla de ahí y verás como todo sale bien.
A pesar de la fiebre, mi cuerpo respondió a la sobredosis de adrenalina, eliminando el dolor de cabeza. Menos mal que llovía y las calles estaban totalmente vacías... A este paso ya hubiera matado a varios peatones.
El brillo de la pantalla me llamó la atención. Salí del auto lo más rápido que pude y cogí el teléfono.
No tenía rota la pantalla y solo tenía rasguños en la parte de atrás. Al fin y al cabo no eran tan vulnerables. Miré las últimas a ver si el tal Wade estaba involucrado en esto pero al parecer no. La última llamada fue la mía.
Corrí de nuevo al coche y me subí tan rápido como pude. Ambos iPhones estaban sincronizados por lo que rastreé el otro sin problemas.
Mientras el mapa cargaba y yo empezaba a desesperarme, recé para que no se lo hubiera dejado en casa.
-Vamos... -susurré.
Cuando me dio una calle en la fabrica abandonada costera de Venus Cove... Sonreí. No me equivocaba, las señales si existen.