-Abre, muñeca.
Con las manos atadas y totalmente desnuda, la habían puesto de rodillas enfrente de todos que hacían danzar sus penes enfrente de ella como una danza demoniaca, un aquelarre de miembros.
Ella presionó los labios mientras miraba al suelo, aguardaba la esperanza de que alguien los oyera, por muy lejos que estuviesen... Todavía había un poco de esperanza aunque ella quería borrar cualquier ilusión... No pudo. El sentimiento era demasiado fuerte.
Había cinco hombres que la tenían a su merced. Cuatro rondaban alrededor de ella como si fuera una presa que disfrutar mientras había uno con una chaqueta roja que miraba todo desde lejos y fumaba un cigarrillo.
-Eh, zorra -uno la tomó del cabello lo que hizo que ella levantara la cara-. Abre.
Presionó más los labios y miró a los rostros de sus atacantes con lágrimas amargas en los ojos pidiendo piedad.
-Por favor -rogó.
Todos se rieron como si fuera el chiste del año. Ella cerró los ojos y continuó llorando en silencio.
-Abre -dijo uno que se sacó el miembro y se lo puso en la cara. Ella hizo el rostro a un lado mientras el otro le pillaba la cabeza y se la dejaba en su sitio.
-Abre -insitió y ella negó con la cabeza. Cerró los ojos con tanta fuerza que sintió el dolor de cabeza.
De pronto sintió como todos se apartaban y abrió los ojos. El individuo de la chaqueta roja se acercaba.
-Oh chicos -dijo-. No os apartéis -dio una calada al cigarro para expulsar el humor por la nariz-. Yo ya hago que abra la boca.
Volvieron a pillarle la cabeza y el otro mantenía el miembro en su cara. Ante su sorpresa, se volvió a acercar y le quemó el brazo apagando el cigarrillo en ella. La hizo gritar por lo tanto, abrir la boca... Lo demás fue historia.
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Justin aparcó muy cerca de la zona ya muy entrada la tarde. Había dejado de llover y el cielo se había despejado. Desde la fabrica se podía ver las hermosas vistas del mar y el atardecer. Hacía frío por la humedad pero daba igual... ____ estaba ahí y él tenía que sacarla.
Siguiendo el mapa entró en la enorme construcción gris abandonada. Pensó que necesitaba algo con lo que protegerse por si había alguien.
De una de las máquinas arrancó un pedazo de metal. Lo suficientemente pesado y letal como para romper un cráneo pero a la vez ligero y bastante llevadero. Echó un vistazo al teléfono, por lo que tuvo que subir las escaleras con cuidado.
Eran sumamente ruidosas y yuxtaponían el peligro y la muerte de una manera totalmente abominable. Justin hacía una mueca cada vez que el frío y oxidado metal rechinaba bajo sus pies.
De pronto escucho claramente lamentos, luego gruñidos... Seguidos de risas masculinas y unos lamentos femeninos tan delicados y tan sufridos que se le encogió el corazón en el acto.
Podrían tener armas sin duda pero... ¿Iba a perder el tiempo? No, la vida de una persona dependía de él, podría llamar a la policía pero harían demasiado escándalo y ahí... No quedaría ni él vivo.
Tomando el hierro con ambas manos, tomando aire y repitiendo "no pienses, sólo hazlo" tomó impulso y con el pie derribó la puerta de cuajo.
Se quedó pasmado un segundo al ver el pobre cuerpo de _____ ser penetrado por todos los sitios posibles. Se mordió el labio con rabia y le atinó un buen golpe al que la estaba penetrando por la boca. El segundo fue de uno que se le abalanzó y le golpeó la cabeza duramente con el hierro haciendo que cayese junto al otro hombre.