Capítulo 3- Dolor.

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Hijo de puta. Eso es lo que era, un hijo de puta. Ojalá que saliendo del Bryce Hamilton lo atropelle un coche y Dios todopoderoso me libre de él de una vez por todas. 

Me acaricié los labios, donde me había besado. Bostecé y tomando mi cuaderno y el boli seguí terminando el poema que llevaba semanas pensando en como acabaría. 

-Si algún profesor te encuentra aquí, te expulsa. 

Me sobresalté. Miré hacia atrás y era Justin el que estaba apoyado en una de las barras al final de la grada. 

-¿Quieres dejarme en paz? 
-¿Qué mierda es esto? 

Me quitó el álbum de las manos y yo reaccioné inmediatamente intentando quitárselo. Pero era más alto, así que... ¡A la mierda, estaba leyendo mi álbum! 

-Yo veía en él mi entero porvenir. También la dulzura de un amigo. ¿Qué mariconada es esta?
-Justin, joder. Dame mi maldito álbum.
-En él vislumbraba mi destino. 
-¡Hijo de puta! -salté para intentar quitárselo. 
-Al mismo tiempo principio y fin. 

Le pegué en en los brazos y por fin me cedió el álbum. Se lo quité, lo cerré y le di una buena bofetada, por gilipollas. Se lo tiene muy merecido. 

Pero no reaccionó como yo esperaba. Tomando mis dos brazos ágilmente me giró y me torció el brazo derecho, me dejó inmóvil y con el brazo torcido. Chillé de dolor. 

-Justin -gruñí y me sacudí para librarme de él. 
-Pídeme perdón.
-¿Qué? -lo dobló más haciendo que yo cayese al suelo. Grité y gemí de dolor-. Suéltame maldita sea -chillé-. ¡Que me sueltes! 

Forcejeamos pero fue inútil. Él seguía torciendo mi brazo cada vez más fuerte y yo me sentía humillada y derrotada sobre el suelo. 

-Pídeme perdón. 
-¡Que no! 
-Es más fácil de lo que parece -presionó aún más. 

Sentí las lagrimas agolpándose a borbotones en mis ojos. Chillé una vez más pero seguía sin soltarme. 

-Vaya que eres dura. 

Ahora el izquierdo. Joder. Por mucha lucha que yo haya practicado, él es un chico, y aún así es más fuerte que yo, estaba atrapada entre el dolor y la pared.

-¡Me vas a romper el brazo! -gimoteé con la poca voz que me quedaba-. Por favor. 
-Dilo -sentenció con la voz fuerte y gruesa. Apreté los dientes y cerré los ojos, en el acto varias lágrimas salieron como rayos de mis ojos. 
-Justin -gemí. 
-Vamos, _____. Que lo digas.

Ambos oímos el crujido de mi clavícula. Está claro que yo fui la que sentí el inmenso dolor. 

-Lo siento, lo siento, lo siento -dije tan rápido como podía. 

Me soltó y yo caí al suelo. No sentía el brazo derecho. Con la frente pegada al frío suelo del polideportivo tomé aire y me levanté con el brazo colgando como si fuese de trapo. Me toqué el hombro y casi grito de pánico al sentir mi hueso totalmente dislocado. 

-¿Esto es lo que querías? -le espeté mientras me quitaba una lágrima amarga con toda la rabia del mundo de la mejilla-. ¿Querías demostrar que eras más fuerte que yo, hasta el punto de romperme el brazo? 

Negué con la cabeza y dejando en su sitio a mi brazo derecho tomé mi álbum y salí de ahí. La sirena tocó inmediatamente. Los pasillos se colmaron de gente que buscaba su clase. Intenté ocultarme pero... Soy _____, las miradas vienen a mi por arte de magia. El dolor era insoportable, caminé a la deriva y cuando algunos vieron mi hombro lanzaron exclamaciones de horror. 

Me dejé caer al suelo. Sentí varias manos tomarme para que no me golpeara la cabeza. Escuché que pedían ayuda... Estaba pugnando entre mantenerme consciente o caer totalmente noqueada. Los brazos de Xavier me llevaron prácticamente corriendo a la enfermería. 

Cuando mi cabeza tocó la suave almohada... Pude despreocuparme y dejar que el dolor me venciera. 

Cuando abrí los ojos, noté que el dolor había disminuido y las únicas personas presentes en la sala eran la enfermera y el profesor de educación física que es un experto en lesiones y primeros auxilios. Mi hombro estaba vendado. 

-¿Cómo te sientes, te duele?
-No mucho, la verdad. 

Él asintió y yo me incorporé un poco. 

-¿Cómo te lo has hecho? 
-Me quedé en el gimnasio para hacer la tarea de matemáticas y apareció un chico diciendo que si me veían ahí me expulsarían, me asusté y corrí por las escaleras pero me caí -mentí. Ambos asintieron. 
-Te recomiendo reposo por un par de días. Ve a por tus cosas y podrás irte. 
-Gracias profe. 

El profe asintió y se marchó de la sala. Me levanté y con una sonrisa me marché de ahí también. La venda se miraba desde cualquier ángulo y me dejaba el brazo totalmente inmóvil. Bufé intentando hacer todo con la izquierda. Ya podría haberme dislocado la izquierda el maricón ese. Cuando logré abrir mi taquilla, me pegué la frente contra el duro metal... Maldecí y me quejé. Joder. Joder... Mi mochila seguía en la clase. 

Saqué lo que podía necesitar y fui directo a la clase de Matemáticas. Toqué suavemente la puerta y se produjo un largo silencio. La directora que resultaba ser la profesora de Matemáticas me miró con los brazos en jarras. 

-Estas no son horas de llegar. 

Me ladeé un poco y le dejé ver mi vendaje. 

-Me voy a casa. 
-¿Qué ha pasado? 
-Me caí mientras corría por las escaleras del polideportivo. 

Justin estaba pálido. Me miraba con los ojos ambarinos muy abiertos. Tomé mi mochila y él me ayudó a ponérmela en el hombro bueno. Me miró tensando la mandíbula. Tomó los libros que tenía en la mano y me los puso la mochila. 

-Ya verás cabrón hijo de puta -murmuré solo para ambos. 

Caminé hasta la puerta y me despedí de la profesora. Caminaba por los pasillos pensando en mi venganza... Dicen que Justin es bueno devolviendo desquites pero eso si, a mi nadie me conoce. 

Y, oh joder, soy muchísimo mejor.

Adicta al sexo (Justin y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora