|Kellan|
Llovía.
El sonido rítmico que hacían las gruesas gotas de lluvia al impactar contra el cristal del ventanal de la habitación era tranquilizador y, mezclando con la suave respiración de Annabelle que se encontraba junto a mí, era casi hipnotizante. Ella estaba desnuda, solo cubierta por una fina sábana blanca, a mi costado. Su cabeza recostada en mi pecho mientras recorrían con mis dedos la piel nacarada de su brazo de forma distraída. Decirle a Annabelle que me iría pronto había sido tan liberador como doloroso, pero fue lo correcto y lo que debí de hacer desde que recibí esa maldita carta.
Al decirle la verdad, sentí que un peso enorme se evaporó de mis hombros, pero una nueva agonía apareció al tener el conocimiento de que el momento de irme, de dejarla, estaba más cerca de lo que me gustaría. Y en este tipo de ocasiones, me gustaría poder detener el tiempo y apreciar cada segundo que tenía junto a ella. Pero no podía y eso me hacía sentir frustrado, impotente, derrotado. Sin embargo, si podía hacer que cada segundo valiera. Me propuse eso. Hacer que el tiempo que nos quedaba juntos valiera para mil vidas hasta que pudiera regresar. Porque lo haría. Regresaría, y nadie iba a impedírmelo.
Annabelle tenía esperanza en que si volvería, y aunque nunca antes había tenido la expectativa de eso, ahora si la tenía. Porque había mucho que me gustaría vivir, a su lado, y simplemente la vida no podía arrebatarme eso. Que le jodan a todo, a la vida, al destino, a la maldita guerra, iba a regresar y punto.
La abracé fuerte, pegándola tanto a mi cuerpo que casi parecíamos uno solo, deseando que algo de su fe se filtrara dentro de mí y así alejara esa voz pesimista que me susurraba cosas desagradables y burlonas, porque no tenía razón en nada. Esa misma voz me había dicho con anterioridad que Annabelle se alejaría de mí cuando supiera la verdad, pero ella no lo había hecho. Se había quedado a mi lado, aceptando nuestra separación con una fuerza y un valor increíbles, y pensé que nunca debí dudar al respecto. Después de tanto tiempo, me permití creer finalmente que ella en verdad me amaba, así como también reafirme mis pensamientos acerca de que ella era la indicada.
Ella era la única chica que quería para mí por el resto de mis días.
Dejando salir un hondo suspiro, bajé la cabeza y la miré, mis ojos recorriendo la suave curva de su cadera que se insinuaba a través de la fina tela de la sábana.
Sabía que estaba despierta, lo más seguro era que sus pensamientos no la dejaban dormir. No la culpaba, yo tampoco podía cerrar mis ojos por todo lo que había en mi mente, pero debíamos hacerlo.
—Deberíamos dormir —le dije en voz baja, mirando furtivamente hacia el reloj en la pequeña mesa junto a la cama. Eran casi las dos de la madrugada—. Es tarde y necesitas descansar, Tinkerbelle.
Sus pechos se presionaron contra mis costillas cuando inspiró hondo y tomo todo de mí no hacer ningún comentario sugerente al respecto. Deslizó su mano por mi vientre, peligrosamente cerca de mi entrepierna, haciéndome estremecer.
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PARAÍSO |Souls Fractured #3|
Romance|TERCER LIBRO DE LA TRILOGÍA SOULS FRACTURED| 《Tan oscuro es el fondo, que no deja ver nada si no subes hasta el dorso del arco, en que la roca es más saliente.》|Dante Alighieri, La Divina Comedia.