|Capítulo 42|

92 13 1
                                    

|Kellan|

—¿Cuánto tardaré en recuperar mi fuerza? —le pregunté al doctor que estaba de pie a mi lado reuniendo los pedazos desintegrados del yeso que había antes en mi brazo en un cuenco

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¿Cuánto tardaré en recuperar mi fuerza? —le pregunté al doctor que estaba de pie a mi lado reuniendo los pedazos desintegrados del yeso que había antes en mi brazo en un cuenco.

Sentado sobre una camilla, estiré y apreté mis dedos una y otra vez, probando el movimiento. Se sentía un poco rígido, incluso la piel que estaba cubierta de polvo blanco, pero por lo demás estaba bien. No había demasiado dolor o molestia, pero sí unas pequeñas cicatrices horizontales en el antebrazo y cerca de la muñeca que estaba seguro que, entre más tiempo transcurriera, no se desvanecerían.

Aunque tampoco era como si me importara demasiado dichas marcas.

El doctor se giró hacia mí, extendiendo un paño húmedo para limpiar mi brazo. Froté la tela sobre la piel, haciendo una mueca por el entumecimiento extraño que percibía.

—Dentro de unas ocho u doce semanas podrá recuperarla. Las radiografías muestran que todo está en orden, pero hay que darle más tiempo para que sane por completo; que los tornillos terminen por fijarse al hueso —me tendió un papel, el cual tomé enseguida, leyéndolo—. Aquí tienes un par de ejercicios que podría hacer para acelerar el proceso. Por otro lado, no debe realizar trabajos pesados bajo ninguna circunstancia, y eso incluye disparar un arma, y debe también usar el cabestrillo por otras dos semanas.

Contuve mi suspiro de irritación. Odiaba usar esa cosa, pero si hacerlo me iba a dar un boleto de salida de aquí al ver que no podía ni siquiera utilizar un arma, que así fuera.

—Gracias, doctor —dije, asintiendo a todas sus prescripciones.

El hombre de cabello gris y gruesas gafas de marco negro me dio una sonrisa seca, para luego decirme que podría irme ahora si no tenía ninguna otra duda. Aceptando el despido no tan sutil, me puse de pie, guardé el papel en mi bolsillo y tomé el cabestrillo que estaba a mi lado en la camilla.

Mientras avanzaba fuera de la enfermería casi desierta, coloqué la cosa alrededor de mi brazo, ajustando la correa y la almohadilla de este sobre mi hombro. Sólo tenía que usar esto por otro par de días y estaría curado definitivamente, puesto que mi pierna ya había sanado desde hace mucho y sólo quedaba una pequeña cicatriz redonda en la pantorrilla como evidencia de mi lesión.

Para este punto ya me sentía muchísimo mejor, como si nada hubiera ocurrido, a excepción de la inconformidad y desesperación que me invadía que parecían crecer cada vez más con cada segundo que pasaba. Era una sensación amarga y constante en mi boca estar aun aquí y no en casa como había esperado desde que todo este asunto terminó; la misión de rescate concluyó con éxito y la tensión permanente sobre nosotros había desaparecido.

Sabía que debía tener paciencia, como dijo Jerome, pero me era imposible. Pasaba los días sin poder hacer prácticamente nada porque aún estaba lastimado y el esfuerzo físico estaba prohibido si no quería dañar mi brazo de maneras inimaginables, así que esa distracción se deslizó de mi mente junto a mi cordura y ya estaba en el borde.

PARAÍSO |Souls Fractured #3|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora