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Álvaro no supo a qué se refirió exactamente Efrén cuándo éste le susurró un perdóname cerca de sus labios.

Tampoco supo el motivo por el cual se abalanzó, segundos después de aquella silenciosa súplica, sobre su labio inferior, mordiéndolo con fuerza hasta que le provocó una herida que no paraba de sangrar.

No era capaz de entender nada de lo que había sucedido o el motivo por el cual Efrén lo hizo.

¿Nuestra amistad se ha acabado y romper mi labio es una especie de adiós por parte del alfa?
Pensó Álvaro, confuso.

No logró formular la pregunta en voz alta, puesto que los insistentes golpes en su puerta no se lo permitieron.

Efrén acertó en el hecho de que el compañero de cuarto de Álvaro no era para nada estúpido, habiéndose dado cuenta de la posesividad en su postura amenzante, en el aire debido a sus feromonas y en la forma en la que lo echó.

Maldito puto chivato de mierda.
Pensó Efrén mientras abría la puerta.

El jefe de la residencia, mano derecha del mandamás de ésta, no parecía muy contento de estar haciendo aquella inesperada visita.

-Te daré una sola oportunidad para explicarte antes de dar el chivatazo sobre un amorío ilegal- gruñó el jefe de residencia- Tengo un testigo que me facilitará las cosas- señaló al chivato/compañero de cuarto que estaba situado tras él.

Álvaro entró en pánico, uniendo las piezas de su indescifrable rompecabezas en su mente.

-¿Amorío ilegal? ¿Estás loco?- se burló Efrén- Mi omega me llamó, me calenté y reaccioné de esa forma con Jey porque por un instante mi lobo me hizo creer que mi omega estaba conmigo, incluso he golpeado a Álvaro.

Efrén se apartó un poco, revelando el rostro de Álvaro con su labio partido, el cual había sido gracias a sus dientes y no a su puño.

Pero eso no tenía porqué saberlo nadie.

El jefe asintió, relajándose al instante.

-¿Ves cómo todo tenía una explicación, Jey?- inquirió con una amable sonrisa- Lo siento, Efrén... Sabes que son las normas.

Efrén se encogió de hombros, restándole importancia al asunto.

-¿Estás bien, Álvaro?- éste asintió- Bien, entonces me marcho.

-¿Te vas a quedar ahí parado o vas a entrar?- inquirió Efrén con molestia hacia Jey.

Jey negó, gruñendo.

-Paso de que te vuelva a llamar tu omega y esta vez te dé por arrancarme un brazo- se quejó el otro alfa con molestia- Vendré más tarde, cuando te hayas ido.

Jey se marchó de allí, no sin antes aconsejarle a Álvaro que hiciera lo mismo o, en su defecto, echara a Efrén de allí para evitar problemas.

Cuando ambos alfas quedaron solos nuevamente, Efrén intentó acercarse a Álvaro, pero éste último retrocedió.

-Déjame curarte- gruñó Efrén con molestia.

-Puedo hacerlo yo, no...- gruñó él también con molestia- De hecho, voy a curarme yo.

Dejó al alfa hecho una furia, soltando feromonas que le hacían saber cuán enojado se encontraba en ese momento y su respiración acelerada lo confirmaba.

Se encerró en el baño, echándose agua con rapidez sobre su herida para retirar la sangre.

Tomó una toalla y secó la herida, emitiendo un pequeño gruñido debido al escozor que el roce de la toalla le había provocado.

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