Prólogo

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Dicen que el último año de universidad es el mejor. La tristeza que te provoca recordar aquellas experiencias vividas, las cuales sabes que no volverás a experimentar con esas mismas personas, te hacen tomar un impulso que creías perdido en lo más recóndito de tu alma.

Entonces, decides hacer aquello que más deseas y te lanzas al vacío, esperando que la caída no sea tan dura como tú estás esperando que sea. Cierras los ojos y te dices a ti mismo que todo estará genial, aunque sepas, muy en el fondo de tu corazón, que ha sido una muy mala idea.

Álvaro está en su último año de universidad y está enamorado del chico que conoció justo el primer año de carrera. Ni siquiera su mejor amigo sabe su secreto, justo como su madre le aconsejó hacía mucho tiempo atrás.

«Si alguna vez te enamoras de alguien con tu misma naturaleza, no se lo cuentes a nadie, cielo». «Ni siquiera a mí». «No le confíes a nadie tu secreto o le estarás entregando el arma con el que apuñalarte».

Siguió el consejo de su madre, hasta que una noche acabó confesándolo todo debido a los efectos del alcohol y, quizá, también debido a los celos que sentía.

— Estoy enamorado de un chico... —comentó Álvaro, soltando una pequeña risita— ¿Y sabes qué es lo malo? —inquirió a regañadientes— ¡Porque siempre hay un malo! —gritó a todo pulmón— Que él también es un alfa. 

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