Introducción

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Caminaba por los pasillos de la facultad correspondiente a los estudios que escogió cursar como si de una especie de laberinto se tratase, observando cómo la gran mayoría de los estudiantes que también se encontraban recorriendo el lugar charlaban de una forma muy animada con otros estudiantes mientras se dirigían a sus respectivas clases.

Entonces, Álvaro no pudo evitar pensar qué estaba sucediendo con él para que su primer día de clases en su primer año de Universidad resultara tan caótico y fatalista como, efectivamente, estaba resultando ser.

Su compañero de cuarto en la residencia parecía odiarlo, y eso que ni siquiera habían cruzado más que un par de palabras que incluían una forzada presentación y la citación de muchas normas para que la convivencia no resultara tan mala. Por supuesto, la idea de recitar miles y miles de normas absurdas fue de Jey, un alfa malhumorado y compañero de cuarto.

Además, varios alfas un tanto prepotentes y abusivos se acercaron a él con la única intención de recordarle que el tiempo de las novatadas cada vez quedaba más próximo. Por supuesto, lograron asustarlo lo suficiente como para hacerles saber que él, personalmente, sería un blanco demasiado fácil para miles de bromas pesadas, lo cual no era una buena señal para Álvaro.

Pero, quitando esos dos hechos, el alfa no logró entablar ninguna conversación decente con nadie más que consigo mismo frente al espejo, mientras se daba ánimos a sí mismo; mientras se decía que todo saldría muy bien ese día. Más, ¿qué fue exactamente lo que hizo en su vida pasada para que en ésta todo fluyera en su contra? ¿Por qué todas las desgracias parecían ir a parar a él cuando se consideraba un alfa pacífico y sin la más mínima intención de causarle el más mínimo daño a nadie?

¿Por qué estaba a punto de caer al suelo debido a un fuerte empujón? ¿Las novatadas ya habían comenzado y él no se había enterado? ¿Abrirse la cabeza por el fuerte golpe que se llevaría contra el suelo era algo gracioso para el resto de estudiantes?

— Lo siento —escuchó una voz demasiado grave y ronca como para tratarse de un estudiante de su mismo curso, provocando que un leve y muy sutil escalofrío recorriera su columna vertebral, el cual se convirtió en un pequeño vuelco de corazón al finalizar— Joder, estoy llegando tarde y las prisas no son nada buenas, ¿verdad? —la misma persona que casi provoca su caída, la detuvo— ¿Estás bien? ¿Te he hecho daño?

Álvaro, algo aturdido por lo que acababa de sentir, comenzó a levantar la vista lentamente del torso que tenía situado a pocos centímetros de su rostro para poder apreciar el rostro del chico que muy amablemente estaba tratando de disculparse por el incidente que casi provoca. Esa sonrisa lo mató y esos ojos terminaron de rematarlo.

Diosa, estaba frente al alfa más guapo que jamás tuvo la dicha de conocer.
Pero, ¿en qué estaba pensando?

— Chico —insistió el desconocido con un deje de burla— ¿Estás bien?

«Genial. Tu primera conversación medio normal en este infierno y pareces un patético»
Pensó Álvaro, entrando brevemente en pánico.

— Tus amigos ya me han dado la advertencia —comentó Álvaro a regañadientes, separándose de él con un poco de brusquedad— Pero gracias.

— ¿Qué mis amigos qué? —inquirió el alfa, realmente divertido— Creo que me estás confundiendo con alguien más, porque mis amigos no hacen advertencias —prosiguió— Bueno, si te has encontrado con Zack ebrio puede que sí te haya hecho alguna, pero es muy poco probable, teniendo en cuenta que son las ocho de la mañana.

Álvaro tomó una respiración profunda para tratar de calmarse un poco. Lo mejor sería dar media vuelta y olvidar que acababa de conocer a uno de los mastodontes que participaba en el equipo de fútbol americano del Campus.

Sin embargo, el olor fuerte y picante del alfa llegó a sus fosas nasales, provocando que las piernas de Álvaro flaquearan ligeramente.

Pudo reconocer perfectamente que su aroma contenía pequeños fragmentos de olor a hierba recién cortada, olor que detestaba con toda su fuerza, pues le parecía altamente desagradable. Pero, para su alivio, ese aroma se desvaneció rápidamente, dejando paso a un leve matiz de café recién hecho que provocó que la boca de Álvaro comenzara a salivar en demasía.

— No sé quién demonios es Zack, ni tampoco deseo saberlo —comentó entre refunfuños— Simplemente sé que eran tus amigos porque, al igual que tú, llevaban una maldita camiseta que representa al equipo de fútbol americano —le regaló una pequeña sonrisa cínica— Si me disculpas, también estoy llegando tarde a mi clase y no sé dónde narices está.

«Vaya carácter que se gastaba el gatito»

— No soy del equipo de fútbol americano, ni de otro equipo cualquiera —comentó el alfa con diversión— Por cierto, soy Efrén.

Álvaro tragó saliva al percatarse de que el chico frente a él extendió su mano hacia él, esperando que también le dijera su nombre y aceptase su mano como un gesto de saludo.

— Álvaro —comentó en un bajo murmullo— Disculpa —prosiguió, algo apenado por su comportamiento— Pensé que eras uno de ellos, y... —se calló, mordiendo fuertemente su labio inferior— Lo siento muchísimo.

Efrén sonrió ampliamente.

— Me he metido en una batalla de novatadas sin querer y mi camiseta ha pagado las consecuencias —explicó— Si esos chicos vuelven a molestarte, diles que Efrén siempre está encantando de patear unos cuantos culos, sea la hora que sea —inevitablemente, Álvaro comenzó a sonrojarse— Bueno, espero que tengas suerte con esa búsqueda del aula perdida, yo tengo que irme ahora mismo si no quiero que me pateen el culo a mí —le regaló otra de sus encantadoras sonrisas— Encantado de haberte conocido, Álvaro.

— Igualmente —comentó éste entre pequeños tartamudeos.

Efrén asintió, visiblemente satisfecho por haber obtenido esa respuesta de su parte.

— Espero que volvamos a encontrarnos —comentó Efrén por última vez antes de marcharse hacia su destino, el cual era un poco absurdo, la verdad.

Efrén tendría que caminar sin un rumbo fijo hasta que Álvaro desapareciera de su vista y así poder reencontrarse con su mejor amigo Zack, quien lo esperaba pacientemente recargado sobre la pared, acostumbrado a sus locuras. Porque, definitivamente, chocar intencionalmente con un chico que se veía un poco perdido y asustado solo para conocerlo era una de sus locuras.

— Zack, el pobrecito de Zack, siempre busca pelea cuando está ebrio —dramatizó el alfa, hablando de sí mismo en tercera persona— Sé que para que consigas ligar tienes que sacarle partido a las pocas virtudes que posees, tío —refunfuñó, algo indignado— Pero, ¿hablar mal de tu mejor amigo para enfatizarlas? —realizó un gesto de negación con su cabeza, mirándolo de forma acusadora— Eso está muy mal.

— Cállate —comentó Efrén, realmente divertido— No estaba tratando de ligar con él, idiota.

— Si esos chicos vuelven a molestarte, diles que Efrén siempre está encantando de patear unos cuantos culos, sea la hora que sea —imitó con voz aguda, en un intento de hacer una imitación absurda de su mejor amigo.

— Cállate —volvió a demandar Efrén a regañadientes.

Zack obedeció, sabiendo que las paredes podían escuchar hasta el más mínimo murmullo. No obstante, no pudo evitar tener la última palabra.

— Espero que sepas lo que estás haciendo, Efrén —comentó en un bajo murmullo— Espero que realmente lo sepas — «porque, de lo contrario, tendría los días contados» — ¡Tercer año de universidad fallido, allá vamos! —gritó con emoción— Esta carrera será la nuestra, lo presiento.

Honestamente, si no lo era, a Efrén le daba exactamente igual. Ese año sería uno de los mejores de su vida, pues había conocido al que podía ser el futuro amor de su vida.  

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