Capítulo 5

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Bella era la Aurora, hermosa como ninguna otra.

Concedió su amor a un príncipe amable y cortés

Pero el amante cruel quiso cambiarla por otra,

Y ella en su pena, evitó cuidar al mundo después.

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Según las antiguas creencias, la belleza es una maldición impuesta por los dioses a causa de la avaricia de los padres. Cuando los dioses vagaban entre los hombres no era extraño que se involucraran con mortales excitando su deseo y haciendo caer a las doncellas en la lujuria. En particular, la Aurora evitó tal tentación conservándose virgen. 

No se puede decir lo mismo del Extraño, es el dios del engaño por varios motivos. 

Un cuento popular narra las aventuras de Galeo, un joven pastor que se enamora perdidamente de una reina ladiva. Éste, en su desesperación por su amor no correspondido, acude con el dios de los muertos para que le ayude a conquistarla. El dios le aconseja enamorarla haciéndose pasar por Andreas, el divino hijo del Navegante, aunque le advierte que morirá la misma noche en que la conquista se concrete. Lo que se vuelve realidad cuando es envenenado por la mordida de una serpiente de las laderas que no observa al apurarse para salir antes de ser descubierto por el rey.

La Aurora, muy inconforme con la conducta lasciva de la reina, manda a una de sus sacerdotisas para que le diga que el reino permanecerá maldito mientras no se deshaga de su conducta inapropiada, un hecho difícil puesto que la reina terminó embarazada por esa noche de amor.

Al final, sacrifican al bebé, ya que este era divinamente hermoso al ser fruto del engaño, pensando que de ese modo la Aurora quedaría satisfecha.         

Yo no seré otro bebé ofrendado. 

La cera escurre por mis dedos quemándome. Se supone que debo encender el aceite perfumado en ofrenda a la Aurora, pero mis manos están entumecidas no por el miedo sino por la furia. ¿Así es cómo termina todo? ¿Cómo un pobre sacrificio para cubrir la deuda de Clarisa? Oh, madre que equivocada estás.

Toda mi vida soporté en silencio cualquier cosa que la reina me arrojó a la cara, pero ahora que conozco el final del acto por fin podré responderle con la furia que durante años he guardado.

Ella olvidó que era mi madre; que su sangre corría por mis venas, caliente y llena de odio. No siento compasión por la niña que fue, abandonada y desechada como basura, soy incapaz de hacerlo. En cambio, recuerdo cada lágrima y grito de dolor que me hizo presenciar y sentir, esa pequeña niña asustada murió hace mucho dejando un montón de cenizas en su lugar.

—Vamos, cariño, hazlo —me insta.

Es la primera vez que me habla tiernamente en mi vida.

La miro a los ojos mientras dejo caer la vela y el fuego sube hasta el cielo y la llamarada calienta mi rostro. Debo reflejar el odio que siento porque, por primera vez, Clarisa retrocede ante mí. Me agrada que lo haga. Oh, reina madre debiste quedarte callada y arrojarme a las entrañas del bosque sin más. Llevarme de noche y robarme la vida mientras durmiera.

Cometiste un error al contarme el cuento amargo por completo.

—Que la Aurora favorezca a la más hermosa, mi reina, solo a la más hermosa —mi voz está desgastada por el malestar y aun así logra que un brillo extraño aparezca en sus ojos tal vez consciente de lo que sé.

Su trágica infancia no hace mella en mi determinación contra ella. No queda nada de esa niña perdida, hay demasiada sangre bajo sus uñas para ser coincidencia.

Un cuento amargo |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora