Apartado especial: El jilguero amarillo

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E inicia el maratón de las doscientas estrellas. Como no hubo ganador definitivo, los especiales serán tres partes de opciones diferentes.
Este es un cuento de los que Freya lee.

“Érase una vez, un jilguero del color de la luz del sol. Era un ave pequeña y escuálida, sin las suficientes plumas para cubrirse del frío, así que cuando el invierno llegó el pajarito se apenó y comenzó a llorar en silencio.

—Oh, pobre de mí, moriré de frío sin plumas que me calienten —decía mientras tiritaba.

Con tanta clemencia pidió el pobre animal ayuda que, por fin, la Aurora tan benigna se apiadó de él. Agitó sus alas por los cielos y descendió a donde el pajarillo estaba.

—Oh, pequeño animal, cuanto sufres por tus carencias. Vuela con el canario y pídele una pluma para que no pases frío.

Siguiendo el consejo de la diosa, el ave voló hacia el nido del canario y le pidió una pluma.

—Claro que sí, amigo mío, ten una pluma que a mí no me faltan.

Al oír lo que decía el canario, la paloma y el gorrión también le regalaron las plumas que les sobraban.

Muy contento el jilguero tomó las plumas que le ofrecían y quedó satisfecho. Volvió a su nido y el invierno pasó rápido y sin contratiempo.

Sin embargo con la llegada de la primavera, el jilguero atravesó otra dificultad: apenas comía nada porque el resto de las aves recogían el alimento primero que él. El pobre quedaba esperando a que otra ave dejará caer el grano de su pico para comer. Pero eran pocas las semillas que conseguía y moría un poco cada día.

Hambriento clamó otra vez por la intervención de la diosa y la Aurora, tan buena como siempre, respondió a su llamado.

—¿Qué puedo hacer por ti, pequeña ave?

—Oh, Diosa, sufro mucho por el hambre. Los otros tienen alas fuertes para buscar alimento, pero yo solo tengo una voz hermosa que no me ayuda en nada. ¿Qué será de mí?

Murmuró el pajarillo sufriendo por su suerte. Luego de meditarlo un poco, la diosa tuvo la solución.

—Anda jilguero y devuelve las plumas que pediste prestadas, canta para ellos y agradece su compasión. Eso te dará sustento y abrigo de un modo que no imaginas.

Un poco desconfiado, el pájaro hizo lo que la diosa le había sugerido. Voló con la paloma, el gorrión y el canario cumpliendo con lo acordado. Cantó y cantó a sus amigos creyendo que éstos de algún modo le ayudarían.

Fuerte fue su sorpresa cuando una jaula de cruda madera cayó sobre él.

—¡Ayuda!, ¡Me llevan lejos de ustedes, madre Aurora! —gritó el jilguero sin que sus amigos ni la diosa lo escucharan.

Cuando vio a la diosa a la lejanía, volvió a suplicar.

—Pobre ave cantora —respondió la diosa apenada—. Me temo que la jaula es el único lugar para ti, nadie que no sea humano te dará cobija y alimento por oírte cantar. Sé feliz entre los barrotes que agua y calor ya no te faltarán, pero canta recordando el cielo porque jamás lo volverás a ver...”


Un cuento amargo |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora