Tarde se dieron cuenta los Padres Eternos,
De la malvada inteligencia del hijo pequeño.
Y queriendo abrigarlo en sus brazos fraternos,
Ignoraron su ambición salvaje y sin freno.
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Estoy sin palabras por lo que acaba de decir.
¿Cómo puede ser él? No fue quien disparó la flecha, él estaba en la plaza cuando pasó lo del ataque. Pero la convicción en su voz y su actitud ladina me obligan a creerle. Viéndolo bien, encaja mucho con mi concepto del Cuervo. Es alto, joven y embaucador, la idea de que sea un ladrón experto es plausible. Analizando nuestra conversación me doy cuenta de que buscaba mis respuestas mucho más que mantener una conversación conmigo.
Estaba probándome y al parecer le gustó lo que descubrió.
—Te prometo explicarme con calma, pero creo que la urgencia en estos momentos es salir de aquí.
No digo nada, estoy muy impresionada por el modo en que han engañado a todos.
Puedo jurar que el espectáculo de la plaza fue planeado con mucho cuidado. Casi como un teatro de sombras. Quería que lo arrestaran, por eso no huyó e hizo disparar a alguien más para que los guardias no imaginaran a quién estaban capturando. Lo hubieran matado inmediatamente en la plaza de saberlo. ¿Por qué se arriesgaría tanto solo para entrar a palacio? Y si el motivo efectivamente soy yo, ¿cómo sabía que también me arrojarían al calabozo con él?
Muchas cosas pudieron salir mal en ese descabellado plan.
La Aurora debe amar al muchacho para socorrerle tanta buena suerte.
Una lástima que se le termine tan rápido. No hay forma en que con un arco y flechas logre escapar de la seguridad del castillo, mucho menos si tiene en cuenta llevarme con él. Sin embargo, rezo a los dioses porque lo haga y que su fama no sea un simple rumor.
Por la información que tiene, debe de haber un par de oídos atentos en palacio que le reporten todo. Espero que tenga también las suficientes manos dispuestas ayudarlo. Si me alejo de la reina ahora, Clarisa no escatimará en recursos para traerme de vuelta y arrastrarme con el dios Extraño. Dudo que él sea muy consciente de los problemas que le acarrearan mi huida, pero tampoco pienso sacarlo de su error.
Hoy más que nunca necesito estar fuera de las garras de Clarisa. La forma de vencerla es mantenerme viva y no lo lograré quedándome aquí. Así que dejo al Cuervo ejecutar nuestro plan de escape.
Sigue escarbando entre la paja hasta dar con una aljaba llena de flechas hechas de hierro forjado. No se parecen mucho a la que le atravesó el pecho horas atrás a mi madre, esa flecha de fina madera, aunque hermosa carece del encanto mortal que poseen las de él.
Sube a un montón de paja y posiciona el arco sobre el marco de la pequeña rendija de la ventana. Me alejo lo más posible para tratar de ver mejor. El sol comienza a ocultarse elevando la sombra de la muralla sobre los jardines y un guardia despistado se frota las manos contra su pechera de cuero por el frío. El Cuervo toma una flecha de acero negro y tensa el arco anticipando el disparo.
La alarma cruza cuando observo cómo inclina ligeramente la flecha hacia el soldado.
—No...
Mi negativa no llega a tomar la fuerza con la que la flecha sale expulsada y vuela por los aires hasta, de una manera impresionante, quedarse atascada en la muralla a escasos centímetros del soldado. No hay forma de que el guardia haya pasado desapercibido el flechazo así que intuyó que debe estar con él. Si Clarisa supiera cuántos planean matarla dentro de su propia casa...
—No asesinaría a mis propios hombres, princesa —susurra confirmando mi teoría.
—¿Y está dispuestos a asesinar a alguien que no trabaje para ti?
Una sonrisa juega en sus labios mientras prepara el segundo tiro.
—Nadie ha muerto jamás por mi mano y no pienso comenzar hoy. Ahora que hemos acordado que los dioses no son mitos, no quiero ni imaginarme lo que la Aurora me haría al saber que derramé sangre en su día de paz.
Dice las cosas medio en broma haciéndome dudar de su veracidad. A fin de cuentas, es un ladrón, no le debería ser muy difícil mentirme. Sin embargo, también pienso en que la caída de la reina cobrará vidas lo quiera o no, morirán inocentes antes de que ella vuelva a la oscuridad de la que fue creada.
Cuántas vidas vale la libertad del reino es una pregunta que aún me hago.
Dispara una segunda flecha al lado derecho de la primera. No tengo idea de cómo clavar flechas a la muralla nos sacara de aquí. Cuando arroja la tercera, la punta choca contra la piedra con la que está edificada el muro y él lanza una maldición.
—Deberías estar muy orgullosa de tu ancestro. Hemos querido entrar al castillo por meses sin conseguir crear un plan de acceso fácil. Así que decidimos que sería más fácil salir que entrar y henos aquí. Le daré un amigable puñetazo en la cara a quien lo sugirió.
Su arco se vuelva a tensar y en está ocasión, acierta su hierro de la vez anterior. Por la forma en que está acomodando las flechas intuyo que la idea es escalar el muro. Efectivamente deberá golpear a quien sea que se lo sugirió, jamás logrará armar los puntos de apoyo necesario para que su plan sea viable.
—Dime que esto no es nuestro único plan.
Sigue tirando una flecha tras otra sin prestarle atención a la alarma de mi voz. No podemos fallar en la huida, tanto él como yo sabemos que moriremos si nos quedamos. Yo sería ofrendada a el dios más cruel y él sería torturado hasta que muriera o delatara a alguien más. Si construir una escalera es su único plan no me queda nada más que confiar en él.
—Es...parte de nuestro plan.
—¿Y cuál es la otra parte?
—Esperar a que todo los demás salga bien.
Ya está, se acabó.
Clarisa se dará un festín con nosotros. Sin embargo, si el señor de los muertos envía a uno de sus jinetes de hueso por mí hoy durante nuestro patético plan de huida, al menos no pisaré el bosque de los susurros viva.
Él continúa con su misión mientras yo pierdo la esperanza.
Solo bastará una mirada al punto equivocado para desbaratar cualquier posibilidad.
Mando una súplica desesperada a la Aurora por ayuda. Espero que la diosa de la paz no haya cerrado sus ojos a la guerra ni sus oídos a los ruegos. Unos pasos ligeros resuenan por el corredor llamando nuestra atención. No quedan muchas flechas dentro de la aljaba, aun así, el Cuervo prepara el arco.
Me quedo convertida en piedra cuando Freya aparece a través de la ventanilla y muestra un manojo de llaves tintineantes.
No puedo creer que mi doncella siempre necesitada de cuentos esté ayudándonos. Freya es dulce como las fresas de la primavera, no es alguien hecha para pelear revoluciones. No nació para lidiar con batallas ajenas o conspiraciones. Por un momento, dudo de ella, al siguiente, recuerdo la calma con la que presenció el humo afuera de la muralla semanas atrás. Ella lo sabía, conocía de los ataques al mismo tiempo que preparaba mi mente para creer en el señor de los bastardos. Y a pesar de eso, en el momento en que él baja el arco y escucho el sonido del metal raspando la chapa, sé que recibiría una flecha en mi propio corazón por ella.
Se arroja a mí para abrazarme apenas la puerta se abre. Esta mañana, nos abrazamos pensando que sería la última vez. Ahora, sus brazos calientes aprietan mi espalda mientras yo peino su cabello. No sé con exactitud quién es y tampoco me importa saberlo. No necesito saber si efectivamente es la hija de un carpintero del mercado o si nació en las laderas azules que se cubren de polvo blanco en el verano, ni siquiera necesito saber cómo es que conoce al Cuervo.
Esta chica que ahora me abraza está arriesgando su vida por mí. Si Clarisa nos descubre abrirá su cuello como hizo con mi doncella anterior, y que el Productor me trasforme en un árbol seco de leña si pienso permitírselo.
—Yo... mentí —su voz está alejada como la de alguien que ha llorado mucho.
El estrecho en mi abrazo, es mi forma de decirle que no importa en absoluto. Sin conocer su nombre o quién es su familia, es ella quien ha estado en los días difíciles de los últimos meses. No necesito razones políticas o argumentos lógicos sobre qué la impulsó a llegar a mí en primer lugar.
—Necesitamos darnos prisa.
El Cuervo a cada momento, comienza a encajar más en su papel de ave de mal agüero, pero tiene razón. Desde que nací, he aprendido lo caprichosa que puede ser la suerte.
Seguimos en el territorio de Clarisa, no estaremos a salvó mientras no crucemos la muralla. Con Freya guiando avanzamos entre los pasillos estrechos, lodosos y mal iluminados.
Cuando llegamos al patio interior, sé que ha llegado la hora de la verdad. O escapamos o morimos en el intento, de nada servirá mi fiel mensura apacible. Se acabó la época para ser el títere cuyos hilos mueve la reina.
—Necesitamos una distracción —murmura Freya mientras nos presionamos contra la pared del pasillo—. Muchos guardias salieron a buscar al Cuervo, solo se quedaron los más jóvenes e inexpertos. Sin embargo, dudo que las flechas de la algaba den para tantos tiros.
Una sonrisa de suficiencia aparece en el rostro del ladrón. Sabía que debía tener algo más que suerte con él.
—A veces solo necesitas una chispa para encender una hoguera, Gogó.
Un sonrojo aparece en las mejillas de mi doncella cuando él dice eso. Le lanzó una mirada, obviamente se conocen desde hace tiempo para tener adjetivos cariñosos. Ya decía yo que Freya no podía aprender tantas cosas en el mercado.
El Cuervo se acerca a una antorcha colgada sobre una de las columnas del jardín, prepara el arco y cuando la flecha ya está posicionada, acerca la punta suavemente. Apenas el fuego la roza, la llama se extiende salvajemente a lo largo y él hace un toro rápido antes de que el fuego le roce el hombro.
Con las sombras comiéndose el sol, la flecha que se eleva en línea recta hacia arriba parece una columna de viento y fuego enviada por los mismos dioses. Las flechas deben estar recubiertas de aceite porque, al quemarse, desprenden una llama multicolor que brilla y serpentea en el aire.
—¡Fuego! —es un soldado en que grita.
El Cuervo corre por el pasillo y Freya me empuja a seguirle. Puedo escuchar el estruendo de los pasos de metal que nos persiguen.
A la lejanía, otro grito resuena en el aire al sonido de una campana.
—¡Nos atacan!¡Las puertas, cierren las puertas! ¡No entrará ni saldrá nadie!
La flecha fue una señal.
Hay un rastro de humo en el aire, algo arde a la cercanía. Por fin podré ver a la Orden del Bastardo brillando a su máximo esplendor.
No sé qué es lo que están haciendo, pero mantienen a los guardias distraídos, cuando ellos corren por los pasillos no van detrás de nosotros. Nadie se da cuenta de nuestros pasos apresurados.
Corremos por los pasillos hasta dar con la luz crepuscular y el jardín de las rosas. La escalinata está allí, puedo verla desde la puerta. Pero también nos enfrentamos a terreno desnudo que no cubrirá nuestra huida.
Él se prepara con su arma para hacerle frente a lo que nos aguarde el jardín. Corremos hacia el muro y una flecha roza mi brazo rompiendo el fino vestido.
Cuando volteó a ver, Edward sostiene una ballesta y sus ojos lucen vacíos. El Cuervo también se ha parado en seco y apunta contra él.
—Por favor.
Apenas lo digo en un susurro, aun así, el soldado baja su arma, aunque el ladrón la mantenga a punto.
—Les conseguiré tiempo.
Se va sin decir nada. Solo lanza una mirada tras de sí con nostalgia en la mirada cuando me mira.
El bastardo vestido de guardia se las ha ingeniado para pasar un trozo de seda entre las flechas. Ahora, es una escalera en toda forma, también será fácil subir. El señor de la Orden me observa arrogante, como restregándome en la cara mi falta de fe. Debo admitir que estoy impresionada. Freya sube con una rapidez que me deja fría y el Cuervo la sigue. Sólo falto yo y mis débiles brazos febriles, justo cuando él me ofrece su mano para alcanzar el primer escalón, un gemido agudo corta el aire.
Viene de mi torre.
Clarisa está en la ventana de mi habitación aún cubierta de sangre por el altercado. Sus manos están sangrando.
—Escúchame bien, Amia —sus gritos rompen mi calma y el miedo me hace saltar a la escalera—. Si te vas partiré tu amado reino por la mitad. No habrá un solo lugar al que puedas ir sin que yo te encuentre.
Trepo con la agilidad que da el pánico y la furia. Creo cada palabra que sale de su boca, pero no hay alternativa.
—¡Eres mía! No puedes esconderte de mí. ¡Mía, y solo mía!
Rasguño la piedra cuando me resbalo y tambaleo, la mano del Cuervo me sujeta firmemente antes de que caiga. Mi corazón está tan acelerado que comienza a dolerme el pecho. Ya llegué a lo alto de la muralla y abajo hay caballos esperando. Dirijo una mirada a la torre, mi madre me observa enloquecida, probablemente está en mi habitación buscando la magia antigua que mencioné en la mañana.
Suerte con eso.
Su veneno se mueve en el aire para embriagarme, ya no conseguirá amedrentarme. Ahora, estoy en lo alto de la muralla, no custodiada desde dentro. No seré más la Amia complaciente, se acabó.
Así que la miro a los ojos mientras bajo del mismo modo en que subí.
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La carreta avanza sumergiéndose en el bosque, el cansancio por los sucesos del día comienza a llegar. Una vez estuvimos abajo, el resto de los ladrones incendió las puertas para evitar que los soldados nos dieran alcance. Me sorprendió lo mucho que rieron todo el camino al desembarcadero, un viejo barrio sucio en que los soldados no eran bienvenidos; es decir, el nido perfecto de estas aves de rapiña. Ahí cambiamos los caballos por una carreta, lo que decía Clarisa sobre buscarme es muy cierto, así que debemos buscar ventaja.
Mi vestido está sucio y lleno de cenizas como yo, poco me importa. Salimos, que es lo importante. Hay esperanza para Ladivia una noche más.
Estoy agotada.
Muchas cosas han pasado hoy, de algún modo, estamos escribiendo el rumbo de la historia. Si logramos derrocar a Clarisa será por la rebelión que se inició esta mañana. Si ella gana, tal vez en algunos años yo me vuelva la princesa maldita de algún cuento para dormir. Sea cual sea el resultado, hoy comenzó a moverse de la rueda de las tejedoras de destinos.
Cuando el mundo fue creado, los Padres se dieron cuenta de lo difícil que era estar atentos a los sucesos que ocurrían entre los hombres. Fue entonces que hicieron a las tejedoras, dos hermanas inmortales que controlan el inicio y el final de la vida con su telar. El mundo es un gran tapete que se va tejiendo con el tiempo y las acciones. Según los mitos, cada vida está representada por un hilo; por cada decisión tomada el hilo se va tensado, hasta que se rompe.
Espero que nuestros hilos tengan mucha más resistencia que el de Clarisa.
Me dejo arrastrar al sueño sintiendo el tibio abrazo de Freya contra mí. Nunca he dormido a lado de nadie, es extraño la sensación que provoca el calor humano. Espero y sea suficiente para alejar a las pesadillas, mientras duermo dejo caer mis barreras y ni la maldad de mi madre puede incluso arruinarme la noche. Los gritos y la sangre cada noche, bañándome de terror. A veces despierto cubierta en sudor, con la respiración agitada y el alma marchita. Otras, no recuerdo con claridad los sueños, pero un aire de ansiedad persiste en las paredes de la torre.
Esta noche, ya no estoy allí ni cerca de Clarisa. Por fin podré dormir tranquila.
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Estoy frente a un árbol lleno de manzanas, hay algo raro en él. La corteza parece haber sido quemada, está ennegrecida por completo. Me hallo en el medio de una parcela de árboles carbonizados. Nunca había tenido un sueño tan extraño. No están los mismos hombres y mujeres asesinados que claman justicia ante mí, ni hay sangre cubriendo los árboles o el suelo.
Bienvenida, dulce amargura.
Una voz susurra de pronto, miro a mi alrededor buscando quién la emite, pero sólo hay aire y un rastro de olor a ceniza.
—¿Quién eres? —algo raro ocurre con mi voz.
Se escucha lejana, como si estuviera muy apartada de mi cuerpo.
Tú sabes quién soy, amarga princesa. Llevas un tiempo queriendo verme.
El sonido que emite es suave y rítmico, es la voz de un actor de espectáculo. Tiene un rastro de terciopelo al hablar, tan melancólico y pausado que me causa escalofríos.
Hace mucho nadie me llama por el nombre que me dieron mis padres. Lo he olvidado por completo, así que no puedo decírtelo. Pero soy quién capturó la sombra y le dio forma, soy la oscuridad que ronda por las noches y mi casa es el refugio de quienes duermen.
Se me hiela la sangre con su presentación y puedo sentir mi corazón detenerse.
Tienes que admitir que soy el más atento de los dioses, mi dulce amargura. Vengo a ti la primera vez que me llamas.
El libro del conocimiento no se equivocó, quien suplica al dios de los muertos es escuchado atentamente.
Ahora mismo, estoy en el bosque de los susurros y el dios Extraño está hablando en mi oído.
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¿Le gustaría leer un pequeño apartado desde el punto de vista de Clarisa? Serían unas cuantas escenas sobre sus días cómo concubina, antes de los sucesos actuales. ¿Qué opinan?
Aunque no siempre contesto, leo cada uno de sus comentarios, así que me gustaría saber qué les pareció.
Gracias a Anna Márquez por hacer una magnífica portada para esta historia hecha con amor. Muchas, muchas gracias.
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Un cuento amargo |COMPLETA|
FantasyMuchas historias se narran sobre los dioses en Ladivia. Algunas son cuentos antiguos mientras que otras apenas están sucediendo. Hace bastantes años una niña se extravió en el bosque del dios de los muertos, tiempo después, hizo su camino al trono...