Capítulo 11

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El dios se sintió abandonado,
Deshecho por su corazón hundido.
Aunque estaba muy alentado,
Por recuperar aquello que había perdido.

*****
Sus palabras me provocan una mueca entusiasmada. Nunca escuché un cuento de hadas de niña. Esto es lo más parecido a eso.

¿Por qué la Aurora lloraba?

Al mencionar a la diosa de los cielos, el Extraño ha capturado por completo mi atención. Nunca he escuchado de un cuento de hadas que incluya a la Aurora llorando. Hay cierto morbo en oír una historia así. Ella es la diosa amorosa que nos consuela siempre, me causa intriga saber por qué podría sufrir.

La noche es espesa y Grimmes apenas parece capaz de respirar conmigo tan cerca. Mi espalda se siente caliente en donde choca contra su pecho. Nos movemos en silencio, escondidos por la oscuridad de medianoche que nos vuelve sombras alargadas para los animales del camino. Un búho susurra a la lejanía y ni siquiera se escuchan los aullidos de los lobos.

La noche es calma. Pero no una calma solitaria.

Casi desde que salimos me di cuenta de la sombra alargada. Repta ocultándose entre los árboles saltando de una oscuridad a otra sigilosamente. Es la misma sombra que me ha perseguido desde mi trato con su dios. Por medio de ella es como el dios debe darse cuenta de nuestra situación.

El Extraño ríe con humor.

¿Debo de sentirme ofendido? Esta es la primera vez que pareces entusiasmada de escucharme.

Suelto una risita tonta, aunque trato de aferrar el sonido a mi garganta. Dioses, no sé si es el aburrimiento hablando por mí, pero quiero reírme con él de la misma manera en que lo hago con Freya y sus bromas.

-¿Qué es tan gracioso? -me insta el Cuervo con voz queda y un poco fastidiada.

Murmura tratando de no captar la atención de los demás para evitar convertirlo en una "charla innecesaria". Los bastardos tienen la mala costumbre de brindar su opinión a la menor provocación. Generalmente, Grimmes acepta sus diversos puntos de vista, pero al parecer hoy no.

-Nada, recordé algo gracioso.

Me aprovecho de que nadie puede verme el rostro para seguir con la sonrisa pegada a los labios. No insiste en su interrogatorio y eso me alegra. Es peor que un perro de caza cuando se propone algo.

Una sensación fresca me recorre la médula espinal. Doy un respingo cuando la siento. Pareciera que alguien me cubriera la espalda con hielo. Contrario a lo que se podría imaginar, no hay dolor en la sensación, se aproxima más al frescor de la brisa helada en un día caluroso.

-¿Ocurre algo?

Contestaría la pregunta de Grimmes si supiera lo que es. Jamás en mi vida he experimentado algo tan raro y placentero a la vez.

-Sí...me pareció sentir algo en la espalda.

Se tensa y con la mano que no sostiene las riendas empuja mi espalda un poco hacia adelante.

-¿Algo como qué? En estos bosques hay insectos hoja en los árboles, su mordedura no es grave, pero sí muy incómoda.

Su mano trepa por mi espalda examinándola. Sentir su toque a través de la fina tela del vestido es como menos incorrecto. Incluso es más raro que lo anterior.

Un cuento amargo |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora