Capítulo 12

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En el arrullo de las estrellas,
Algo distinto a todo fue creado.
Y en el mundo dejó huellas,
la creación del dios despiadado.

*****
Freya casi salta del caballo al escuchar sobre el bosque. La curiosidad insostenible se impulsa sobre la razón en ella.

—¿El bosque de los susurros dice?

Pregunta tan ansiosa que incluso Grimmes le lanza una mirada para reprimirla. No debemos llamar la atención, eso es muy importante. Aquí la gente es pobre, y aunque no dudo de su buen corazón, sé que el oro de Clarisa sería bien recibido en esta tierra. El dinero traería abundancia a este suelo seco y esa parte la entendemos muy bien.

¿Te gusta, mi bella flor?

El dios Extraño pregunta casi con tanta emoción como Freya, pero capto que está burlándose de ella. Arrugo el ceño, no me gusta que lo haga.

Había olvidado ese rasgo tan característico de tu familia: no tienen sentido del humor. Stares, Stares, por eso les va como les va.

Lo primero lo dice entre risas, lo segundo tiene un toque macabro entre líneas. ¿Qué tiene de interesante mi familia? Admito que los Stares no somos ningunos santos, sin embargo, siempre hemos sabido gobernar con aplomo. El dios del Engaño no tiene por qué reclamarnos nada.

Es eso te equivocas, corazón.

Esta vez, puedo jurar que no imaginé el tono siniestro. Suena tan enojado que me inquieto. Por lo general, me gusta su compañía. Puede ser muy agradable cuando se lo propone como lo fue anoche. Pero en este tipo de momentos, cuando me recuerda que es el dios de la muerte, algo se remueve dentro de mí. Es como un recuerdo lejano, como un cuento que escuché hace mucho y ya no puedo decir. La sensación es tan intensa que, sin darme cuenta, doy unos pocos pasos hacia el bosque negro. Algo dentro de mí me mueve hacia adelante, probablemente la promesa de mi madre.

No es hasta que siento el mano de Grimmes sujetándome que me doy cuenta. Sigo anonadada por mi interés en el bosque cuando el murmura en mi oído.

—¿Qué carajos crees que haces? —suena tan molesto que logra romper el hechizo del bosque sobre mí.

Agito la cabeza tratando de aclarar mis ideas.

—Yo...no lo sé.

Me dirige una mirada obstinada y luego me conduce de vuelta al grupo. Tal vez piensa que le miento, pero no es el caso. El bosque de los susurros es importante para Clarisa y, por ende, es interesante para mí, pero lo que sea que me llama a sus entrañas no tiene nada que ver con mi madre.

Nuestro anfitrión le sonríe socarronamente a Grimmes cuando se da cuenta de lo que pasó.

—Que bueno que el señor la trajo de vuelta, señorita. Sé lo tentador que puede ser echar un vistazo, pero no caiga ante la curiosidad. El bosque es como el fuego de una hoguera, peligroso aunque hermoso de mirar.

—¿Qué ocurre en el bosque, señor?, ¿Por qué dice eso?

El hombre se rasca la barba espesa como pensando en que responder. Apenas me doy cuenta de que preguntan y no me doy cuenta de quién lo hace. Pero en cuanto nuestro posadero comienza su respuesta, tiene mi atención de inmediato.

—¿Cree en los dioses, señorita? —Le pregunta a Freya y ella asiste pausadamente—. Los continentales siempre dicen creer, aunque lo cierto es que apenas y recuerden a los dioses durante el día. Sin embargo, aquí somos diferentes —, el tono adulador se ha ido hasta dejar melancolía—. El bosque nos hace creyentes verdaderos, fieles a las enseñanzas de los dioses. Nosotros no eludimos las tradiciones y holgazaneamos en las costumbres, no, aquí seguimos la religión a los seis perfectamente.

Un cuento amargo |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora