Capítulo 26

212 42 58
                                    

Une dos almas sin compasión,
tendrás ira, quizás amor.
Luego sepáralas de su comunión. 
Y ve como se rencuentran sin temor.

“Las doce lunas”
Escena II

********
La trenza que le hice a Freya es torpe cuando menos, fea si soy sincera, pero he tratado de mejorarla con las flores azules que crecen en el lago haciendo que el tono tostado de su cabello resalte. Cuando su padre dijo que se casarían de inmediato no pensé que fuera literalmente esta noche. Resulta que el buen hombre tiene bastante autoridad para que a una palabra suya Freya se olvide de su boda magnífica y Alan sienta un deseo inquietante de casarse al momento. La cara de incertidumbre de la sacerdotisa no tranquiliza mucho siendo franca, sabrán los Padres cual fue la artimaña que Elías usó para convencerla de casarlos a medianoche.

—Bueno, tal vez no sea el peinado perfecto, pero te prometo que cuando renueves tus votos en la boda que soñaste tendrás un tocado hermoso y te peinará la mejor tejedora de trenzas de Ladivia. 

Freya está radiante sonriendo bajo la luz de las velas que nos ayudan a ver, parece una muñequita con ese vestido blanco.

—Ya es perfecto, lo hizo mi mejor amiga con su máximo esfuerzo. Dioses, no puedo creer que esté a punto de casarme.

Le doy una mirada tranquila, todos necesitamos olvidarnos del tema escabroso del bosque por un momento.

—Alan no puede quitarte los ojos de encima, no creo que le importe si llegas vestida con un saco de papas y con el cabello enredado con hojas secas, pero hoy te ves hermosa.

Ella aprieta mi mano mientras yo pienso en todo lo que tengo que olvidar hasta mañana y lo que debo traer a colación para lograr metas. Proteger mi castillo sacrificando mis torres es vital. Sin embargo, esta es la noche de Freya y merece ser lo más importante.

Salimos y su padre ya está esperando, Alan parece un poco menos revoltoso mientras Aiden-Grimmes se asemeja más a un príncipe que antes de entrar a la habitación. Por su parte, nuestra sacerdotisa está muy nerviosa por terminar con esto rápido por lo que las promesas de boda son sangrientamente cortas aunque eso no le quita solemnidad porque ambos prometen lo mismo. Nada de obediencia, en cambio se prometen paciencia; tampoco de amor eterno, solo la promesa de amarse del mejor modo que puedan y seguir a su corazón, mientras los escucho mis ojos se humedecen. Nunca tendré eso, el amor incondicional, la paciencia o virtud de encontrar un compañero a mi gusto. Que los dioses me ayuden si estoy errando y se apiaden de mí porque lo que haré le escupe en la cara al amor.

Las bodas también me enternecen. Soy un romántico empedernido que sueña con tener al amor de su vida por siempre. No como otras que solo juegan con los sentimientos de las personas y los deseos de su corazón.

Los nombres de los dioses los encadenan a las peticiones, no a obedecerlas, pero sí a escucharlas.

Illeas, señor mío, guarda silencio por favor.

Solo ríe en respuesta sin que se me escape que lo hace sin humor. ¿Acaso está celoso?

Cuando el beso del final concluye entre la tos seca de Elías sé que podemos ir a dormir. El problema radica en dónde. Con Elías y la sacerdotisa el cupo de reduce menos, al darme cuenta de las miradas que se dirigen entre ellos me insinúa que dormirá en la misma cama. Esto no cuenta ni siquiera como celebración así que no respetamos los protocolos que se siguen en una boda, el resto del equipo se despide con un asentimiento de cabeza mientras se van a dormir agotados, el padre de Freya y la sacerdotisa conversan entre murmuros mientras los novios entre risas se dirigen a la habitación de Alan y Grimmes, no van muy lejos antes de que su padre les llame la atención de nuevo.

Un cuento amargo |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora