XXVI (t2)

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— Vamos Dalia, despierta. Tienes que cambiarte, nos vamos en dos horas. Venga - me decía una voz ¿femenina? Intentando despertarme -. Venga chica, no tenemos todo el día.

— ¿Mmm...? Un ratito más... Porfa...

No me dejó reaccionar. Tiró de mis sábanas dejándome con mi pijama de unicornios y sirenas al descubierto. ¿Enserio Dalia? ¿No tenías otro pijama que ponerte hoy?, pensé.

Seguidamente, tiraron de mi hasta la cocina. Yo iba con los ojos cerrados, con lo cual, seguía sin saber quién intentaba despertarme aunque tenía seguro que era una mujer.

El momento de desayunar fue un poco más difícil ya que, como comenté antes, hacerlo con los ojos cerrados... Complicaba la acción. Me decidí a abrir los ojos cuando, justamente, estaba apunto de meter la tostada que tenía en mi mano en el vaso de jugo de naranja que tenía delante de mí.

— Hija, menos mal que te has decidido a « levantarte » por fin. Un poco más y nos dan las uvas - decía Sara riendo detrás de la isla.

— ¿Qué haces tú en esta casa? ¿Dónde está Marco? - la miré, estaba roja de la risa -. ¿Qué haces tú en esta casa? - repetí.

— No sabes que día es hoy, ¿verdad? - asentí a su pregunta -. 13 de julio, el día de tu boda Dalia.

— ¿¡COMO!? ¿¡Porqué no me lo dijiste antes!? Mierda, mierda, mierda... - dije mientras comía el último trozo de tostada y me tomaba rápidamente el jugo - ¿En cuanto llegan la maquilladora y el peluquero?

— Veinte minutos, aunque puede que el peluquero tarde un poco más ya que primero tiene que terminar la maquilladora - dijo la canaria mirando el reloj de la cocina.

— Me ducho rápido y me ayudas a ponerme el vestido. Prepáralo encima de la cama de mí habitación y pon el velo estirado también. Luego te ayudo a preparar el resto.

Salí corriendo de la cocina, si es que todo lo malo siempre me tiene que pasar a mí. Aunque ni siquiera sé cómo lo hice porque antes de los veinte minutos cronometrados, ya estaba duchada y con el pelo lavado. Estaba procediendo a ponerme el vestido cuando tocan el timbre.

— ¡Yo voy! - gritó Sara casi corriendo a la puerta de entrada.

— Hola... - dijo tímida una chica con un gran maletín negro con muchos compartimentos -. Soy Martina, la chica que contrataste para el maquillaje.

— Hola, encantada. Soy Dalia Ceballos, bueno, desde dentro de unas horas, Asensio.

Martina me ayudó junto con Sara a terminar de poneme el vestido y empezó a maquillarme en lo que Sara planchaba el velo y también hacía unas llamadas.

Ella me lo quería ocultar pero se le escuchaba perfectamente hablar con Isco al otro lado de la línea a pesar de estar en el pasillo, los canarios y su manía de hablar alto.
Sé que decia algo de que ellos llegarían un poco tarde porque Marco tuvo un pequeño gran problema con... ¿la camisa? Lo mato. Lo que nos costó conseguir esa camisa como para que ahora tenga un problema.
Cuando entró denuevo a la habitación volvieron a tocar el timbre por lo que Sara fue a abrir y allí se encontraba Guillermo, el peluquero.

Martina terminó el maquillaje, que estaba precioso por cierto, y Guille, que había esperado pacientemente a que ella terminara, procedió a tratarme el cabello en un recogido de lo más elegante para este día tan especial. Tan solo me faltaba ponerme los zapatos y los accesorios y saldríamos de camino a la iglesia.

Sí, me caso por la iglesia porque ya que yo hacía y elegía todo lo demás, Marco quería casarse por la iglesia y como él no había pedido casi nada pues solo le hacía ilusión eso: casarse en la misma iglesia donde se casaron sus padres, en Mallorca, en la de Calviá.

La verdad es que no me había equivocado dejándole esta elección a mi prometido, la iglesia es preciosa y nuestros familiares la han decorado bastante bonita. Parece un pequeño palacio, lleno de tantas flores de todos los colores aunque el que más predomina es el blanco. No sé si porque es el color de la bodas y porque él es del Madrid (aunque yo hubiera preferido rojas y azules).

Siempre fuiste tú.  ||  Marco Asensio. {Terminada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora