Kara Danvers, estudiante de derecho y amante del dibujo, la fotografía y las motos.
Lena Luthor, cirujana de urgencias en el hospital de National city los fines de semana. Entre semana, dueña y médico en su propia clínica y en los laboratorios médic...
Varios médicos entraron en la habitación y me sacaron fuera casi a empujones. Me quedé en la puerta, paralizada, mirando.
-Alex: ¿Qué pasa? Hemos visto a los médicos correr hacia aquí... Oh, Dios...
-Kara: Lena.... – susurré.
Alex me abrazó, teniendo cuidado con Katie, que estaba en mis brazos.
El resto de mi familia y la de Lena llegaron segundos después. Todos mirábamos desde la puerta, horrorizados, como los médicos intentaban reanimar a Lena durante varios minutos. No tuvieron éxito.
-Médico: Lo siento. Hicimos todo lo posible, pero...
-Kara: No.... ¡NO!- Grité, dándole la niña a Alex y entrando en la habitación. Empecé a golpear el pecho de Lena con los puños, furiosa – Despierta.... ¡Lena, despierta, maldita sea, no me hagas esto! ¡LENA! – Pero no despertó. Puse la cabeza sobre su pecho, pero no oía nada. Se acabó, Lena se había ido. Me quedé ahí, llorando con fuerza. Ahora si sentía que lo había perdido todo.
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-Eliza: Cariño... - dijo sujetándome por los hombros.
-Kara: Mamá... - dije volviéndome hacia ella y acurrucándome entre sus brazos.
-Alex: Kara...
-Kara: Lillian.... – dije mirando a la madre de Lena, que miraba a su hija en silencio, pálida. Me acerqué a ella y la abracé – Lo siento...
Tras hacer todo el papeleo y organizar los preparativos del funeral, en los cuales la familia Luthor quiso incluirme, el entierro de Lena se celebraría dos días después.
Esos dos días, no pude comer, no pude dormir. Sólo podía llorar y mirar fotografías de Lena.
La mañana del entierro, fui como un zombie, con Katie en brazos, acompañada por mi madre y Alex. Sam, Winn y Nia, venían detrás, en silencio. Estaban siendo un gran apoyo. O lo intentaban al menos.
La familia de Lena y yo, decidimos que sería enterrada junto a su hijo Liam, algo que sorprendió a mi familia, ya que no conocían ese detalle de la vida de Lena. Era nuestro secreto. Algo que Lena quiso compartir conmigo, y que yo no tenía derecho a revelar.
Yo apenas podía ver. Mis ojos estaban tan rojos e hinchados, que parecían dos manzanas en medio de mi cara. Pero no quise cubrirlos con unas gafas. Sabía cuánto le gustaban a Lena mis ojos. No iba a cubrirlos para despedirme de ella.
