Capítulo 35: Me muero si te pierdo

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—A Paulo lo picó una serpiente.

—Oh my god —dijo sin poder creerlo —Eso es horrible.

—Me muero si le pasa algo, Agus , me muero —aseguró ella.

Él volvió a abrazarla y le acarició la espalda.

—Nada va a pasarle a tu galán, Orianita —le aseguró —Él es fuerte.

Ella solo asintió y se quedó junto a él. No iba a irse de esa puerta hasta que el doctor saliera. Luego de unos interminables minutos al fin salió. Todos se acercaron a él.

— ¿Cómo está mi hijo? —le preguntó Alicia.

—Él está bien —sonrió el doctor —Solo tiene mareos, pero es normal...tiene un poco de veneno, pero la gran parte ha sido extraída a tiempo. La persona que lo hizo, lo hizo muy bien.

Todos miraron a Oriana. Ella no supo que decir y solo pudo sonreír nerviosamente.

— ¿Puedo pasar a verlo? —preguntó ella.

—En este momento está sedado y le dejé un par de medicamentos que tiene que tomar por una semana. Lo más probable es que levante fiebre en estas primeras 48 horas. Pero si quieres puedes entrar a verlo.

Oriana iba a entrar pero se giró a mirar a Alicia.

— ¿No quieres entrar tú, Alicia? —le preguntó.

La mujer le sonrió dulcemente.

—No, cielo, ve tú.

— ¿Segura? —inquirió.

—No hay nada mejor para Paulo, que su dulce Oriana —le dijo.


Alicia entró al cuarto de su hijo y encontró a Sabrina sentada en una de las sillas, mirando una revista de moda que seguramente Agus había dejado tirada por allí. La castaña la miró al instante y se puso de pie para acercarse a Paulo y fingir preocupación. Alicia resopló, ella ya conocía aquel teatro. Lo peor de todo era que se había quedado todo el día en la casa, no dejando a su hijo descansar realmente. Por suerte ya habían venido por ella.

—Tu padre está esperándote en la puerta —le dijo. Sabrina la volvió a mirar.

—Dile que voy a quedarme a dormir aquí.

—No —dijo Alicia —Vas a irte ahora, Sabrina.

— ¿Qué te pasa, Alicia? —Le preguntó — ¿Por qué me tratas así?

—Niña, estoy cansada. Ha sido un largo día y quiero ser yo la que cuide de mi hijo. Tú vete a tu casa y mañana puedes volver a verlo.

—Pero...

—Sin peros, Sabrina. Vamos.

Sabrina se puso de pie y salió de allí sin siquiera despedirse de Paulo. Alicia negó con la cabeza y miró a su hijo una vez más antes de cerrar la puerta y dejarlo solo.


—Oriana —murmuró el castaño entre medio despierto y medio dormido.

Levemente abrió los ojos, pero los volvió a cerrar al sentirse tan cansado. Comenzaba a despertarse y la sensación de que un millón de caballos le pasaron por encima lo invadió. Le dolía todo el cuerpo, principalmente el hombro derecho. Respiró profundamente y se destapó un poco. Estaba sudado, pero sentía un molesto frío calándose hasta los huesos. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que estaba en su cuarto. Pero ¿Dónde estaba Oriana? ¿Por qué no estaba allí con él?

Él la quería a su lado, quería ver su bello rostro. Verla sonreír, escucharla hablar, sentirla respirar. Simplemente la quería frente a él. Si, necesitaba verla, necesitaba buscarla y tenerla cerca. ¿Qué podía pasar? Absolutamente nada. Desde que ella había llegado solo había hecho estragos con él y ahora él tenía que cobrarse aquello. Sí, claro que sí. Se puso lentamente de pie. Todo dio vueltas a su alrededor. Sonrió estúpidamente, se sentía como un borracho. En ese momento se sentía perfectamente bien como para ir hasta el cuarto de Oriana Sabatini y cantarle las 40 de una vez...

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