Capítulo 46: Dejar las cosas claras

156 13 3
                                    

Oriana fue la primera en entrar, pero se detuvo al ver que Paulo no la seguía. Se giró a verlo.


— ¿Por qué no vienes? —le preguntó frunciendo el ceño.


—Yo... ¿quieres que entre? —dijo inseguro.


—Claro que sí, salvaje, te necesito aquí...conmigo.


Él sonrió e ingresó. Agustin también entró junto a ellos y cerró la puerta con ciudado. Oriana se acercó rápidamente a la cama al ver a su padre con los ojos levemente abiertos.


—Por Dios, papá...me asustaste tanto —le dijo ella y se acercó a él para abrazarlo.


Osvaldo sonrió levemente. La puerta de la habitación se abrió y Alicia ingresó como un rayo. Corrió hacia la cama y se sentó del otro lado.


—Dios santo, estás bien. —derramó un par de lágrimas y también lo abrazó.


Oriana sonrió y se puso de pie. Miró al castaño y este se encogió de hombros. Mientras que Alicia abrazaba y lloraba sobre Osvaldo, ellos dos y Agustin se acercaron al doctor.


— ¿Qué es lo que tiene, doctor? —preguntó Paulo, curioso.


—No es para alarmarnos —les dijo primero —Pero si para tomar precauciones. Osvaldo sufre de presión alta...por eso últimamente ha estado teniendo dolores de cabeza, mareos y falta de aire, como me lo ha mencionado...


Oriana miró a su padre.


— ¿Por qué no me dijiste nada? —le preguntó enojada.


Osvaldo se sentó en la cama, con la ayuda de Alicia.


—No quería preocuparte, hija...


—Eres un inconsciente —le aseguró. —Pero ya voy a hablar seriamente contigo...prosiga doctor.


—Esto de la presión se puede deber o mejor dicho...se debe a una serie de situaciones de nervios y preocupaciones.


— ¿Qué más me has estado ocultando, Osvaldo Sabatini? —dijo Oriana sin poder creerlo.


—Ya niña Oriana —dijo Alicia —No lo retes más...


Oriana suspiró y volvió la vista al frente.


— ¿Qué es lo que tenemos que hacer? —le dijo al doctor.


—Debe descansar, relajarse, estar en cama, dar paseos tranquilos...Eso sí, ya nada de sal en las comidas. Y no más negocios por un tiempo.


—Doctor...—murmuró Osvaldo.


Mi SalvajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora