Capítulo 24: Un impulso, otra vez

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Volvieron hablando animadamente. Por alguna extraña razón preferían hablar hasta del color de un sapo antes que quedarse callados. Se detuvieron frente a la casa.Paulo la bajó con cuidado y luego se bajó él. Oriana se giró a verlo.

-Muchas gracias por el paseo -le sonrió.

-No es nada -dijo el castaño.

Ella se acercó a la puerta para ingresar a la casa y se detuvo al ver que Paulo no la seguía para entrar.

- ¿Qué pasa? -le preguntó.

-Los peones no entramos por la puerta principal -dijo él.

Ella lo miró bien.

- ¿Por qué? -quiso saber.

-Porque somos empleados y entramos por la cocina.

Ella lo miró espantada. Eso era horrible.

-No quiero que vuelvas a decir eso -le dijo -Ustedes no son ladrones para entrar por atrás.

-Pero...

-Pero nada, Paulo. Es una orden.

Él sonrió por lo bajo. Ella siempre había sido así de justa. Para ella todos eran iguales y nadie era mejor que nadie. Soltó un suspiro.

-Está bien, entremos.

Ingresaron y casi toda la casa estaba en un completo silencio.

- ¿Dónde estarán todos? -preguntó.

- ¿Durmiendo? -inquirió Paulo.

Ella sonrió.

-Debe ser eso -asintió - ¿Vamos a tomar un té?

-Mmm, no lo sé...

-Vamos, Salvaje, solo un té. Por los viejos tiempos.

Ella le había puesto su mejor cara de perrito mojado y eso lo estaba matando lentamente. Trato de calmar a su acelerado corazón.

-Bueno, vamos.

Oriana dio un par de saltitos contenta y en un impulso se acercó a él para abrazarlo. Paulo, algo asombrado, la envolvió y se quedaron así, abrazados y sintiéndose muy tontos. Luego de unos cuantos segundos ella se alejó algo avergonzada.

-Lo siento -se disculpó

-No tienes por qué -aseguró el castaño.

Entraron a la cocina y Oriana se dirigió a las hornallas, mientras que Paulo tomaba asiento cerca de la mesada. Se quedó observándola. ¿Podía ser más hermosa? Seguramente sí. Entonces a su mente vino la charla que ella había tenido en la tarde con ese tal...Francisco. ¿Debería preguntarle? Un nudo se le formó en medio del estómago. No podía tolerar la idea de Oriana con otro hombre. Le daba rabia la idea.

-Oye, te gané una carrera y el lavado de los caballos -comentó ella mientras buscaba té en una de las cajoneras de la cocina - ¿No crees que me debes algo por eso? -indagó y lo miró sobre su hombro con una sonrisita de autosuficiencia.

Paulo sonrió divertido y luego alzó una de sus espesas cejas. Ella se ruborizó y volteó, para seguir buscando el té.

-Y ¿se puede saber qué es lo que te debo? -inquirió.

Saltó de la mesada sigilosamente y se posicionó detrás de ella. Cuando Oriana al fin dio con el té, volteó y se sobresaltó al encontrar el gran cuerpo de Paulo frente a ella. Abrió la boca, aunque incapaz de emitir palabra. Él se acercó un poco más. Por dios, ¡¿qué había entendido?! O, ¿¡qué había insinuado ella!? Se ruborizó de sobremanera y la respiración se le agitó al sentir como Paulo se acercaba lentamente a ella. Él no podía dejar de mirarla a los ojos, esos ojos profundos de color verde que siempre lo habian cautivado. Pero, inevitablemente, su mirada bajó hasta los labios de la castaña.

Ella no pudo moverse de su lugar, simplemente parecía que sus pies estaban pegados al suelo. Su respiración era algo irregular y sentía como su corazón latía fuerte. Tenerlo así de cerca era de unas las cosas más...maravillosas que le habían pasado en los últimos tiempos.Paulo no podía detener la leve inclinación que estaba haciendo su rostro hacia el de ella, simplemente no podía. Él tenía que besarla, sacarse la duda, volver a sentirla y justo, justo cuando estaba a muy pocos segundos de volver a hacerlo el agua comenzó a silbar y el vapor comenzó a salir, avisando que ya había hervido. Oriana volteó con rapidez, rompiendo el encanto y él se quedó allí, quieto, con ganas de besarla. Se alejó, algo incómodo y volvió a sentarse. Ella vertió el agua en la taza azul y ese fue el único sonido que llenó la habitación. ¿Cómo se suponía que iría a mirarlo ahora? Aquello había sido más que extraño. Paulo se rascó la nuca, nervioso. Se maldijo unas tres mil veces mentalmente. Él no debió acercarse así a ella, no.


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