Capítulo 31: Preguntas

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Paulo soltó un suspiro y giró, pero no la miró. Tiró una ramita al fuego y se abrazó a sus rodillas. Oriana lo observó en silencio. Miró detenidamente su perfil. La luz del fuego se reflejaba en sus ojos. Todavía no creía que aquel era su Paulo, su primer amor. Bajó la mirada hacia la confección de sus brazos. Era como si él estuviera hecho de hierro, parecía irrompible. Siempre había sido fuerte, pero ahora se notaba más. Él era un hombre trabajador y cada músculo que surcaba su cuerpo era muestra de ello. De repente él la miró.

— ¿Por qué te fuiste así de la cocina la otra noche? —le preguntó.

Eso la tomó completamente desprevenida. Se esperaba cualquier cosa, menos esa pregunta. El estómago se le encogió. ¿Qué iba a decirle ahora? No podía decirle: ¿Sabes que, Paulo, Estaba celosa, sí, muy celosa. Sacudió la cabeza. Pero si no le decía eso. ¿Qué cosa iba a decirle?

—Yo...—dejó de hablar y suspiró.

— ¿Tú, qué? —dijo él para que siguiera hablando.

Por alguna razón él necesitaba escuchar sus razones, para así quedarse completamente tranquilo.

—Sentí celos —dijo al fin luego de unos cuantos segundos.

Paulo la miró bien, sus ojos se abrieron más de la cuenta. ¿Qué era lo que ella acababa de decir? ¿Celos? Frunció el ceño y sacudió levemente la cabeza para volver a mirarla.

— ¿Qué? —fue lo único que le salió decir.

Ella comenzó a mover nerviosa un pie.

—Si...me...me puse celosa...eso

No sabía de donde estaba sacando el VALOR para decirle aquello, pero lo estaba haciendo

—Me enojé...a decir verdad no estaba enojada, solo molesta. Fue raro.

Él trató de digerir una y cada una de sus palabras. Estaba algo confundido. ¿Fueron celos o molestia?

— ¿Quién es Francisco? —preguntó luego de guardar silencio por varios minutos.

Los ojos de Oriana se abrieron como platos.

— ¿Cómo sabes de él? —se apresuró a preguntarle.

Si había sido Agustin, iba a matarlo.

—Te escuché hablando por teléfono el día que llegaste.

Ella apartó su mirada de él...La había escuchado discutiendo con Francisco, entonces la había visto llorar y decir cosas que en realidad no eran verdad.

—Francisco es...mi novio —le dijo al fin.

Paulo sonrió sin ganas y volvió a tirar una ramita al fuego. Él ya sabía eso, pero escucharlo de ella fue como un golpe en la cara.

— ¿Estás enamorada de él? —quiso saber.

Al instante ella lo miró. Hablar de esto con Paulo era lo más...extraño del mundo.

—Creo...que sí —le contestó.

—Entonces lo que sentiste el otro día no fueron celos...solo incomodidad.

Ella asintió levemente. Tal vez él tenía razón y lo que había sentido cuando vio a esa chica besándolo no habían sido celos. Pero volvió a recordarlo y la presión en su pecho volvió y esas estúpidas ganas de agarrar de los pelos a esa teñida también.

— ¿Hace mucho que estás con...Sabrina, cierto? —le preguntó.

—Sí, Sabrina —asintió y alzó ambas cejas mientras miraba fijamente la nada —Hace 3 años que estoy con ella.

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