Capítulo 21: Pequeñas sorpresas

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Paulo casi perdió de vista a White, pero logró alcanzarlo. El caballo blanco parecía algo alterado y nervioso. El castaño empezó a reconocer a donde se dirigía el animal. Estaba yendo hacia le estancia de los Martinez, lugar en donde estaba Estrella. Aquella yegua negra lo era todo para White. Era extraño, para ser animales entendían muy bien la palabra amor. White dobló detrás del viejo establo de los Martinez y Paulo lo siguió. Se detuvo al ver aquella escena. Estrella estaba acostada en el suelo y Carl estaba arrodillado delante de ella. White se acercó a ella y bajó la cabeza para tocarla con su hocico.

— ¿Qué sucede, Carl? —le preguntó al viejo peón de aquella estancia.

El hombre se giró a verlo y le dedico una pequeña sonrisa.

—Estrella está por parir —le contó.

Los ojos de Paulo se abrieron por la sorpresa. Así que eso era...White iba a ser papá. Se bajó con cuidado del caballo y se acercó hasta donde estaban. Estrella se veía algo cansada y White estaba muy cerca de ella.

— ¿Por qué no me dijiste que estaba premiada? —le preguntó.

—Queríamos que fuera sorpresa, ¿verdad, White?

El caballo blanco relinchó. Paulo se acercó aún más. La yegua parecía estar muy cansada y Carl se encargaba de limpiar la sangre y todo lo que ella estaba perdiendo y de repente todo fue rápido, Estrella hizo un raro sonido y dos segundos más tarde el pequeño potrillo estaba fuera. Paulo lo miró encantado. Era tan pequeño y se veía completamente vulnerable. El pequeño comenzó a ponerse de pie, mientras Estrella se incorporaba rápidamente y se acercaba a él para olerlo. White también se acercó y una tonta sonrisa se dibujó en el rostro del castaño. El pequeño potrillo era igual de blanco que White, asombroso y muy pequeño. Pero entonces vio aquella pequeña mancha color negro alrededor de su ojo derecho. Rio levemente. Carl se puso de pie y se secó la frente.

—Pfff, ha sido difícil —le dijo a Paulo

—Ya lo creo —sonrió el castaño.

— ¿Te parece si los dejamos solos? —preguntó el anciano.

—Sí, necesitan su espacio.

Se alejaron de la nueva familia para llegar hasta la parte delantera de la caballeriza de los Martinez. Paulo miró extrañado hacia la casa de estos ya que unos cuantos gritos llegaron a sus oídos y entonces los vio, Pablo y Eliseo caminaban a grandes zancadas hacia un par de caballos. Mientras que Robert Martinez los seguía a paso decidido.

— ¿Qué habrá pasado? —inquirió Paulo

—Viqui —murmuró Carl.

Paulo se giró a verlo rápidamente.

—Viqui, ¿Qué?

—Seguramente escapó...otra vez.

—Mierda —musitó él y corrió hacia su caballo.

Seguramente la pequeña Viqui había ido a buscar a Lautaro y si eso era así y ellos tres los encontraban juntos iba a haber muchos problemas...Oriana salió contenta de su habitación. Se sentía sumamente feliz, renovada y eso que apenas habían pasado unas cuantas horas desde que había llegado. Bajó las escaleras y vio que Agus también salía de su cuarto.

— ¿A dónde vas? —le preguntó el castaño.

—A caminar —contestó ella con una sonrisa — ¿Me acompañas?

—Mmm... no lo sé.

—Vamos, Agus. Desde que llegaste no has salido a ningún lado. Tienes que conocer un montón de lugares.

—Es que no lo sé, Oriana —dijo por lo bajo —Deben haber tantos bichos por ahí.

— ¿Sabes que más hay? —preguntó mientras meneaba las cejas.

— ¿Qué?

—Peones —respondió con una media sonrisa —Muchos sudados, acalorados, musculosos y bronceados peones para ti.

—Oh my god —dijo él y se abanicó con una mano —Eres una manipuladora horrible. Pero sí que sabes convencer a la gente.

Ella rio y juntos bajaron las escaleras para salir de la casa. Pero entonces Oriana divisó a Lautaro. Frunció el ceño.

— ¿A dónde vas? —le preguntó ella sobresaltándolo.

Lautaro giró algo asustado y maldijo por lo bajo ante el punzante dolor en su brazo herido. Se las arregló para pararse derecho y disimular. Pero Oriana no era tonta y pudo notarlo.

—Yo...no iba a ningún lado —le respondió.

—Deberías estar en cama Lautaro. Tu tía va a enojarse mucho si alguien llega a contarle que no estás en la cama.

—No —murmuró él —No le digas nada, por favor

—Entonces vuelve a tu cuarto.

El castaño dirigió sus pasos hacia la puerta de salida. Oriana se acomodó la garganta. Lautaro resopló y dio media vuelta para entrar en la cocina.

—Seguramente iba a ir a buscar a la hija de Martinez —dijo ella.

—Aaaw, eso es tan romántico.

—No, es suicidio. Está herido, casi lo matan. Debe ser más prudente.

—Sí, tienes razón...Pero aun así sigue siendo romántico.

Oriana miró divertida a su amigo y luego tomó su mano para dirigirse hacia el mundo exterior. El sol del atardecer era una suave caricia para el verde pasto que se presentaba ante sus ojos. Todo se veía calmo y pacífico. Varios hombres estaban trabajando por allí. Oriana comenzó a caminar hacia lo que ella recordaba era el viejo gallinero. Sería divertido ir a juntar un par de huevos con Agus para el desayuno. Más divertido sería ver como Agus insultaba a las gallinas porque están iban a picotearlo.Caminaron hablando sobre cosas tontas mientras se empujaban y hacían chistes malos. Pero muy malos. Llegaron. Oriana se giró a verlo.

— ¿Listo para juntar huevos, Agustin? –le preguntó.

Él puso su mejor cara de asco.

—No lo sé, Oriana. Tu cara me dice: '' Vas a sufrir mucho Agustin Bernasconi. Por haberme robado mi novio en primer año''.

Oriana soltó una estrepitosa carcajada.

—Eres un tonto.

Ingresaron. Los cacareos no eran tantos. Solo un par que estaban riñendo por ahí eran las rebeldes. Oriana sonrió. Agus puso cara de asco.

—Oriana, esto es asqueroso

—Oh, vamos...no es tan malo.

Se acercó a una de las gallinas y revisó si había algo debajo de ella. Se sorprendió de no encontrar nada. Era raro. Ella recordaba que casi siempre a esa hora era que pasaban a recolectar los huevos. Quizás alguien les había ganado de mano. Algo se cayó del otro lado del gallinero. Agus se acercó rápidamente a Oriana y se escondió detrás de ella como animal asustado. Ella miró en la dirección del sonido.

—Oriana, tengo miedo.

—Shh —lo calló ella —No pasa nada.

Se alejó de él y comenzó a acercarse hacia la parte trasera. Estaba segura de que había alguien ahí. Su corazón latió rápido. Sintió algo de miedo.

—Ten ciudado —murmuro su amigo.

Ella asintió y entonces alguien se asomó. Oriana dejó de caminar para mirarla bien. Ella también la miró fijo.

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