Capítulo 19: Recuerdos flotando en el aire

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Llegaron al establo y se bajaron de los caballos. Oriana se miró a sí misma y se aguantó la risa. Estaba tan embarrada que si Agus la veía iba a darle un infarto.

-Paulo...-lo llamó.

Él la miró y a ella le temblaron las piernas

- ¿Qué sucede? -quiso saber.

- ¿Qué te parece si bañamos a los caballos? Los pobres quedaron tan sucios y todo por nuestra culpa.

- ¿Tú bañar a los caballos? -dijo y comenzó a reír.

Oriana abrió los ojos y la boca de la sorpresa a causa de su risa. Aquella risa viajó a través de ella en forma de escalofrío. Era totalmente injusto que el hombre le provocara tantas cosas. ¿Cómo era posible?

- ¿Qué? ¿Acaso no puedo? -le preguntó recuperando sus pensamientos.

-Se te estropearían las uñas -le dijo divertido.

-No me subestimes, Paulo. No he perdido la maña de hacer las cosas -le dijo amenazante.

Él sonrió levemente ante su tono de amenaza. No, él no debía subestimarla. Ella no era una mujer a la que podía subestimar. Debía admitir que no era como todas las mujeres refinadas y estiradas de la ciudad.

-Tienes razón, lo siento -se disculpó.

Ella se aguantó una sonrisa.

-No sé, no sé si voy a perdonarte. Por mí puedes comerte tus palabras y no voy a perdonarte.

-Tú sabes que si lo harás, enana -sonrió Paulo -Jamás fuiste muy buena enojándote conmigo. Te durará apenas unos segundos.

-Ya te demostraré que vas a comerte tus palabras.

-Ya lo veremos.

Paulo se alejó un poco de ella para buscar las dos mangueras y bañar a los caballos. Se sentía extrañamente feliz. Se sentía emocionado. Estar con Oriana lo hacía olvidarse de todo y de todos. Encontró las cosas y luego le tendió una manguera a Oriana.

- ¿Sabes? -Comenzó a hablar ella -Vivir en Miami jamás fue tan lindo como vivir aquí.

-Yo jamás me iría de Estados Unidos, ni mucho menos de este campo. Así que te creo cuando dices que jamás fue tan lindo.

Ella rio por lo bajo. Sabía que él le diría algo así. Paulo amaba aquel lugar. Oriana desenroscó la manguera y se acercó a White.

- ¿Listo para asearte, bonito? -le preguntó al caballo.

White le contestó.

-El que limpia primero al caballo, gana -dijo él.

Ella sonrió y asintió levemente. El juego comenzó. Aquel instinto de competencia estaba dentro de ella de una manera asombrosa. Le gustaba competir con Paulo. Era algo total y completamente sano. Oriana rio divertida cuando White sacudió su cuerpo, provocando que ella se mojara. ¡Hacía cuanto que no hacía nada de esto.

Paulo vio como ella iba tomando ventaja en eso. No pensó que sería tan rápida y de alguna manera quería ganarle. No sabía o entendía bien por qué. Pero tenía que hacerlo. Así que decidió tomar ventaja. Sin que Oriana se diera cuenta, él quitó la manguera del caballo y la apuntó.Oriana pegó un pequeño grito al sentir la fría agua sobre ella. Paulo comenzó a reír con fuerza, todo esto era tan divertido.

- ¡Eres un tramposo! -le reprochó ella.

-No lo creo, señorita ciudad -le dijo él sin dejar de reír.

Ella tomó su manguera y lo mojó. Él la miró sin poder creerlo y la volvió a mojar. Ambos reían. Parecían dos niños pequeños jugando con el agua y saltando y corriendo

-Ya, ya me rindo -dijo ella agitada de tanto correr y saltar.

-Sí, yo también -le dijo él mientras se sentaba en un banco.

Oriana lo miró divertida y negó con la cabeza

- ¿Qué sucede?

-Nada, solo recuerdo cosas.

- ¿Qué cosas? -le preguntó mientras veía como ella se sentaba a su lado.

Su piel se erizó y no fue a causa de que estaba mojado. Su corazón bombeó más sangre de la normal al sentirla tan cerca. Ella lo miró fijo a los ojos.

-Recuerdos que tengo de todo esto...recuerdos de ti, recuerdos de nosotros.

Paulo no pudo evitarlo y levantó una de sus manos para secar una pequeña gota de agua que pendía de la comisura derecha de sus labios.Oriana se congeló. Cada célula de su cuerpo fue consciente de aquel gesto tan...simple. La respiración se le atoró en la garganta. Quiso levantarse y salir corriendo de aquella extraña sensación. Pero no consiguió moverse. Paulo quitó al fin la pequeña y molesta gota, pero no fue capaz de dejar de acariciarla. Llevó su mano hasta su mejilla y como lo había hecho la primera vez que la volvió a ver, la acarició. Ella suspiró. Debería sentirse completamente alarmada por aquello, pero no lo hacía. Es más, ella quería quedarse así.

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