Capítulo 42: No era un sueño

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Oriana solo supo que en ese mismo momento quiso que la tierra se la tragara. ¿Cómo demonios él se había enterado de aquello? Seguramente había sido el chismoso de Agustin. Ella iba a matarlo si descubría que había sido él.


— ¿Por qué no me lo dijiste, Oriana? —le preguntó él.


Ella miró a su alrededor, percatándose de que estaban completamente solos en aquella sala. Simplemente ya no podía seguir haciendo la tonta.


—No creí que fuera necesario. —dijo ella volviendo la vista a él.


Sintió esas lindas cosquillas en el estómago


—Tú estabas con fiebre ese día, no sabías lo que hacías. Además que estás con Sabrina, no creí que quisieras lastimarla...


— ¿Qué sentiste? —preguntó curioso interrumpiéndola.


— ¿Qué sentí? —dijo nerviosa.


El castaño asintió


—Mmm...yo sentí que...que...no creo que debamos hablar de esto, Paulo. Mejor me voy.


Intentó alejarse, pero entonces Paulo la detuvo, la giró hacia él y entonces unió sus bocas. Los ojos de ella estaban bien abiertos a causa de la sorpresa. Sentir de nuevo sus labios sobre los suyos simplemente era una sensación sorpresiva. Desde que él la había besado la otra noche no había hecho otra cosa que soñar con él y ese beso. Sus ojos comenzaron a cerrarse y ella comenzó a responder a sus demandas. Paulo la abrazó por la cintura y la acercó más a él. No podía creer que simplemente la estaba besando. No sabía de donde había sacado el VALOR. Pero sabía que era lo correcto.

Aquello era lo correcto. Besarla era tan hermoso, como en su supuesto sueño que en realidad no era sueño. Su boca tenía el mismo sabor que él creía imaginar, era dulce y delicado. ¡Por dios! Un simple beso no podía hacerlo sentir así de idiota. Entonces Oriana rompió el beso pero no se alejó, ni lo soltó. Paulo abrió los ojos para mirarla. Ella aún los tenía cerrados.


—Esto no está bien, Paulo. —musitó agitada.


—Lo sé... —asintió —Un simple peón que siente cosas por la hija del jefe, que solo piensa en besarla todo el día, no está nada bien...


Entonces ella lo miró. ¿Acaso él creía que eso era lo que no estaba bien? ¿Cuándo iba a entender él que eso a ella no le importaba ni en lo más mínimo? Paulo era el hombre MÁS MARAVILLOSO DEL MUNDO. No importaba si él era un peón y ella la hija del jefe. Eran personas, iguales, humanas. Personas que sentían...y al parecer lo mismo.


—Eres un idiota, Paulo. —le aseguró y entonces lo besó de nuevo.


Esta vez el beso se volvió más apasionado. Simplemente no podían evitar sentirse desesperados el uno por el otro. Paulo casi gruñó cuando ella mordió levemente su labio inferior. Entonces sus lenguas se encontraron. Oriana se aferró a él necesitada de más y de un poco de aire. Pero simplemente no podía soltarlo. Él separó sus bocas y miró agitado a su alrededor.


—Estamos en un lugar muy visible...


—Lo sé —asintió ella.


Lo besó cortamente. El castañol rió embobado. Ella copió su acción.


—No puedo creer que esto esté pasando. —murmuró divertido.


—Eres un idiota por creer que a mí me importa que seas el cuidador del campo de mi padre. Eres mucho más que eso para mí...


— ¿En serio? —sonrió animado.


—Si —dijo por lo bajo entonces se puso en puntas de pie y acarició su nariz con la suya —Estoy algo confundida por todo esto,Paulo. Pero lo que siento por ti es...único.


—Oriana —susurró cerrando los ojos al sentir sus labios tan cerca de nuevo


— ¡Me muero muerto! —exclamó y ambos se alejaron al instante.


Agustin bajó corriendo las escaleras y se paró frente a ellos.


—Agustin...—dijo ella apretando los dientes — ¿Qué haces aquí?


—Sin querer pasé por aquí y escuché así como sonidos de gente besándose y me asomé y ustedes dos se estaban dando terriblemente...


Oriana se puso más que colorada mientras que Paulo, sonrojado se rascó la nuca mientras soltaba una pequeña risita nerviosa.


—No...creo que viste mal —dijo el castaño.


Agustin arqueó una ceja.


—Si tú no le estabas metiendo la lengua hasta la garganta a mi mejor amiga entonces yo soy Madonna —Inquirió Agus atrevido.

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